¡VIVA LA REVISTA!

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jueves, 31 de julio de 2008

Queta Claver, la "otra" reina de la revista ( y X)


He aquí, pues, gran parte del trabajo a que Queta Claver dedicó su vida: la interpretación.
En el ámbito cinematográfico destacaron sus actuaciones en: La bella Mimí (1963), La batalla del domingo (1963), El sexto sentido (1964), El mejor del mundo (1970), El vikingo (1972), Corazón solitario (1973), Una chica y un señor (1974), El chulo (1974), Tamaño natural (1974), Doctor, me gustan las mujeres, ¿es grave? (1974), No matarás (1975), Los pecados de una chica casi decente (1975), Las adolescentes (1975), Los buenos días perdidos (1975), La Corea (1976), Marcada por los hombres (1977), Parranda (1977), Los placeres ocultos (1977), Estoy hecho un chaval (1977), Tengamos la guerra en paz (1977), La guerra de papá (1977), Venus de fuego (1978), El hijo es mío (1978), Borrasca (1978), El hombre que supo amar (1978), Visanteta, estáte quieta (1979), El diputado (1979), El virgo de Visanteta (1979), Una noche embarazosa (1979), El sacerdote (1979), Memorias de Leticia Valle (1980), Habibi, amor mío (1981), Crónica de un instante (1981), La momia nacional (1981), Pestañas postizas (1982), Perdóname, amor (1982), La colmena (1982), El pico (1983), Extraño matrimonio (1984), El recomendado (1985), Otra vuelta de tuerca (1985), Tiempo de silencio (1986), El orden cómico (1986), El viaje a ninguna parte (1986), El pecador impecable (1987), Sinatra (1988), Amanece que no es poco (1989), Montoyas y Tarantos (1989), Contra el viento (1990), Beltenebros (1992), Los Porretas (1996) y Siempre hay un camino a la derecha (1997), que se convirtió en su última aparición en la pantalla grande.
En cuanto a su intervención televisiva, pueden destacarse las series y programas siguientes: Nada es para siempre (1999), Ada Madrina (1999), Compuesta y sin novio (1994), Encantada de la vida (1994), Primera función: “Paquita” (1989), Clase media (1987), La comedia musical española: “El sobre verde” , “La cuarta de A. Polo” y “Las leandras” (1985), Yo robo, tú chantajeas, ella estafa y además un muerto (1984), Anillos de oro: “A pescar y a ver al duque” (1983), Las pícaras: “La hija de Celestina” (1983), Estudio 1: “El sistema Fabrizzi” (1982), “No hay novedad, doña Adela” (1980), El vecino del tercero interior” (1979), “Los ladrones somos gente honrada” (1979), “Un cochino egoísta” (1973), Juanita la Larga (1982), Teatro breve: “La última vedette” (1981), “El sexo débil” (1980), “Las codornices” (1980), Los mitos: “Ifigenia” (1979), Suspiros de España (1974), Novela: “La casa de las locas” (1974), “Vera” (1972), “El amor de Dennis Haggerty” (1968), “Los caminos del Señor” (1968), “Nunca llueve a gusto de todos” (1968), Tarde para todos (1973), Sospecha: “Oficialmente muerto” (1971), Teatro de siempre: “Mi familia” (1969), Gigantes y cabezudos (1969), Fábulas: “El asno y el caballo” (1968), etc.
Queta Claver continuó trabajando incansablemente hasta poco antes de morir. Una complicación respiratoria agravada por su afición al tabaco acabó con su vida el día 3 de mayo de 2003. Murió prácticamente sola, con la única compañía de un gato y un perro. Padecía graves apuros económicos. Ni siquiera tenía teléfono. Lamentablamente nada pudo hacerse por su estado de salud. Enriqueta Claver Delás abandonó este mundo pasando prácticamente desapercibida. Sólo algunos pocos medios de comunicación se hicieron eco del suceso, algo frecuente en un país que olvida prontamente a sus estrellas tras encumbrarlas a los más altos puestos de popularidad. Valgan estas líneas como homenaje a una de las mejores actrices de este país y sirva, como epitafio, a tan insigne artista las palabras que Jaime Salom escribió en un conocido diario madrileño como obituario tras su fallecimiento: “[...] Adiós, Queta. Tu nombre, tu figura y tu manera de decir los más variados textos serán recordados siempre. Se nos ha ido una auténtica actriz, orgullo de tan noble profesión, que tocó todos los géneros y trabajó mientras le permitieron sus fuerzas... Queta Claver, de profesión, de vocación y de corazón, actriz. Ésta fue su vida, éste fue su orgullo”.[1]
Siempre nos quedarán en el recuerdo su trabajo, sus melodías, sus interpretaciones y esos impresionantes ojos verdes: “... y no te olvides nunca de Ana María...”
[1] SALOM, Jaime: “Fe en unos ojos”, en LA RAZÓN, año VI, nº 1629, Madrid, 03 de mayo de 2003, pág. 50.

Queta Claver, la "otra" reina de la revista (IX)


Queta Claver, además, inició en 1963 una fulgurante carrera cinematográfica con el filme La bella Mimí y, hasta pocos años antes de morir, seguiría apareciendo en múltiples películas, programas y series de televisión amén de continuar con su verdadera pasión: el teatro. En este terreno llegó a interpretar papeles en múltiples obras como La casa de las chivas, Culpables, La playa vacía o El corto vuelo del gallo, todas ellas de Jaime Salom; El sueño de la razón, de Buero Vallejo; La condecoración, de Lauro Olmo; La noche del sábado, de don Jacinto Benavente; Picos pardos, de García Mauriño; Ocho mujeres, de Robert Thomas; Maya yerba... nooo, de Rafael Mendizábal, etc. Fue, además, dos veces Premio del Sindicato Nacional del Espectáculo y llegó a convertirse en un rostro muy popular tanto en la gran como pequeña pantalla por las múltiples apariciones que tuvo en ambas. En amores, no fue tampoco muy afortunada; a pesar de haber enamorado a todo un país con unos asombrosos ojos verdes, acabó contrayendo matrimonio con el bailarín Paco Alba, pero el matrimonio, al no tener descendencia, fracasó y ambos se divorciaron. Desde entonces y hasta el momento de su fallecimiento, Queta no volvió a contraer matrimonio con nadie más.

Queta Claver, la "otra" reina de la revista (VIII)


Por estos años, Queta ya se encontraba encumbrada al más alto nivel dentro de las lides revisteriles siendo entonces considerada por la crítica teatral de la época como la digna sucesora de Celia Gámez quien, por aquellos años representaba la opereta S.E., la Embajadora con mucho éxito. Pero Queta, en pleno auge de su triunfo, decidió dejar el género frívolo, (más tarde volvería a él de la mano de los cómicos Zori y Santos representando diversas revistas como Tres eran tres los novios de Elena o Eloísa, Abelardo y dos más, entre otras) y dar un paso más en su carrera y dedicarse al llamado “teatro serio”, de ahí que aceptase ser la protagonista de la obra Micaela, de Joaquín Calvo Sotelo sustituyendo en su papel principal a Emma Penella o interpretar un papel en El nido ajeno, de don Jacinto Benavente, demostrando a sus fieles seguidores que podía interpretar cualquier clase de papel, ya fuese en comedia o en revista. Precisamente por esta dualidad, puede afirmarse que Queta fue una actriz perturbadora por su deslumbrante belleza física y conmovedora por la intensidad dramática con la que interpretaba determinados papeles. Así, pues, su participación en teatro serio se vio recompensada cuando en 1972 protagonizase la obra de Jaime Salom La noche de los cien pájaros en el madrileño Teatro Marquina, siendo entonces galardonada con el Premio Nacional de Teatro y llegando a la cima de su éxito.

Queta Claver, la "otra" reina de la revista (VII)


La obra en la que Queta volvía una vez más a lucirse, estuvo recorriendo toda la geografía española durante muchos meses. No hubo un lugar en España en el que no se conocieran las aventuras de la chacha Florentina y todos los líos y enredos familiares en los que se vío metida, gozando siempre, en todas y cada una de sus actuaciones, de un formidable éxito, tanto de crítica como de público.
Tras La chacha, Rodríguez y su padre, el siguiente estreno de Queta sería en 1958 en el Teatro Alcázar de Madrid con otro sainete musical, obra de Muñoz Román y los maestros Moraleda y Cofiner: ¡Tócame, Roque!, estrenada la noche del 15 de octubre de mencionado año. La obra aludía, tal y como su propio nombre indica a una frase muy popular en el Madrid de la época: en la calle del Barquillo esquina a Belén existía una corrala habitada por setenta y dos familias. Al morir el dueño, sus dos hijos se disputaron la herencia de mencionado inmueble; entre ellos se decían “¡Tócame a mí!”. Uno se llamaba Juan, quien, a su vez, le repetía al otro: “¡Tócame, Roque!” Se ve que éste era mucho más prudente que su contumaz hermano, pero esta graciosa situación dio lugar al título de la revista: en la elegante y desierta cafetería “El Oasis”, conciertan los desesperados acreedores del joven Barón de Arandilla, la boda de este muchacho, mujeriego y disipador, con la hija del multimillonario Roque Corvejuela, para así poder cobrar los últimos picos que el citado Baroncito les adeuda. Don Roque, hombre enriquecido rápidamente le halaga sobremanera emparentar con un título; otro tanto piensa su señora y no digamos su hija, quien se ha enamorado perdidamente de este galán de moda al que llevan en palmitas las más bellas mujeres de Madrid. Todo sale a pedir de boca... Hasta que una de las enamoradas del Barón, Rogelia, viuda de Aguirremendigoechueta, mujer joven y pasional, se propone impedir tal matrimonio utilizando para ello cualquier medio, incluso la calumnia...
Al llegar ésta a oidos de don Roque organiza en una de sus grandes posesiones una extraordinaria fiesta para presentar su futuro yerno a sus amistades. Quiere en esta ocasión, averiguar si lo que le han dicho del Barón es cierto o no, por lo que el enredo de la revista está más que servido. Una revista repleta de múltiples números musicales que hacían las delicias del público masculino al ver a su estrella, Queta Claver entonar melodías como el pasodoble madrileño de las “Muchachas de azul”, la canzonetta del “Violaciocco”, la marchiña de “La Chana” o el cha-cha-chá titulado “¡Ráptame!”.

Queta Claver, la "otra" reina de la revista (VI)


El argumento de la revista no deja de ser todo lo enrevesado que este tipo de obras requieren: la acción nos sitúa en un caluroso agosto madrileño en donde los ciudadanos acuden a las piscinas de Ciudad Lineal a bañarse y, por la noche, divertirse en las diversas verbenas que pueblan los múltiples barrios de la ciudad. Ello da pie al primer número musical de la obra, el célebre pasodoble “Farolillo verbenero”:
Farolillo
verbenero,
pon colores en la cara
de la chula que más quiero.
A tu sombra,
farolillo,
juntaremos nuestras bocas
al compás de un organillo.
Farolillo
verbenero,
no nos dejes sin tu luz...
¡Que tu luz es el recuerdo
del Madrid que fue testigo
de mi alegre juventud!...
Tras el número, comienza la acción propiamente dicha presentándonos a Jacinto, un rodríguez veraniego que, mientras su familia pasa el verano en Las Navas, él se divierte en Madrid conquistando a jovencitas de buen ver. Una de ellas es Teresa, a quien le ha hecho creer que es viudo; la situación se complica cuando aparece don Prudencio, padre de la chica y antiguo compañero de Jacinto, a quien no veía desde hacía veinte años. Ambos comienzan a contarse algunas de las anécdotas vividas en el transcurso de ese tiempo y Jacinto le cuenta su flirteo con Teresa sin saber que es hija de aquél; sin embargo, cuando se descubre la verdad, Jacinto la abandona y marcha con su familia al lugar de veraneo. Para darle una lección al galán, Florentina, hermana de Teresa se hace pasar por ésta ante la familia de Jacinto.
Paralelamente, don Íñigo, padre de Jacinto, tuvo, en su juventud amores con Clotilde Pancorbo de Torremolina, vizcondesa de Piconevado, pero sus amores eran imposibles. Cuando los jóvenes fueron separados juraron mutuamente que sus hijos sí que se casarían; sin embargo, los dos tuvieron un varón por lo que la promesa pasa a los descendientes de estos; así, pues, el nieto de Clotilde ha de casarse con la hija de Jacinto y su mujer, Consuelo, pero, desgraciadamente, el matrimonio aún no ha podido tener descendencia, algo que irrita sobremanera a don Íñigo; sin embargo, cuando Consuelo encuentra en una chaqueta de su marido una carta de aquél destinada a Teresa, Benjamín, leal amigo de aquél y, para intentar echarle una mano, revela que Teresa no es otra sino un desliz de juventud de Jacinto y, por lo tanto, hija suya, algo que alegra enormemente a don Íñigo. Para complicar aún más las cosas, aparece en escena Aurora, antigua “amiguita” del padre de Florentina, con quien mantuvo una aventura tiempo atrás. Ésta ha sido contratada por Bienvenido, pasante de Jacinto para que se haga pasar por Teresa y así ayudar a su jefe, aunque, en realidad, lo que hace no es sino enrevesar el entramado argumental de la obra cuando, en lugar de hacerse pasar por Teresa, la obligan a ser hermana de aquélla y, por lo tanto, hija de don Prudencio. Este conflicto sirve de excusa para uno de los temas más famosos de la obra, el baiao titulado “El sabio Salomón”:
Salomón
decía con tesón:
Las cosas se arreglan solas;
es cuestión
de hacerse el remolón,
y no sufrir sin ton ni son.
Si ser feliz quieres,
ríe que ríe,
y echa las penas
del corazón...
¡Hay que vivir, niño,
con alegría
y sin ninguna
preocupación!...
Salomón,
el sabio Salomón
tenía toda la razón.
Pero, en lugar de aclararse las cosas, éstas vuelven a complicarse nuevamente cuando el nieto de Clotilde resulta ser el verdadero novio de Teresa. Finalmente todo se arreglará para Jacinto, quien, habiendo aprendido la lección, no volverá a ser de nuevo un rodríguez en vacaciones.

Queta Claver, la "otra" reina de la revista (V)


Porque Queta era Ana María y Ana María era Queta. La espectacularidad y el buen gusto en el montaje de la obra convirtieron a este espectáculo en uno de los mejores, ya no sólo dentro de su género, sino de la carrera artística de la actriz. Aún hoy día, entre el público mayor de cincuenta o sesenta años se recuerda el estribillo, tantas veces repetido y tarareado en su vida estudiantil, del pasodoble “Secretaria bonita”:
Secretaria bonita
¿quién te presta el correo?
¿quién trabaja a tu lado?
Y no siente mareo.
Deja que te repita
que estarías mejor
si supieras guardarme,
secretaria bonita,
un secreto de amor.
Después de Ana María, Queta volvió a repetir el éxito con otro sainete musical del tantas veces nombrado José Muñoz Román y, nuevamente en la parte musical con la colaboración del maestro José Padilla. La obra se titulaba La chacha, Rodríguez y su padre y fue estrenada el 19 de octubre de 1956 en el Teatro Martín de Madrid. Queta, que por aquel entonces se había convertido en una exitosa vedette a la que acudían, tanto damas como caballeros, a disfrutar de su presencia. Su público decía que nunca había sido una vedette descocada, “gustaba a los caballeros pero sin irritar a las damas”[1]. En esta ocasión, se contó con la colaboración de Bartolí y Asensi para efectuar los decorados; Cornejo, sobre figurines de Julio Torres fue el encargado de realizar el vestuario de la obra; la coreografía era de Ramos, los apuntadores en la noche de su estreno, José Camacho y Agustín Manso mientras que los maestros directores del espactáculo fueron Agustín Moreno Pavón y Vicente Machí. Queta estuvo acompañada por un reparto encabezado, además de por ella, por los grandes comicos que fueron Manuel Gómez Bur en el papel de Jacinto, Rafael López Somoza en el de su padre, don Iñigo, José Álvarez Lepe, Luis Heredia, Carmen Esbrí, su madre, Enriqueta Delás, Asunción Canivell, Mª del Carmen Guzmán y un largo etcétera. La obra, plagada de exitosas composiciones alcanzó nuevamente el favor del público. Había de todo: pasodobles, chotis, boleros, marchas, vals, slows, baiaos... y todo girando en torno al personaje encarnado por Queta, Florentina.
[1] Vid. ROMÁN, Manuel, op. cit. pág. 74.

Queta Claver, la "otra" reina de la revista (IV)


La revista partía de la idea de que cuando dos personas tienen el mismo sueño, éste se hace realidad y esas dos personas resultan ser don Cristóbal y su sobrino Gundito. Ambos coinciden en el mismo sueño: don Cristóbal inventa una loción derivada del petróleo que hace crecer rápidamente el pelo y encuentra a un adinerado socio, Arturo Carvajal, quien, a su vez, entra en relaciones con la hija de aquél, Ana María; pero, don Cristóbal, también sueña que es soltero, que su matrimonio con Manuela, su mujer, nunca llegó a realizarse porque el sacerdote que oficiaba la ceremonia se confundió de nombre y puso en su lugar el de su suegra; además, cree que es un conquistador nato y que todas las doncellas que están a su servicio amén de sus múltiples secretarias se encuentran perdidamente enamoradas de él y, para deshacerse de ellas, está su sobrino Gundito, a quien se las “traspasa” una vez se ha cansado de ellas; pero, además, resulta ser el protector de una bellísima joven, Laura del Río, a quien ayuda a triunfar en la revista. Todo este sueño va a ocurrirles en un período de siete meses, esto es, desde el 12 de agosto al 27 de febrero del siguiente año, espacio que ocupa mencionado sueño. Efectivamente, todos y cada uno de los acontecimientos soñados van sucediéndose irremediablemente hasta que Gundito, harto ya de saber lo que va a sucederle, decide quemar la agenda en la que todo lo soñado estaba escrito. Paralelamente, Ana María y su novio, Arturo Carvajal, sueñan con que toda la fortuna y el dinero de su familia se va al traste y comienzan a sucederles una serie de desgracias continuadas. Pero nada más lejos de la realidad. Todo ello resulta ser un nuevo sueño de don Cristóbal. Finalmente todo se resolverá de modo favorable y agraciado para los protagonistas: Manuela se volverá a casar con don Cristóbal, Gundito con una de las secretarias de su tío, Carolina, de la que andaba enamorado y Ana María triunfará en el teatro, lo que siempre soñó.
Este complicado argumento no pasó desapercibido para los múltiples espectadores que acudían presurosos noche tras noche a llenar las butacas del madrileño Teatro Martín. Más de mil representaciones seguidas estuvo Ana María en cartel; pero si divertido era su libreto, más aún su partitura, puesto que el maestro Padilla supo componer con la gracia y el donaire de los que solía hacer gala en sus múltiples trabajos, toda una serie de números musicales que prontamente se hicieron populares en el Madrid de la época: la conga del “¡Ay, chico!”, el pasodoble “Secretaria bonita”, el fox “Quiero ser mamá”, el vals “...Y no te olvides nunca de Ana María” o el bolero “Luna de Marianao” eran publicitados en radio, cancioneros, programas de mano, discos... Queta Claver fue desde entonces encumbrada al cielo de las vedettes españolas; se compenetró tanto con su personaje en este “sainete musical en dos actos” que logró mantenerlo en cartel meses y meses de éxito ininterrumpido logrando que los espectadores que asistían noche tras noche para contemplarla, a la par que recibían una fotografía dedicada de su estrella, cantasen:

Dedícame una foto, Ana María,
que quiero tu recuerdo, Ana María.
Tus ojos poder contemplar
como si fueras mía.
Tu boca poderla besar
y tu risa tener para siempre.
Dedícame una foto, Ana María,
que quiero tu recuerdo, Ana María.
Tus ojos poder contemplar
como si fueras mía...
...y no te olvides nunca de Ana María.

Queta Claver, la "otra" reina de la revista (III)


Pero, sin lugar a dudas, fue Queta Claver la que más destacó de toda la obra. La crítica de la época dijo, pues, de ella: “Los intérpretes realzaron obra y música. Dos bellezas soberanas: Mary Begoña y Queta Claver, con personalidad artística. Con garbo y con voz. ¡Magnífica en el cuplé de “Pastora Imperio”, que estaba en la sala y fue muy aplaudida, Mary Begoña! Deliciosa en un difícil papel de niña tonta, Queta. Esto como botón de muestra porque toda su actuación fue maravillosa” (Diario Madrid).
El siguiente paso en la carrera de Queta fue estrenar, en el año 1954 el sainete musical en dos actos, también de José Muñoz Román y música del maestro José Padilla, Ana María, un auténtico bombazo para la época y otra de las revistas claves en la historia del género que nos ocupa.
Queta, era, por aquél entonces, una mujer llena de vitalidad exuberante, un físico espectacular y una extraordinaria belleza. Se había convertido en primera vedette del Martín y, tanto en vallas como en anuncios publicitarios era anunciada constantemente: “De estudiante de Bachillerato a primera vedette del Martín”.
Ana María tenía una música elegante, vital y pegadiza compuesta por el almeriense José Padilla, a quien unió una gran amistad con Queta: “Era un hombre sencillo pero tenía una obsesión: colocar su canción “Valencia” en todas las obras suyas que pudiera, a cuento o no”[1].
Marchiñas, pasodobles, fox, boleros, canciones, congas y hasta un can-can, de todo había en la obra, y ahí fue donde, Queta Claver, consiguió encumbrarse al olimpo de las plateas españolas como la digna sucesora de la Gámez.
[1] Vid. ROMÁN, Manuel, op. cit. pág. 74.

jueves, 24 de julio de 2008

Queta Claver, la "otra" reina de la revista (II)


Posteriormente, ya en 1952, Muñoz Román, en colaboración con Manuel Faixá y Fernando Moraleda, escribe un pasatiempo cómico-lírico en dos actos titulado ¡A vivir del cuento! La obra, que iba a ser estrenada por la célebre vedette de entonces Trudi Bora, constituyó todo un enorme éxito, ya no sólo por su divertido libreto sino además por las pegadizas melodías que salpicaban los numerosos cuadros de la obra. El destino hizo que Trudi enfermase y, Muñoz Román, que bebía los vientos por Queta, no obstante siempre fue su gran amor, la sustituye por aquélla, consagrándose desde ese momento como una de las mejores vedettes de la época, y eso que el canto no era uno de sus fuertes precisamente.
En ¡A vivir del cuento!, Queta Claver compartía cartel con Mary Begoña, Concha Farfán, Nieves Plaza, Carmen Jiménez, José Álvarez “Lepe”, Luis Heredia, Rafael Cervera, Luis Franco, Héctor Monteverde, José Lucio y Amparito Alvarado. El estreno de la obra fue la noche del 1 de marzo de 1952 y su argumento consiguió llenar de carcajadas al patio de butacas que abarrotaba el Teatro Martín: el señor Dámaso era dueño de una modesta imprenta que debía atender en unión de su sobrino Aurelio; pero aquello es un desastre. Nadie trabaja y sólo se piensa en el modo de burlar a los innumerables acreedores que les acechan continuamente. Sólo Marina, hija de Dámaso y de su media naranja, la señora Leocadia, es la que, según ella misma, se parte los dedos trabajando contra la máquina de escribir para intentar llevarles el pan a todos. Un día anuncian la visita del escocés Sir Cooligan acompañado de su hija Guillermina, papel que interpreta Queta y que da lugar a una de las marchiñas más pegadizas y tarareadas de la obra:


Guillermina
tu mirada me fascina.
¡Guillermina!
¡Guillermina!
Y tu boca, Guillermina,
me asesina.
¡Guillermina!
¡Guillermina!
Es el hombre
muy mentiroso,
¿quién creerle se atreverá?...

Junto a Guillermina y Sir Cooligan también viaja la segunda esposa de éste, Vicky. El escocés, pues, llega para reclamar el original de quince cuentos representables que escribió su difunto padre y dejó en la imprenta hace varios años para que tirasen la primera edición. Como cierta editorial americana ofrece por dichos cuentos una importantísima cantidad de dólares, Sir Cooligan se indigna y amenaza de muerte a todos al enterarse de que tan preciado original ha sido vendido al peso entre otros papeles sin ningún valor; pero el abuelo Andrés, hombre aficionado al cuento, asegura que, aunque se haya extraviado el original, él recuerda los asuntos de que trataban esos cuentos perfectamente. El escocés, que no puede detenerse en España, ofrece llevarse con él a toda la familia con tal de que el abuelo le relate cada día un cuento de los de su padre y así poder rehacer el original y cobrar los dólares. Son, pues, quince días viajando por el extranjero con todo pagado. Toda la familia expresa su satisfacción ante la perspectiva de semejante viaje, excepto el abuelo al que, sin duda, el plazo de quince días se le antoja muy corto. Para ampliarlo, dice que, como él conoce tantos cuentos, se ha hecho un lío en su cabeza y no sabe cuáles son los cuentos del escocés y cuáles no. Así es que tendrá que contar los mil seiscientos que sabe y que ellos seleccionen.
Y empieza el viaje. Surgen, así, los distintos cuentos que representan los mismos personajes: CUENTO GALANTE, CUENTO INFANTIL, CUENTO FINANCIERO, CUENTO VENECIANO, CUENTO DE LADRONES, CUENTO MEXICANO, CUENTO POLÍTICO. Pero ninguno de los que dejó escritos el padre de Sir Cooligan, cosa que empieza a desesperar al escocés, quien se considera estar siendo burlado por la familia madrileña.
En Maracaibo, hacen amistad con Óscar Miranda, muchacho millonario de Caracas que se enamora de Marina. Y es allí, donde por una circunstancia pintoresca, representan un cuento que resulta ser del padre del escocés; sin embargo, ya no es necesario rehacer el original perdido porque Sir Cooligan ha enviado a la editorial americana los cuentos que han ido representando y los pagan todavía más espléndidamente que los de su padre.
La obra, pues, está salpicada de chispeantes y pegadizas melodías: el chotis “¡Yo, de Madrid!”, el foxtrot “El flechazo”, el joropo venezolano “La Perica”, el bolero-beguine “Me embrujaste el corazón”, el fox del “Cuento”, el corrido “¡Quién pudiera!”, la serenata-vals “Canción veneciana” y, sobre todos ellos, el pasodoble “Pastora Imperio”, interpretado maravillosamente por Mary Begoña y Luis Franco, supuso otro acierto más en la notable carrera de éxitos de Muñoz Román:


Pastora,
Pastora Imperio,
gitana de caliá,
las estrellitas der sielo
te dieron su claridá.
Pastora,
Pastora Imperio;
flor de la rasa calé...
Con mi amor sueña un torero
y ¡ay!, yo me muero,
madre por él.

Queta Claver, la "otra" reina de la revista (I)


“... y no te olvides nunca de Ana María...” fue el estribillo más pegadizo y repetido por los múltiples espectadores que acudían al coliseo de la calle de Santa Brígida, esto es, el Teatro Martín, propiedad del comediógrafo y empresario José Muñoz Román, para presenciar a una incipiente estrella del género revisteril: Queta Claver. Corría el año 1954.
Enriqueta Claver Delás, que así era su verdadero nombre, fue considerada durante la década de los cincuenta y sesenta como la digna sucesora de una ya entrada en años Celia Gámez.
Nacida en Valencia en 1932, era hija de la también actriz Enriqueta Delás. Estudió teatro, declamación y canto en su ciudad natal. Por sus enormes y destacadas dotes para la declamación, pudo desplegar toda una amplia gama de registros a los largo de su carrera artística, lo que le permitió enriquecer la gran cantidad de papeles que interpretó tanto en cine como en teatro y televisión. Debutó en el Teatro de los Obreros de Valencia, experiencia que más tarde le serviría para entrar, con dieciocho años, de meritoria en la compañía de Rafael Rivelles en la obra Un crimen vulgar, de Luca de Tena. Era el año 1950: “Yo empecé, siendo muy niña, en el teatro, en funciones de aficionados en La Casa de los Obreros, en Valencia. Lo primero que hice fue salir al escenario, con un abanico entre las manos, teniendo yo doce años, en la obra “Amores y amoríos”. Mi padre, que era dueño de varios bares, aceptaba a regañadientes que yo fuera artista, porque también lo había sido mi madre, pero procuraba no disgustarlo, diciéndole los domingos que me iba al cine, cuando en realidad me marchaba a hacer teatro. Así es que se enteró ya tarde de que yo iba a ser artista profesional, cuando me llamó Rafael Rivelles para su compañía. Estuvo una semana sin hablarme mientras yo representaba “Un crimen vulgar en el teatro” Eslava”[1]. Esta obra le abrió las puertas del género frívolo, puesto que fue contratada, por su porte elegante, sus envidiables ojos verdes y su atractivo, como tercera vedette por Muñoz Román para actuar en el Teatro Martín de Madrid en la revista ¡Cinco minutos nada menos!


[1] Vid. ROMÁN, Manuel: Canciones de nuestra vida. De Antonio Machín a Julio Iglesias, Madrid, Alianza, 1994, pág. 73.

sábado, 19 de julio de 2008

Próximamente, en HISTORIAS DE LA REVISTA MUSICAL ESPAÑOLA...

* Centenario del comediógrafo D. Adrián Ortega, octubre 2008 (cinco capítulos para homenajear al hombre, al actor, al comediógrafo, al director, al cómico...)
* Biografía de Queta Claver, la "segunda" reina de la revista
* 50 aniversario del estreno de S.E., la Embajadora, opereta de Arturo Rigel, Francisco Ramos de Castro y Francis López
* Salida del libro Un "demonio escénico" llamado Celia Gámez (septiembre 2008)
* Concurso: "Desde la claque", con muchos premios, sorpresas y regalos para los aficionados a la revista musical española para celebrar nuestro primer aniversario en la red.
¡¡VIVA LA REVISTA!!

Cómicos y galanes (y XXVIII): Zori, Santos y Codeso


Uno de los tríos cómicos más populares y que mayores éxitos cosecharon en el panorama revisteril de su época. Esta sociedad funcionó durante algo más de veinte años hasta que en 1963 Manolo Codeso decidiera formar su propia compañía, dejando al dúo Zori y Santos dedicándose exclusivamente al género frívolo.
El trío estaba formado por Fernando Santos, que era el mayor de los tres. Nacido en Salamanca en 1923, fue un cómico de raza, de aquellos que empezaban en el mundo artístico desde edad muy temprana actuando en papeles insignificantes. Él lo comenzó haciendo en 1940, en una compañía juvenil de zarzuelas en la que percibía quince pesetas diarias junto a otros principiantes, posteriormente muy conocidos también dentro del género revisteril como Rubén García, Paquito Cano o Pedro Peña. En 1943 pasó a la compañía de Mariano Madrid donde conoció a Tomás Zori y Manolo Codeso, los otros dos integrantes de este particular y exitoso trío de cómicos.
Tomás Zori nació en 1925 en el Puente de Vallecas, en Madrid. Hijo de un albañil, desde pequeño sintió una especial atracción por el mundo escénico. Conoció a Manuel Codeso, oriundo de Cádiz, ciudad en la que vino al mundo en el año 26, en la compañía de Mariano Madrid, quien le contrató para actuar en diversos espectáculos y obras que llevaba en su repertorio; pero no sería hasta 1947 cuando el maestro Guerrero los contratase para actuar en la humorada cómico-lírica original de Paradas y Jiménez La blanca doble en el madrileño Teatro La Latina. Allí actuaron junto a Mary Campos, Pilarín Bravo, Carmen Martín o Isabelita de la Vega, haciendo de mencionada obra un auténtico “boom” teatral para la época. Aclamada, criticada, perseguida, censurada, prohibida... La blanca doble fue uno de esos acontecimientos teatrales que no se olvidan fácilmente. La crítica llegó a decir de ella: “El libro tiene salero, mucho salero, en diálogo y en sus situaciones, en lo que dice y en lo que sugiere, perfectamente encuadrado en el movimiento escénico: las mismas cortinas que facilitan el cambio de lugar de la acción, quedan dentro de este encuadre por la presencia ante ella de personajes o números que, con el argumento, por continuidad o referencia se relacionan. La música es garbosa, alegre, con esa alegría comunicativa de sabor popular que tarareamos inconscientemente, con el ánimo despejado, abierto al retozo. ¿No es ésa la música que corresponde a una pieza de este corte? Pero hay en ella algo más: facilidad melódica marca Jacinto Guerrero. [...] Los escenarios tienen color y buen tono; tono de revista que le va a la acción y al ambiente muy bien. El vestuario de las vedettes y señoritas de conjunto responde, dentro de su variedad, a ese sentido de lo que debe ser para que realce los encantos femeninos. [...] Tiene cuadros, alguno como el titulado “Encaje de bolillos”, de tres planos, que es sencillamente primoroso. Éste, como todos los demás, justos en medida y tiempo para que dejen en el espectador ganas de verlos otra vez. [...] Es una humorada cómico-lírica, con libro de comedia y excelencias de revista, retozo del oído y de los ojos, que nos clava en la butaca insensibles al tiempo que pasa y, por su amenidad, nos sabe a poco”.[1]
Efectivamente, La blanca doble tenía una extraordinaria partitura cuyos números comenzaron a hacerse tremendamente populares a través de la radio. Geniales estaban este trío de cómicos en el vals de “Los texanos” o las bulerías del “¡Ay, qué tío!” con su tarareado estribillo: “¡Ay, qué tío, ay, qué tío, qué puyazo le ha metío!”. El argumento de esta revista era bien sencillo: Lozoya trabaja con su mujer Blanca en la lencería que ésta posee en Madrid. Ambos forman un matrimonio muy particular puesto que aquélla domina en demasía a su marido y él, obedece y calla. Lo que no sabe Blanca es que Lozoya está enamorado de una clienta, Blanquita, a la que no cesa de cortejar continuamente. Para poder quedar a solas con ella, le dice a su mujer que va a acudir al funeral de un amigo suyo, Peláez, algo que, aunque irrita a Blanca, no puede dejar de aceptar. Sin embargo, la trama se complica cuando Blanca envía una corona de flores a Peláez, el supuesto difunto, que aparece más vivo que muerto indignado por la tropelía que ha cometido el que creyera su mejor amigo. Así las cosas, Peláez descubre la aventura que Lozoya tiene con Blanquita y, junto a la mujer de aquél, parten al encuentro de los amantes dispuestos a desenmascararlos. Al descubrirse el enredo, Blanca abandona a su marido y éste se fuga con Blanquita. Como Lozoya no dispone de dinero al quitárselo su mujer, se introduce en el teatro como artista de variedades, pero para Blanquita es demasiado poco ya que una mujer tan superficial como ella necesita que los hombres la colmen de caprichos y Lozoya no puede costeárselos, por lo que lo abandona y se fuga con su amigo Peláez. Finalmente, todo se resolverá a favor de Lozoya cuando, arrepentido, vuelva al lado de la única mujer que verdaderamente lo quiere: Blanca.
Tras el éxito sin igual que supuso La blanca doble, el trío de cómicos comenzó una fulgurante carrera artística en colaboración. Juntos aparecieron en infinidad de títulos inolvidables dentro del género como Los babilonios (1949), Pescando millones (1950), Tres gotas nada más (1950), Oriente... y accidente (1951), Metidos en harina (1953) otro de sus grandísimos éxitos, Tres caballeros (1954), Una cana al aire (1954), Lo que quiera mi papá o ¡Vivan los novios! (1958), Tres eran tres los novios de Elena (1961), que supone el punto de inflexión en el grupo con la marcha de uno de sus integrantes, Manolo Codeso, a causa de un asunto de rivalidades femeninas entre las dos vedettes protagonistas de la revista, Queta Claver y Milagros Ponti.
Pero Manolo Codeso decidió separarse del grupo y formar su propia compañía. No sería hasta 1967 cuando el trío volviese a reunirse de nuevo en una reposición de Metidos en harina, pieza que volverían a reponer en 1991, siendo ésta la última ocasión en que actuarían juntos.
Por su parte, tras la separación de Codeso, Zori y Santos continuaron en el género revisteril hasta 1977 aproximadamente, género que abandonarían momentáneamente para dedicarse a la comedia. Los dos incluirían en sus espectáculos a las grandes vedettes del momento como Celia Gámez, con la que trabajaron en El último de Filipinas (1971), Queta Claver, Esperanza Roy, Mª José Cantudo, Lina Morgan... Entre los títulos que estrenaron destacan: Operación millón (1962), Antón Pirulero (1962), Me lo dijo Adela (1963), El marido de mi mujer (1964), El guardia y el taxista (1965), A Alemania me voy (1967), Trabaja pero seguro (1967), Los tunantes (1968), Esto tiene truco (1970), Un, dos, tres, cásate otra vez (1972), La señora es el señor (1974), El cuento de la lechera (1974), Todo el monte es orégano (1978), etc.
Fernando Santos falleció en 1993 ; posteriormente lo harían Tomás Zori (2002) y Manolo Codeso (2005). Con ellos, la revista musical española desapareció definitivamente del panorama escénico español.
[1] Vid. Crítica en el libreto explicativo del CD El sobre verde. La blanca doble, Barcelona, Blue Moon, “Serie Lírica”, 2000.

Cómicos y galanes (XXVII): Paco Valladares


Nacido en Pilas, Sevilla, en 1936, estudió en el Conservatorio y recibió clases del actor José Franco. Completó su formación escénica en el Teatro Español Universitario de Cámara. Inició su actividad profesional bajo la dirección de José Luis Alonso en la compañía de Mª Jesús Valdés y José Mª Mompín. Durante varios años permaneció en el Teatro Marquina de Madrid donde puso en escena a Salom, Buero Vallejo, Simon, etc. A lo largo de su dilatada trayectoria profesional participó en numerosas obras de teatro en radio y televisión, intervino en múltiples series, puso su voz para la grabación de poemas, fue doblador de grandes estrellas hollywoodenses como Richard Burton, Anthony Perkins o Marlon Brando. Es considerado como el último galán de la revista tras haber intervenido en obras como Por la calle de Alcalá (1983) o ¡Mamá, quiero ser artista! (1986).

viernes, 18 de julio de 2008

Cómicos y galanes (XXVI): Carlos Saldaña, "Alady"


Nacido en Valencia en 1902, desde muy joven comenzó escribiendo cuplés y piezas de corte arrevistado que él mismo interpretaba en populares cafés y posteriormente en los teatros de variedades. Su época de mayor esplendor corresponde a las décadas de los años veinte y treinta donde actúa en grandes espectáculos para célebres teatros barceloneses como el Molino, el Novelty, el Café del Comerç, etc. Participó, además, en algunas producciones cinematográficas y, ya entrada la década de los cuarenta, en plena posguerra, se dedicó por completo a la revista formando pareja con Mary Santpere dentro de la compañía de Arthur Kaps. Constituyó un trío muy popular junto a Laura Pinillos y José Álvarez Lepe. Participó en revistas y espectáculos como Las inyecciones (1927), Noche loca (1927), Las tentaciones (1932), ¡Gol! (1933), ¡Que me la traigan! (1935), Dos millones para dos (1944), Gran Clipper (1948), ¡Taxi... al cómico! (1948), Tropicana (1957), Los ingenuos del Paralelo (1966), etc.

Cómicos y galanes (XXV): Alfonso del Real


Nombre artístico de Alfonso Sánchez del Real nacido en el trasatlántico Alfonso XIII cuando sus padres viajaban a La Habana. Allí residiría hasta los trece años. A comienzos de los años treinta debutó como meritorio en la compañía de Antonio Vico y Carmen Carbonell. Después pasó a la de Loreto Prado y Enrique Chicote. Perteneció también a la compañía del Teatro Pavón de Madrid donde actuó en revistas como Las de los ojos en blanco (1934) o ¡Que me la traigan! (1935) alternando aquel escenario con el Martín. Ya en la posguerra se especializó como tenor cómico de zarzuela alcanzando notables triunfos. Posteriormente intervendría en múltiples películas, programas y series de televisión no dejando nunca su faceta de actor teatral. Con su característica voz y su aspecto menudo y regordete consiguió cautivar a un gran número de público convirtiéndose en un verdadero secundario de lujo del teatro español. Su intervención en el ámbito de la revista es muy extensa y los títulos en los que participó pueden contarse por cientos, entre ellos destacamos Doña Mariquita de mi corazón (1942), Una rubia peligrosa (1942), ¡Cinco minutos nada menos! (1944), Tres días para quererte (1945), El hombre que las enloquece (1946), La blanca doble (1947), Róbame esta noche (1947), Los dos iguales (1949), Los babilonios (1949), Tentación (1951) , Un matraco en nueva York (1957), ¡Usted sí que vale! (1966), etc. Su etapa en la revista musical le deparó muchísimo éxito, especialmente en lo referido al trío que formó con otros inolvidables cómicos del género como Lepe y Heredia además de haber trabajado con las más bellas vedettes del momento: Trudi Bora, Dorita Imperio, Raquel e Irene Daina, Maruja Tomás, Mary Begoña, Maruja Tamayo, América Imperio, Elenita Maya, Beatriz de Lenclós, Gracia Imperio... Al mismo tiempo que conocía a los grandes libretistas y compositores de su tiempo: Muñoz Román, Antonio y Manuel Paso, Daniel Montorio, Alonso, Guerrero, Rosillo...

Cómicos y galanes (XXIV): Pedro Peña


Vallisoletano de nacimiento, este actor de trayectoria eminentemente teatral se subió a las tablas de un escenario por vez primera con diez años. Su carrera posterior se desarrollaría en el campo teatral, especialmente en Barcelona, donde se mantuvo más de 25 años trabajando en el Teatro Apolo. Especializado en el terreno de la comedia, representó durante muchos años el papel de actor cómico en decenas de revistas siendo junto a Luis Cuenca, uno de los compañeros habituales de la vedette Tania Doris. A finales de la década de los setenta comienza a colaborar junto a Lina Morgan en el Teatro La Latina de Madrid donde interviene en las obras ¡Vaya par de gemelas! (1981) y ¡Sí, al amor! (1983), que llegaron a convertirse en dos de los mayores éxitos de taquilla del teatro musical español durante el siglo XX. También intervendría, posteriormente en otra serie de comedias junto agrandes actores como Antonio Garisa o José Luis López Vázquez. Más tarde se dedicaría a aparecer en diversas series de televisión cosechando notable popularidad hasta 2005, año en el que, hasta la fecha, ha sido su última intervención televisiva en la serie Un paso adelante. Entre sus obras revisteriles, además de las citadas, pueden mencionarse Llévame a París (1971) o Especialista en desnudos (1977), entre otras muchas.

Cómicos y galanes (XXIII): Andrés Pajares


Andrés Pajares Martín, nació en Madrid en 1940. Se inició como actor cómico en salas de fiestas y, posteriormente, sería contratado en las compañías musicales de Antonio Machín, Manolo Escobar y Tony Leblanc, encabezando una cartelera por primera vez junto a Antonio Casal y actuando con Sara Montiel y Rocío Jurado antes de formar su propia compañía de revistas alternando los escenarios con el café-teatro, especialidad donde alcanzó peculiar relieve y grabando varios discos a la vez. Interviene en numerosos programas de televisión, especialmente con un personaje, el currante, que más tarde sería llevado al cine unos años después. Participa en numerosas películas y forma pareja humorística con Fernando Esteso. Ambos obtienen notable popularidad en una serie de filmes bajo la dirección del inefable Mariano Ozores. Posteriormente se separarían y, Pajares, actuaría esporádicamente en cine y varias series de televisión volviendo a alcanzar mucho éxito nuevamente. Entre las revistas en las que intervino destacan: Las teleguapas (1967), Matrimonio a la inglesa (1967), Una viuda de estreno (1968), ¡Más vale pájaro en mano! (1973), etc.

Cómicos y galanes (XXII): José Orjas


Nombre artístico de José Orjas González, uno de los grandes actores secundarios de la historia escénica española. Nacido en Madrid en 1906, comenzó su andadura teatral protagonizando múltiples comedias de Jardiel Poncela, aunque su popularidad la alcanzaría gracias a su intervención en numerosas apariciones en la pantalla grande, donde han quedado para la memoria películas como Atraco a las tres o Plácido. Su incursión en el campo de la revista también resulta bastante notable, habiendo intervenido en no pocos espectáculos frívolos, aunque su intervención más destacada corresponde a la obra Ana María en 1954. Murió en Madrid en 1983.

jueves, 17 de julio de 2008

Cómicos y galanes (XXI): Juanito Navarro


Nacido en 1928, este popular actor se ha dedicado, fundamentalmente al género de la comedia y de la revista estrenando multitud de títulos. En 1945 realiza el meritoriaje durante seis meses en el Teatro Español, permaneciendo en él hasta completar la temporada y toma parte en producciones como Don Juan Tenorio, La dama duende o El sueño de una noche de verano. En 1946 ingresa en la Compañía de Comedias de Mariano Azaña y Mª Luisa Moneró, como galán cómico. Posteriormente se incorpora a la de Josita Hernán y Antonio Casal alcanzando notable éxito en obras de autores españoles y extranjeros como La tonta del bote o Pigmalión. Entre 1947-1949 estrena, junto a Pepe Orjas y Antonio Riquelme la exitosísima y legendaria La blanca doble en Barcelona donde ofrecen más de seiscientas representaciones seguidas a teatro lleno. En 1950 estrena El año pasado sin agua y Los babilonios, en la compañía titular del Teatro La Latina donde permanecerá dos años. Entre 1952 y 1957 pasa a la Compañía del Maestro Cabrera como Primer Actor y Director durante cinco años. Entre 1958 y 1959 ingresa en la compañía del Teatro Martín y representa Doña Mariquita de mi corazón, Un paleto en Nueva York, Cásate con una ingenua y otras tantas revistas. En el lustro que va desde 1960 a 1965, forma compañía de comedias propia actuando en el Teatro de la Comedia durante seis meses y en el Teatro Reina Victoria otros seis poniendo en escena obras como La venganza de don Mendo, ¿Quién me compra un lío?, Cornejo tiene un complejo, Don Armando Gresca, Cuñada viene de cuña, etc. A partir de 1966 interviene en la Compañía de Tony Leblanc con la revista Todos contra todos y forma pareja artística con la inigualable Lina Morgan en la Compañía de Colsada. Forma, además nueva compañía de revistas y presenta en Madrid a Bibí Andersen y al personaje de Doña Croqueta. En la temporada 1982-1983 monta la revista La chispa de la vida y contrata a María Isbert para el papel de Doña Croqueta, a Tania Ballester como Primera vedette y a Ángel Luis Yusta de Primer galán cómico, recorriendo España durante casi dos años. Interpreta la comedia musical La vida comienza cada mañana de Garinei y vuelve a formar compañía con Antonio Ozores durante tres años más montando varias revistas y comedias musicales y alcanzando con todas ellas un gran éxito de público. Representa ya en la década de los noventa un nuevo y exitoso montaje de La corte de faraón y El asombro de Damasco. Desde entonces, interviene en diversas comedias y forma compañía con Quique Camoiras. En la actualidad representa la revista El Cirilo y Doña Paca, ¡¡¡Vaya traca!!!, junto a Miguel Caiceo.

Cómicos y galanes (XX): Tito Medrano


Célebre y versátil actor cómico de revista que alcanzó gran fama gracias a su intervención en las revistas de Lina Morgan ¡Vaya par de gemelas! (1981), ¡Sí, al amor! (1983) y El último tranvía (1987). De estatura menuda, su físico fue siempre una de sus grandes bazas a la hora de interpretar los más diversos papeles haciendo siempre un gracioso contraste con la vedette de turno. Posteriormente trabajaría en diversas series de televisión o películas, entre las que cabe destacar la célebre adaptación de Las leandras en 1969 bajo la batuta de Eugenio Martín o en la revista Tu novia es mi mujer (1973) junto a Juanito Navarro y Rafaela Aparicio, entre otras.

Cómicos y galanes (XIX): Rafael López Somoza


Popular actor madrileño que inició su labor en los escenarios españoles en el Teatro Apolo. Pasó después a la compañía de Casimiro Ortas y viajó hasta La Habana. A su regreso trabajó en el Teatro de la Comedia y antes de jubilarse perteneció a la compañía de Paco Martínez Soria, cosechando, junto al cómico, innumerables éxitos y aplausos. Su enorme talento para despertar las cacajadas del público le hizo ser uno de los más queridos actores de su tiempo, interviniendo en múltiples comedias y alguna que otra incursión en el campo revisteril como la reposición de la célebre “zarzuela cómica moderna” Yola en 1953 en el Teatro Lope de Vega de Madrid formando parte de la Compañía de Ases de Celia Gámez junto a Luis Prendes, entre otras.

Cómicos y galanes (XVIII): Lepe, Cervera, Bárcenas y Heredia


Este inigualable grupo de cómicos puede calificársele como uno de los mejores de toda la historia de la revista musical española. Trabajaron en múltiples ocasiones juntos, otras formando pareja, pero, las veces en que vinieron a coincidir, consiguieron que la obra en la que actuaban fuese un irrepetible éxito; prueba de ello, la milenaria opereta de 1944 con libreto de Muñoz Román y música del maestro Guerrero, ¡Cinco minutos nada menos!; además, los cuatro coincidieron en otras tantas exitosas revistas de la posguerra como Ladronas de amor (1941) con libreto de Muñoz Román y partitura del maestro Alonso; Doña Mariquita de mi corazón (1942) también de los mismos autores o Luna de miel en El Cairo (1943) del mismo tándem anteriormente nombrado. Por su parte, Lepe coincidió con Luis Heredia en La chacha, Rodríguez y su padre en 1956 con libreto del tantas veces mencionado Muñoz Román y música del almeriense José Padilla, por ejemplo, y Rafael Cervera con Pepe Bárcenas en ¡Qué cuadro el de Velázquez esquina a Goya! en 1963 con libreto nuevamente de Muñoz Román y partitura de Fernando Moraleda o en 1966 junto a Celia Gámez en A las diez, en las cama estés, un “sainete de espectáculo en dos actos” con música de los maestros Cabrera y Moraleda y libreto de José Muñoz Román, entre otras.
José Álvarez Lepe nació en Madrid en 1891. Su verdadero nombre era José Álvarez Jáudenes, sobrino del también actor y escritor Mariano José de Larra y, aunque empezó su vida artística en el circo como malabarista, no sería hasta 1927 cuando entrase en el mundo de las variedades formando pareja con el popular Ramper en diversos espectáculos musicales presentados en el Teatro Romea de Barcelona y en el Pavón de Madrid. Posteriormente se pasaría a la revista musical y ya, desde entonces, sólo o acompañado en sus labores de cómico por alguno de sus anteriores compañeros, estrenaría un sinfín de títulos. Formó parte de las compañías de Celia Gámez, Luis Esteso, Conchita Leonardo y Laura Pinillos. Entre los títulos que interpretó pueden destacarse: Las inyecciones (1927), El antojo (1929), ¡Por si las moscas! (1929), Las leandras (1931), ¿Qué pasa en Cádiz? (1932), ¡Que me la traigan! (1935), Las tocas (1936), Historia de dos mujeres o Dos mujeres con historia (1947), ¡Yo soy casado, señorita! (1948), ¡A vivir del cuento! (1952), Ana María (1954), Una jovencita de 800 años (1958), etc. A partir de 1940 entró a trabajar en el Teatro Martín de Madrid, propiedad del entonces célebre libretista y empresario Pepe Muñoz Román bajo cuya batuta actuó en un sinfín de revistas escritas por este maestro del sainete frívolo. Trabajó después en cine y, a partir de 1963 entró a formar parte del cuadro de actores del madrileño Teatro de la Comedia. Murió en Madrid en 1967.
Pepe Bárcenas fue, como su compañero, otro notabilísimo actor especializado en el terreno cómico. Su menuda estatura y sus particulares dotes para la interpretación hicieron que se granjease la simpatía del público que asistía a cada una de sus interpretaciones. Entre ellas: Los dos iguales (1949), ¡Eres un sol! (1950), La hechicera en Palacio (1950), El águila de fuego (1956), S. E., la Embajadora (1958), ¡Aquí, la verdad desnuda! (1965) o A las diez en la cama estés (1966). Trabajó asiduamente en la compañía de Celia Gámez.
Luis Heredia comenzó su carrera teatral ya bien entrado el primer tercio del siglo XX actuando en notables revistas que hicieron furor en la época como Ris-ras (1928), Los faroles (1928), Los verderones (1929), Los caracoles (1930), La sal por arrobas (1931), Pelé y Melé (1931) o Las niñas de Peligros (1932) , entre otras. Más tarde, en la posguerra, intervendría junto a sus compañeros Lepe, Bárcenas y Cervera en las revistas mencionadas unas líneas más arriba, casi siempre en pareja.
Rafael Cervera, al igual que el resto de los anteriormente nombrados, poseía unas muy particulares a la par que especiales dotes para hacer reír al público. Su innata simpatía y su desparpajo a la hora de interpretar sobre el escenario le granjearon no pocos éxitos. Entre las revistas en las que actuó sobresalen: Ladronas de amor (1941), Doña Mariquita de mi corazón (1942), Luna de miel en El Cairo (1943), ¡Cinco minutos nada menos! (1944), Historia de dos mujeres o Dos mujeres con historia (1947), ¡Qué cuadro el de Velázquez esquina a Goya! (1963) o A las diez en la cama estés (1966), entre otras muchas.
Sin lugar a dudas, este grupo de cómicos fue uno de los más sobresalientes de toda la historia del género frívolo español únicamente igualable al trío que formaban Tomás Zorí, Fernando Santos y Manolo Codeso. Los cuatro trabajaron con las más bellas y mejores vedettes de todos los tiempos: Maruja Tamayo, Maruja Tomás, Celia Gámez, Raquel Rodrigo, Elsie Byron, Selica Pérez Carpio, Blanquita Pozas, Virginia de Matos... a la par que lo hicieron con los mejores libretistas (Muñoz Román, González del Castillo, Vela, Sierra, Campúa, Paradas, Jiménez...) y músicos (Alonso, Guerrero, Montorio, Rosillo, Francis López, Moraleda...). En definitiva, juntos, estrenaron algunos de los mayores éxitos del género revisteril y convirtieron sus interpretaciones en verdadero paradigma del difícil arte de hacer reír y entretener a un auditorio en un penosa época para nuestro país.

Cómicos y galanes (XVII): Emilio Laguna


Nacido en Valladolid en 1930, este popular actor licendiado en Derecho, se trasladó en 1958 a Madrid para dedicarse a su verdadera vocación: el teatro. Desde entonces y, hasta nuestros días, no ha parado de trabajar incansablemente interviniendo en numerosas obras teatrales, ya sean cómicas o dramáticas, declamadas o musicales, en múltiples programas y espacios televisivos amén de numerosas producciones cinematográficas, consiguiendo en todas y cada una de sus interpretaciones el favor del público. Dotado de unos extraordinarios recursos cómicos, encasillado en papeles afeminados, este actor interpretó obras como Una estrella para todos (1965), espectáculo musical de Jesús Mª de Arozamena y Fernández Montesinos, El cocherito leré (1966), comedia musical de Ricardo López Aranda y Ángel Fernández Montesinos con música de Carmelo Bernaola o ¡Ella! (1966) también de Arozamena y Montesinos con música de Moreno Torroba y Gregorio Gª Segura, entre otras.

martes, 8 de julio de 2008

Un "demonio escénico" llamado Celia Gámez


Amigos y amantes del teatro en general y de la revista en particular. Gracias a la tremenda acogida y al éxito cosechado por YOLA. Historia del primer "boom" teatral de la posguerra, agotado por completo y ya en su segunda edición, os comunicamos que su continuación, Un "demonio escénico" llamado Celia Gámez saldrá a la venta a mediados del mes de septiembre por el mismo precio, 20 euros. La tirada de 500 ejemplares de Yola, agotados en cuatro meses nos ha motivado para seguir con nuetsro afán de seguir dando a conocer un género tan vilipendiado y criticado como el de nuestra añorada revista musical. Desde éste, nuestro pequeño rinconcito, abrimos además una ventana de participación para todos aquellos que queráis contarnos anécodtas relacionadas con el género, sugerencias o compra de libros, material, intercambio, etc.

Un "demonio escénico" llamado Celia Gámez será la antesala de la esperada biografía, completísima por otra parte, que acerca de la vedette el profesor Montijano Ruiz está preparando. El libro se confiere, además, como una continuación del éxito obtenido por YOLA, al centrarse en la tercera de las "comedias musicales" que Celia realizó en la posguerra tras La Cenicienta del Palace y Yola, si no tenemos en cuenta la reposición hecha a principios de la posguerra de El baile del Savoy. Anécdotas, figurines y vestuario, puesta en escena, argumento, números musicales, personajes, toda la crítica de la prensa de la época, la evolución del personaje central... y, todo ello, teniendo como marco incomparable el añorado Teatro de Eslava y una nueva "comedia musical" para el recuerdo. Año 1942. Título: Si Fausto fuera Faustina con libreto de José Luis Sáenz de Heredia y Federico Vázquez Ochando y música de los maestros Quintero y Moraleda.

No os perdáis la oportunidad de seguir conociendo de cerca algo tan nuestro como la revista musical española. Realizad ya vuestra reserva en el email: montijanoruiz@yahoo.es.