La revista partía de la idea de que cuando dos personas tienen el mismo sueño, éste se hace realidad y esas dos personas resultan ser don Cristóbal y su sobrino Gundito. Ambos coinciden en el mismo sueño: don Cristóbal inventa una loción derivada del petróleo que hace crecer rápidamente el pelo y encuentra a un adinerado socio, Arturo Carvajal, quien, a su vez, entra en relaciones con la hija de aquél, Ana María; pero, don Cristóbal, también sueña que es soltero, que su matrimonio con Manuela, su mujer, nunca llegó a realizarse porque el sacerdote que oficiaba la ceremonia se confundió de nombre y puso en su lugar el de su suegra; además, cree que es un conquistador nato y que todas las doncellas que están a su servicio amén de sus múltiples secretarias se encuentran perdidamente enamoradas de él y, para deshacerse de ellas, está su sobrino Gundito, a quien se las “traspasa” una vez se ha cansado de ellas; pero, además, resulta ser el protector de una bellísima joven, Laura del Río, a quien ayuda a triunfar en la revista. Todo este sueño va a ocurrirles en un período de siete meses, esto es, desde el 12 de agosto al 27 de febrero del siguiente año, espacio que ocupa mencionado sueño. Efectivamente, todos y cada uno de los acontecimientos soñados van sucediéndose irremediablemente hasta que Gundito, harto ya de saber lo que va a sucederle, decide quemar la agenda en la que todo lo soñado estaba escrito. Paralelamente, Ana María y su novio, Arturo Carvajal, sueñan con que toda la fortuna y el dinero de su familia se va al traste y comienzan a sucederles una serie de desgracias continuadas. Pero nada más lejos de la realidad. Todo ello resulta ser un nuevo sueño de don Cristóbal. Finalmente todo se resolverá de modo favorable y agraciado para los protagonistas: Manuela se volverá a casar con don Cristóbal, Gundito con una de las secretarias de su tío, Carolina, de la que andaba enamorado y Ana María triunfará en el teatro, lo que siempre soñó.
Este complicado argumento no pasó desapercibido para los múltiples espectadores que acudían presurosos noche tras noche a llenar las butacas del madrileño Teatro Martín. Más de mil representaciones seguidas estuvo Ana María en cartel; pero si divertido era su libreto, más aún su partitura, puesto que el maestro Padilla supo componer con la gracia y el donaire de los que solía hacer gala en sus múltiples trabajos, toda una serie de números musicales que prontamente se hicieron populares en el Madrid de la época: la conga del “¡Ay, chico!”, el pasodoble “Secretaria bonita”, el fox “Quiero ser mamá”, el vals “...Y no te olvides nunca de Ana María” o el bolero “Luna de Marianao” eran publicitados en radio, cancioneros, programas de mano, discos... Queta Claver fue desde entonces encumbrada al cielo de las vedettes españolas; se compenetró tanto con su personaje en este “sainete musical en dos actos” que logró mantenerlo en cartel meses y meses de éxito ininterrumpido logrando que los espectadores que asistían noche tras noche para contemplarla, a la par que recibían una fotografía dedicada de su estrella, cantasen:
Dedícame una foto, Ana María,
que quiero tu recuerdo, Ana María.
Tus ojos poder contemplar
como si fueras mía.
Tu boca poderla besar
y tu risa tener para siempre.
Dedícame una foto, Ana María,
que quiero tu recuerdo, Ana María.
Tus ojos poder contemplar
como si fueras mía...
...y no te olvides nunca de Ana María.
Este complicado argumento no pasó desapercibido para los múltiples espectadores que acudían presurosos noche tras noche a llenar las butacas del madrileño Teatro Martín. Más de mil representaciones seguidas estuvo Ana María en cartel; pero si divertido era su libreto, más aún su partitura, puesto que el maestro Padilla supo componer con la gracia y el donaire de los que solía hacer gala en sus múltiples trabajos, toda una serie de números musicales que prontamente se hicieron populares en el Madrid de la época: la conga del “¡Ay, chico!”, el pasodoble “Secretaria bonita”, el fox “Quiero ser mamá”, el vals “...Y no te olvides nunca de Ana María” o el bolero “Luna de Marianao” eran publicitados en radio, cancioneros, programas de mano, discos... Queta Claver fue desde entonces encumbrada al cielo de las vedettes españolas; se compenetró tanto con su personaje en este “sainete musical en dos actos” que logró mantenerlo en cartel meses y meses de éxito ininterrumpido logrando que los espectadores que asistían noche tras noche para contemplarla, a la par que recibían una fotografía dedicada de su estrella, cantasen:
Dedícame una foto, Ana María,
que quiero tu recuerdo, Ana María.
Tus ojos poder contemplar
como si fueras mía.
Tu boca poderla besar
y tu risa tener para siempre.
Dedícame una foto, Ana María,
que quiero tu recuerdo, Ana María.
Tus ojos poder contemplar
como si fueras mía...
...y no te olvides nunca de Ana María.
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