¡VIVA LA REVISTA!

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jueves, 24 de julio de 2008

Queta Claver, la "otra" reina de la revista (II)


Posteriormente, ya en 1952, Muñoz Román, en colaboración con Manuel Faixá y Fernando Moraleda, escribe un pasatiempo cómico-lírico en dos actos titulado ¡A vivir del cuento! La obra, que iba a ser estrenada por la célebre vedette de entonces Trudi Bora, constituyó todo un enorme éxito, ya no sólo por su divertido libreto sino además por las pegadizas melodías que salpicaban los numerosos cuadros de la obra. El destino hizo que Trudi enfermase y, Muñoz Román, que bebía los vientos por Queta, no obstante siempre fue su gran amor, la sustituye por aquélla, consagrándose desde ese momento como una de las mejores vedettes de la época, y eso que el canto no era uno de sus fuertes precisamente.
En ¡A vivir del cuento!, Queta Claver compartía cartel con Mary Begoña, Concha Farfán, Nieves Plaza, Carmen Jiménez, José Álvarez “Lepe”, Luis Heredia, Rafael Cervera, Luis Franco, Héctor Monteverde, José Lucio y Amparito Alvarado. El estreno de la obra fue la noche del 1 de marzo de 1952 y su argumento consiguió llenar de carcajadas al patio de butacas que abarrotaba el Teatro Martín: el señor Dámaso era dueño de una modesta imprenta que debía atender en unión de su sobrino Aurelio; pero aquello es un desastre. Nadie trabaja y sólo se piensa en el modo de burlar a los innumerables acreedores que les acechan continuamente. Sólo Marina, hija de Dámaso y de su media naranja, la señora Leocadia, es la que, según ella misma, se parte los dedos trabajando contra la máquina de escribir para intentar llevarles el pan a todos. Un día anuncian la visita del escocés Sir Cooligan acompañado de su hija Guillermina, papel que interpreta Queta y que da lugar a una de las marchiñas más pegadizas y tarareadas de la obra:


Guillermina
tu mirada me fascina.
¡Guillermina!
¡Guillermina!
Y tu boca, Guillermina,
me asesina.
¡Guillermina!
¡Guillermina!
Es el hombre
muy mentiroso,
¿quién creerle se atreverá?...

Junto a Guillermina y Sir Cooligan también viaja la segunda esposa de éste, Vicky. El escocés, pues, llega para reclamar el original de quince cuentos representables que escribió su difunto padre y dejó en la imprenta hace varios años para que tirasen la primera edición. Como cierta editorial americana ofrece por dichos cuentos una importantísima cantidad de dólares, Sir Cooligan se indigna y amenaza de muerte a todos al enterarse de que tan preciado original ha sido vendido al peso entre otros papeles sin ningún valor; pero el abuelo Andrés, hombre aficionado al cuento, asegura que, aunque se haya extraviado el original, él recuerda los asuntos de que trataban esos cuentos perfectamente. El escocés, que no puede detenerse en España, ofrece llevarse con él a toda la familia con tal de que el abuelo le relate cada día un cuento de los de su padre y así poder rehacer el original y cobrar los dólares. Son, pues, quince días viajando por el extranjero con todo pagado. Toda la familia expresa su satisfacción ante la perspectiva de semejante viaje, excepto el abuelo al que, sin duda, el plazo de quince días se le antoja muy corto. Para ampliarlo, dice que, como él conoce tantos cuentos, se ha hecho un lío en su cabeza y no sabe cuáles son los cuentos del escocés y cuáles no. Así es que tendrá que contar los mil seiscientos que sabe y que ellos seleccionen.
Y empieza el viaje. Surgen, así, los distintos cuentos que representan los mismos personajes: CUENTO GALANTE, CUENTO INFANTIL, CUENTO FINANCIERO, CUENTO VENECIANO, CUENTO DE LADRONES, CUENTO MEXICANO, CUENTO POLÍTICO. Pero ninguno de los que dejó escritos el padre de Sir Cooligan, cosa que empieza a desesperar al escocés, quien se considera estar siendo burlado por la familia madrileña.
En Maracaibo, hacen amistad con Óscar Miranda, muchacho millonario de Caracas que se enamora de Marina. Y es allí, donde por una circunstancia pintoresca, representan un cuento que resulta ser del padre del escocés; sin embargo, ya no es necesario rehacer el original perdido porque Sir Cooligan ha enviado a la editorial americana los cuentos que han ido representando y los pagan todavía más espléndidamente que los de su padre.
La obra, pues, está salpicada de chispeantes y pegadizas melodías: el chotis “¡Yo, de Madrid!”, el foxtrot “El flechazo”, el joropo venezolano “La Perica”, el bolero-beguine “Me embrujaste el corazón”, el fox del “Cuento”, el corrido “¡Quién pudiera!”, la serenata-vals “Canción veneciana” y, sobre todos ellos, el pasodoble “Pastora Imperio”, interpretado maravillosamente por Mary Begoña y Luis Franco, supuso otro acierto más en la notable carrera de éxitos de Muñoz Román:


Pastora,
Pastora Imperio,
gitana de caliá,
las estrellitas der sielo
te dieron su claridá.
Pastora,
Pastora Imperio;
flor de la rasa calé...
Con mi amor sueña un torero
y ¡ay!, yo me muero,
madre por él.

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