¡VIVA LA REVISTA!

¡VIVA LA REVISTA!

domingo, 18 de noviembre de 2007

Los compositores de la revista (XII): Tony Leblanc


Este compositor, actor y cantante nació en Madrid y debutó como bailarín en 1936. Durante la Guerra Civil actuó con Pastora Imperio y “Ramper”. Fue reconocido como el mejor bailarín de claqué de España en 1942, año en el que ingresó como “boy” en la compañía de Celia Gámez. Comenzó sus actividades en el cine hacia 1945 ingresando como extra en la película Los últimos de Filipinas; de ahí pasó como galán cómico al Teatro Lara y trabajó de galán cantante en diversas compañías teatrales como la de Ana Mariscal o la de Manuel Paso. Como compositor, destaca por haber sido el autor de uno de los pasodobles más famosos del género frívolo: “Cántame un pasodoble español”, perteneciente a la revista Lo verás y lo cantarás (1954). Junto a ella, compuso la música de revistas y comedias musicales como Coja usted la onda (1957), ¡Yo me llevo el gato al agua! (1966), ¡Qué viene el moreno! (1968), El rey del gallinero (1968), ¡Paloma, palomita, palomera! (1971), ¡Ésta es mi vida! (1973), etc.

Los compositores de la revista (XI): José Mª Irueste Germán


Compositor del que se desconoce su lugar de nacimiento aunque sí se sabe con certeza la fecha del mismo, esto es, 1908. Destacó como autor de algunas obras líricas especialmente dentro del género que nos ocupa tales como El marido de Socorro (1934), Las tripas del teatro (1939), Yola (1941), Vacaciones forzosas (1946), etc.

Los compositores de la revista (X): Jacinto Guerrero


Uno de los compositores líricos más célebres y fecundos de su tiempo al que le debemos páginas de indudable calidad artística dentro del género zarzuelístico y frívolo. Hombre cordial, saludable, simpático y sonriente, hubo un tiempo en el que se le reprochó la constante facilidad con la que componía sus pegadizas melodías careciendo por ello de calidad artística; pero nada más lejos de la realidad. La música de Guerrero sí, es pegadiza, pero también popular y sencilla, vital y con un arraigo entre el público que, muy difícilmente, pocos han conseguido igualar; tan sólo Francisco Alonso llegó a hacerle una “sana” competencia al rivalizar en popularidad con él. De su prodigiosa batuta salieron éxitos como Cándido Tenorio (1923), El collar de Afrodita (1925), Las mujeres de Lacuesta (1926), Las alondras (1927), El sobre verde (1927), Las inyecciones (1927), ¡Abajo las coquetas! (1928), La orgía dorada (1928), Los faroles (1928), La Melitona (1929), Los verderones (1929), El país de los tontos (1930), París-Madrid (1930), Pelé y Melé (1931), Los caracoles (1931), La sal por arrobas (1931), La loca juventud (1931), Miss Guindalera (1931), Las niñas de Peligros (1932), Las tentaciones (1932), Sole la peletera (1932), ¡Gol! (1933), La camisa de la Pompadour (1933), Las insaciables (1934), ¡Hip! ¡Hip! ¡Hurra! (1935), Los brillantes (1939), La calle 43 (1940), Déjate querer (1941), Rápido Internacional (1942), La media de cristal (1943), ¡Cinco minutos nada menos! (1944), La blanca doble (1947), Los bullangueros (1947), ¡Yo soy casado, señorita! (1948), El oso y el madroño (1949), Los países bajos (1949), Tres gotas nada más (1950), Su majestad la mujer (1950), ¡Aquí, la verdad desnuda! (1965), etc. Los números musicales que impregnan las revistas de Guerrero gozaron prontamente y, desde el momento de su estreno, del favor del público erigiéndose junto con el maestro Alonso en los dos artífices líricos más importantes en la historia del género.

Los compositores de la revista (IX): Gregorio García Segura


Nacido en Cartagena, inició sus estudios musicales en el conservatorio de dicha ciudad del que su padre, además, era director. Más tarde marchó a Madrid para completar su formación y allí realizó las carreras de piano y composición. Además de ser el autor de numerosas canciones y de componer la música incidental para más de 250 películas, es en su labor como compositor lírico para el teatro donde verdaderamente alcanzaría notable popularidad. Véanse algunos ejemplos de su producción: Las catorce X (1953), S.E., la Embajadora (1958) junto a Francis López, Buenos días, amor (1963) que resultó ser un absoluto fracaso para la gran Celia Gámez, ¡Usted sí que sabe! (1966), ¡Vaya par de gemelas! (1981), ¡Sí... al amor! (1983), El último tranvía (1987), Celeste... no es un color (1991), entre otras muchas.

Los compositores de la revista (VIII): Fernando García Morcillo


Nacido en Valdemoro, este compositor, director e intérprete tuvo una gran vocación de pequeño por la música. Durante los años 40 se convirtió en uno de los músicos de jazz más populares en España, tanto por sus interpretaciones como por sus composiciones. Durante nueve años fue director musical de Discos Columbia. A partir de 1942 se dedicó de lleno a la revista y la comedia musical. Una de sus mayores aportaciones a este género fue la sustitución de la antigua orquesta, similar a la zarzuela, por una formación instrumental compuesta por saxos, clarinetes, trompetas, tambores, piano, batería, percusión y cuerda. Gracias a Fernando Moraleda, se introdujo en el campo del teatro musical y, con él, compuso la partitura para la comedia musical La voz amada en 1943. Desde ese momento su dedicación a la revista fue cada vez mayor en detrimento de su actividad como intérprete. Su primer gran éxito lo obtuvo con la revista Dos millones para dos, estrenada en Barcelona por la compañía de Celia Gámez en 1943. A ésta le siguieron Vacaciones forzosas (1946), Zafarrancho (1948), El último güito (1950), Las alegres cazadoras (1950), ¡Aquí, Leganés! (1951), Oriente... y accidente (1951), Abracadabra (1953), Metidos en harina (1953), Una cana al aire (1954), Hechizo (1954), Tres caballeros (1954), El vivo al bollo (1955), Fuera de juego (1956), Carambola (1956), ¡Olé, torero! (1957), Lo que quiera mi papá (1958), Carolina de mi corazón (1959), Eloísa, Abelardo y dos más (1959), Tres eran tres los novios de Elena (1960), Música y picardía (1961), Operación millón (1962), Antón Pirulero (1962), A Alemania me voy (1962), Me lo dijo Adela (1963), El marido de mi mujer (1964), El guardia y el taxista (1965), Adán y Eva (1966), Las teleguapas (1967), Matrimonio a la inglesa (1967), Trabaja pero seguro (1967), Los tunantes (1968), Esto tiene truco (1969), Todo el monte es orégano (1970), El último de Filipinas (1971), Un, dos, tres, cásate otra vez (1972), El cuento de la lechera (1974), ¡Ay, bellotero, bellotero! (1975), Los sinvergüenzas tienen eso (1975), La loca tentación (1975), El pajarillo y la vaca (1976), Casta ella, casto él (1977), Ramona, te quiero (1977), Ya tenemos risocracia (1978), Aquí sí que hay gracia (1983), En vivo (1986), Ya somos europeos (1986), Reír más es imposible (1987), Por la calle de Alcalá 2 (1987), Antología de la revista (1987), La Pepa trae cola (1989), La risa va de feria (1989), Humor y bellezas (1992), Con risa y mujeres no hay crisis (1993), Antología del humor (1993), Esta noche... exo (1995), etc.
Durante los años 50 y 60 su colaboración con el escritor Manuel Baz (seudónimo de Manuel Santos López) y con el trío de actores Zori, Santos y Codeso, le aportó varios éxitos en revistas y sainetes musicales arrevistados. Su actividad dentro del teatro musical se mantiene hasta los años 90 incorporando los ritmos y bailables de moda. Realizó alrededor de 75 revistas y comedias musicales.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Los compositores de la revista (VII): José Forns


Compositor, historiador y pedadogo discípulo de Conrado del Campo, ganó una cátedra en el Real Conservatorio de Madrid. Publicó varias obras de pedagogía musical amén de haber ocupado altos cargos en la Sociedad General de Autores de España donde fue jefe de la sección de cinematografía. Entre su producción escénica podemos destacar: El amor de Friné (1922), El ingenio de papá (1923), La reina patosa (1923), La reina Topacio (1923), La veneciana (1925), El Tenorio de Romea (1926), Flores de lujo (1931), Tres gallinas para un gallo (1934), Ahora verás (1936), Mujeres a la medida (1940), etc.

Los compositores de la revista (VI): José Dolz


Nació en Valencia y comenzó su trabajo componiendo música religiosa; recorrió diversos países europeos como componente de una orquesta internacional y, tras regresar a España, formó su propia orquesta con la que actuó por toda la geografía española. Durante varios años realizó programas musicales en Radio Valencia y Radio Mediterránea. Posteriormente pasó a residir a Barcelona donde fue contratado como maestro concertador en varias compañías de revista musical hasta que consiguió estrenar sus propias composiciones. Fue contratado por Matías Colsada y puso música a más de cuarenta espectáculos, todos ellos estrenados por las nueve compañías pertenecientes al grupo Revistas Colsada, colaborando, además, con el maestro Domingo de Laurentis en estas tareas. Así, destacamos: Me las llevo de calle (1966), ¡Quiero ser mamá! (1966), ¡Y parecía tonta! (1966), ¡Me tienes loca, Manolo! o Un cordobés de ida y vuelta (1967), Moisés, cómo te ves (1967), Se traspasa señora (1967), Vengan maridos a mí (1967), Curvas peligrosas (1967), La rompeplatos (1967), Las sospechosas (1967), Las atrevidas (1968), La chica del barrio (1968), Trasplante de matrimonios (1968), Tres mujeres para mí (1968), Los siete niños de Écija (1968), Una noche movidita (1968), Valeriano tiene eso (1968), Boda a plazos (1969), Esta noche (1969), ¡Qué vista tiene Calixta! (1969), ¡Ay, Manolo de mis amores! (1969), Mi marido es un tormento (1969), ¡Estoy que me rifan! (1970), Las mujeres de la costa (1970), Las satánicas o ¡Demonio con las mujeres! (1970), Pili se va a la mili (1970), Contigo... pan y señora (1970), La chica del surtidor (1970), La reina y el taxista (1971), Me sobra un marido (1971), Llévame a París (1971), Un marido, por favor (1971), Una reina peligrosa (1971), Blas, ¿qué las das? (1971), Nena, no me des tormento (1971), Pío, tú serás mío (1972), Tu novia es mi mujer (1972), Venus de fuego (1972), ¡Ay, Felipe de mi vida! (1973), El divorcio no es negocio (1973), Yo soy la tentación (1973), etc.

Los compositores de la revista (V): Enrique Cofiner


Hijo de un guitarrista flamenco de gran prestigio, destacó por haber formado una orquesta de música ligera con la que recorrió varios países de Europa y Oriente Medio. Fue autor de varias revistas realizadas en colaboración con los libretistas Muñoz Román, Manuel Paso, José Luis Navarro, Romero Marchent e Ignacio Ballesteros. Entre ellas destacaremos: Secreto de estadio (1953), Tute de reyes (1955), ¡Tócame, Roque! (1958), Una jovencita de 800 años (1958), Señor don Amor (1958), Usted sí que sabe o Serafín es un santo (1966), Y esta noche ¿qué? (1966), Una viuda de estreno (1968), Una mujer para todos (1969), Me quedo con tu señora (1970), No desearás a la rubia del quinto (1973), etc.

Los compositores de la revista (IV): Guillermo Cases


Este compositor, como suele ser habitual entre los de su gremio, demostró, desde temprana edad, una especial disposición para la música y alcanzó cierto renombre como concertista de piano. Escribió música para zarzuelas y revistas, muchas de las cuales gozaron de larga vida en las carteleras españolas. Ejemplos de ello fueron: ¡Eh, eh, a Novedades! (1925), El carnet de Eslava (1927), ¡Oiga...oiga! (1929), El toque de Diana (1929), Peppina (1935), Ki-ki (1936), etc.

Los compositores de la revista (III): Julián Benlloch



Nacido en Valencia, actuó durante mucho tiempo como director de orquestas en diferentes países europeos y de América Latina. Dirigió la orquesta de Eulogio Velasco y hasta su jubilación estuvo al frente de la compañía de Celia Gámez. Destacó como autor de zarzuelas y revistas musicales entre las que sobresalen: Agua-agua-agua (1922), Arco iris (1922), En plena locura (1926), La orgía dorada (1928), Feria de las hermosas (1928), Los besos (1930), Las mujeres del Zodíaco (1934), etc.

Los compositores de la revista (II): Juan Aulí


Nacido en Barcelona, este compositor estudió en el Conservatorio Nacional de México donde realizó la mayor parte de su trabajo. Dedicó prácticamente toda su actividad al campo del teatro musical componiendo operetas, revistas y varios cuplés, entre ellos el popularizado por Raquel Méller “A hierro muere”. Entre las obras que compuso destacan Arco Iris (1922) o De la tierra a Venus (1944) como las más significativas.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Los compositores de la revista (I): Francisco Alonso


Granadino de nacimiento, comenzó estudiando Medicina aunque dejó la carrera para dedicarse de lleno a la música bajo el mecenazgo de don Antonio Segura, maestro de capilla. Escribe varias obritas infantiles, obtiene premios en diversos concursos radiofónicos y, ya en Madrid, decide entablar contacto con los grandes maestros de su época. Compone numerosas zarzuelas muy del gusto popular alcanzando prontamente tremendo éxito. Pero será dentro del campo revisteril y de la opereta donde demuestre su faceta más productiva a la par que artística poniendo de manifiesto que tanto calidad como popularidad no están reñidas. Así y, colaborando con algunos de los grandes libretistas de su tiempo, (Muñoz Román, González del Castillo, Enrique Paradas, Joaquín Jiménez, Francisco Lozano, Joaquín y Eduardo Mariño...) compone revistas como Las corsarias (1919), Las castigadoras (1927), Las lloronas (1928), Las cariñosas (1928), El ceñidor de Diana (1929), La alegre juventud (1929), Por si las moscas (1929), Las guapas (1930), Me acuesto a las ocho (1930), Campanas al vuelo (1931), Las leandras (1931), ¿Qué pasa en Cádiz? (1932), Mi costilla es un hueso (1932), Los laureanos (1932), Las de Villadiego (1933), Las mujeres bonitas (1933), Las de los ojos en blanco (1934), Mujeres de fuego (1935), Tu cuerpo en la arena (1935), Las de armas tomar (1935), Las tocas (1936), ¡Que se diga por la radio! (1939), Ladronas de amor (1941), Doña Mariquita de mi corazón (1942), Llévame donde tú quieras (1943), Luna de miel en El Cairo (1944), Tres días para quererte (1945), Luces de Madrid (1947), Veinticuatro horas mintiendo (1947), Róbame esta noche (1947), Gran Clipper (1948), A La Habana me voy (1948), Te espero el siglo que viene (1948), ¡Taxi al cómico! (1948), Las viudas de alivio (1948), Un pitillo y mi mujer (1948), Moreno tiene que ser (1950), Salud y pesetas (1953), Un matraco en Nueva York (1957), Cásate con una ingenua (1959), entre otras. El maestro Alonso llega a rivalizar en popularidad con Jacinto Guerrero gracias a la composición de unas melodías pegadizas, simpáticas, hondamente españolas y con una fuerza de captación que muy pocos compositores han sabido plasmar. Muestra de ello son números como los pasodobles "Carmen, la cigarrera", "Las mañanitas del Retiro", "Palabritas", "Claveles granadinos", "La banderita", "Horchatera valenciana", "Los nardos", "Jueves Santo madrileño", "Los olivaritos" o "Caminito de la fuente" y chotis como "Pichi", "Las taquimecas", "La Lola", "La Colasa del Pavón" y "La Manuela". Francisco Alonso pasará, pues, a la posteridad no solamente por ser uno de los mayores y mejores compositores zarzuelísticos de todos los tiempos sino además porque, dentro del campo de la revista, dio a luz números de un corte tan arraigadamente popular que aún hoy día, sesenta años después de su desaparición, siguen siendo tarareados. Su aportación al género frívolo resulta fundamental, máxime si tenemos en cuenta que colaboró en el desarrollo del mismo con más de sesenta títulos, muchos de ellos centenarios.

Breve historia de la revista (y IX)


Con la paulatina desaparición de la censura en la década de los setenta, los espectáculos frívolos y de variedades van a experimentar un cambio radical en sus puestas en escena. Ahora las vedettes y vicetiples aparecerán mostrando buena parte de su bien formada anatomía; los argumentos de las obras, a pesar de tener planteamientos muy previsibles, aún despertarán en el asiduo espectador la carcajada mientras que, musicalmente, se suela recurrir con cierta frecuencia a los éxitos del pasado. Es la época en la que los teatros ambulantes de variedades frívolas como el Teatro Chino de Manolita Chen, ya asentado en todos los rincones de la geografía española desde la década anterior o el Teatro Lido, ofrecen en fiestas de pueblos y localidades españolas espectáculos revisteriles y actuaciones de cómicos consagrados en el género: Florinda Chico, Andrés Pajares, Luis Cuenca, Fernando Esteso, entre otros, son sólo una ligera muestra de ello; pero, aún así, se siguen estrenando en las carteleras madrileñas múltiples títulos: De todo un poco (1970), ¡Estoy que me rifan! (1970), Las mujeres de la costa (1970), Contigo... pan y señora (1970), La reina y el taxista (1971), Me sobra un marido (1971), Cosas del día (1971), Tu novia es mi mujer (1972), El Martín está loco, loco, loco (1972), Venus de fuego (1972), ¡Ay, Felipe de mi vida! (1973), Arniches superstar (1973), El divorcio no es negocio (1973), El cuento de la lechera (1974), La señora y el señor (1975), El pajarillo y la vaca (1976), Ramona te quiero (1977), Ya tenemos risocracia (1978)... Pero, desgraciadamente, ninguno de estos espectáculos se convirte en un éxito sonado como en épocas pasadas. Tan sólo una actriz, Mª de los Ángeles López Segovia, popularmente conocida como Lina Morgan, consigue que todos sus espectáculos o comedias musicales Pura metalúrgica (1975), Casta ella, casto él (1977), La Marina te llama (1979) y, ya en los ochenta, ¡Vaya par de gemelas! (1981), ¡Sí... al amor! (1983), El último tranvía (1987) y, a comienzos de los noventa Celeste... no es un color (1991) sean éxitos absolutos, tanto de público como de crítica, erigiéndose como la última gran vedette del género. Su colaboración con veteranos artífices teatrales como Fernando García Morcillo o Gregorio García Segura en la parte musical y con Manuel Baz en las labores de libretista, le van a augurar un éxito más que probable.
Junto a ello, en 1983 surge una revista de Arteche y Fernández Montesinos cuya permanencia en cartelera será larga y muy recordada erigiéndose como un monumental tributo al género que tantas sonrisas cautivó: Por la calle de Alcalá, protagonizada por Esperanza Roy, Francisco Valladares, María Rus, Rafael Castejón, Rosa Valenty, José Cerro y Marta Valverde, se convirte en el éxito de la década al rememorar viejos números musicales de la revista más clásica. Con decorados de Emilio Burgos, coreografía de Alberto Portillo y figurines de Burgos y Aguirre esta obra consiguió obtener uno de los mayores éxitos de la década gracias a su revival de viejos y consagrados números musicales como “Los nardos”, “Pichi”, “Mírame”, “¡Ay, Ramón!” o “¡Qué viene el coco!”
En los ochenta, el género, ya en franca decadencia (ahora analizaremos sus causas) da a luz aún algún que otro espectáculo: ¡Mamá, quiero ser artista! (1986), con Concha Velasco, Francisco Valladares, José Cerro y Margot Cottens; La Pepa trae cola (1989), con Mª José Cantudo y Zorí-Santos o la reposición de antiguos éxitos como Doña Mariquita de mi corazón (1985) a cargo de la anteriormente citada, constituyen lo más sobresaliente de esta década.
Los gustos del público, con la llegada de la tan esperada democracia han cambiado. Ya no interesa la frivolidad, lo prohibido, y una mujer desnuda no crea en el espectador la misma expectación que creaba en los años cincuenta o sesenta. Junto a ello, la desaparición de los grandes compositores y libretistas del género, el elevado coste de estas producciones, la carencia de grandes vedettes y cómicos, aunque continúen vigentes actores como Juanito Navarro, Alfonso Lussón, Antonio Ozores, Andrés Pajares, Fernando Esteso, Ángel de Andrés, Zorí y Santos, Quique Camoiras... van a ser los factores fundamentales que obliguen a la casi completa extinción del género.
En la década final de siglo, los desastrosos años noventa, algún que otro resquicio revisteril sigue apareciendo en las tablas de los teatros españoles: Celeste... no es un color (1991), Humor y bellezas (1992), Con risa y mujeres ya no hay crisis (1993) o Esta noche...exo (1995) son las últimas producciones que dejan, al espectador de antaño, un agrio sabor de boca. El género, la revista, nuestra genuina comedia musical española ya no interesa. Ahora comienzan a predominar, por importanción extranjera, grandes musicales al estilo de los que se estrenan en los mejores teatros de Londres o Nueva York: Cats, El fantasma de la ópera, Cabaret, El hombre de La Mancha, Victor o Victoria, Mamma mía!, My fair lady... todos ellos, sin lugar a dudas, con una brillante partitura y una no menos espectacular puesta en escena; e incluso se llevan a los teatros grandes producciones musicales de factura netamente española, caso sin ir más lejos de Hoy no me puedo levantar, En tu fiesta me colé, Maribel y la extraña familia, el musical, Quisiera ser... alcanzado rápidamente el fervor del público y de la crítica especializada.

No quisiéramos menospreciar este tipo de producciones, nada más lejos de la realidad, puesto que ello es índice latente de la afición del espectador hacia el teatro en general y el musical, en particular, pero mientras otros géneros como la zarzuela están consiguiendo ser revitalizados gracias al constante apoyo de instituciones públicas y privadas, de nuestra revista, de nuestra añorada y siempre recordada comedia musical española, no parece que haya indicios de una pronta recuperación. Su letargo continúa perenne...

Confiemos en que los rumores que existen en el mundillo teatral sobre un gran homenaje a la revista en 2008 sean fructíferos y el proyecto salga adelante. Mientras tanto, nosotros, amantes del género, continuaremos creyendo que somos cantores de la tierra lusitana...

sábado, 3 de noviembre de 2007

Breve historia de la revista (VIII)


En los sesenta y, gracias al aperturismo que la censura deja entrever, aunque de soslayo, vuelve a los escenarios Las leandras, con un nuevo título y adaptada a los nuevos tiempos: Mami, llévame al colegio (1964).
Será en esta época, en donde el género vaya poco a poco en declive; ya no sólo por el cambio en los gustos del público, sino además, por la desaparición de los grandes compositores: Alonso y Guerrero, fundamentalmente, aparte de los libretistas más afamados y graciosos: González del Castillo, Lozano, Arroyo, Muñoz Román... Aún así, el primer lustro de esta década será fecundo y productivo en cuanto a títulos se refiere: Festival de la Costa Gris (1960), El conde de Manzanares (1961), ¡Qué cuadro el de Velázquez esquina a Goya! (1963), El guardia y el taxista (1965), El mundo quiere reir (1965), Las teleguapas (1965), De Madrid al cielo (1966), Las ingenuas del Paralelo (1966), ¡Ella! (1966), Las sospechosas (1967), Madrid galante (1967), Trabaja pero seguro (1967), Bomba va (1968), Las atrevidas (1968), La chica del barrio (1968), Una viuda de estreno (1968), Boda a plazos (1969), Rojo manía (1969), Tiovivo madrileño (1969), Una mujer para todos (1969)... Es, además, la época en la que nuevos compositores y libretistas entran en escena motivando un nuevo cambio de rumbo en el devenir del género: Fernando García Morcillo, Gregorio García Segura, José Dolz y Domingo de Laurentis en la parte musical y Manuel Santos Baz, fundamentalmente, en las tareas de libretista. Son también los años en que comienzan a hacerse recopilaciones de antiguos éxitos, caso, sin ir más lejos de La estrella trae cola (1960) en donde Celia Gámez pone en escena algunos de los números musicales que la hicieron famosa, o de El fabuloso mundo del musci-hall (1966), Madrid galante (1967), entre otras. También se relizan revisiones de viejas revistas actualizándolas como Mami, llévame al colegio (1964) de Las leandras, ¡Aquí la verdad desnuda! (1965) de ¡Cinco minutos nada menos! o La bella de Texas (1965), una versión más o menos libre de la perseguida La corte de faraón.
Durante esta década, la gran reina del género, Celia Gámez, vive sus últimos éxitos; a La estrella trae cola en 1960 le siguen Colomba (1961) donde inserta un emotivo y recordado pasodoble en honor de Alfonso XIII, “El perdón de las flores”, la comedia musical Buenos días, amor (1963) de escaso éxito y que pasó prácticamente desapercibida y gracias a la cual perdió muchísimo dinero, Mami, llévame al colegio en 1964, ¡Aquí, la verdad desnuda! (1965), ¡A las diez en la cama estés! (1966) y un par de comedias de escaso éxito que estrenó en la temporada 1967-1968: La miniviuda y Es mejor en otoño, de Alonso Millán y Alfonso Paso, respectivamente.
Es la década en donde el importante empresario teatral Matías Colsada trae a sus famosas “chicas” en producciones de corte más internacional donde las situaciones episódicas dan paso a números musicales de gran espectáculo continuando con los éxitos revisteriles de la década anterior. El género, entonces, comienza a depender de las grandes estrellas que aún lo cultivan con más o menos éxito: Irene y Raquel Daina, Manolo Gómez Bur, Luis Cuena, Ethel y Gogó Rojo, Helga Liné, Tania Doris, Diana Cortesina, Addy Ventura... Desgraciadamente, el público parece cansarse del género y, poco a poco, las compañías que lo cultivan, van menguando del panorama escénico español, con lo que, la desaparición del mismo está casi a la vista.

Breve historia de la revista (VII)


Así, y, con el transcurrir de los años, nos adentramos ya en la segunda década dorada del género, los cincuenta, en donde muchos autores consagrados en otras lides como Pablo Sorozábal o Federico Moreno Torroba, ponen sus conocimientos musicales al servicio del teatro frívolo. Y, una vez más, aparecen nuevas estrellas en el firmamento olímpico de la revista: Mari Luz Real, Esperanza Roy, Licia Calderón, Addy Ventura, Tania Doris, Lina Morgan, Virginia de Matos, Concha Velasco, Queta Claver... surgidas todas ellas de las filas de vicetiples de alguna de las grandes vedettes de la época, especialmente de Celia Gámez; y una marabunta de títulos dispuestos a entretener al público: A todo color (1950), Tres gotas nada más (1950) con más de doscientas representaciones seguidas en La Latina, Las alegres cazadoras (1950), ¡Eres un sol! (1950), La cuarta de A. Polo (1951), Las cuatro copas (1951) y su formidale y siempre recordado pasodoble “Soy madrileña” interpretado por Maruja Díaz, Tentación (1951) y la escultural Mª de los Ángeles Santana: “Yo seré la tentación, que tú soñabas...”, ¡A vivir del cuento! (1952) y su pasodoble “Pastora Imperio”, Metidos en harina (1953), Lo verás y lo cantarás (1954), Dos Virginias (1955), Maridos odiosos (1956), Tropicana (1957), Los diabólicos (1957), ¡Tócame, Roque! (1958), Una jovencita de 800 años (1958), Cásate con una ingenua (1959)...
Pero, sin lugar a dudas, los éxitos de esta década son cuatro y vienen dados por dos maestros bien diferentes en estilo y arte de entender la música: de 1950 es La hechicera en palacio, un auténtico “boom” para la época y otro éxito más para la gran Celia Gámez, quien, a pesar de su edad (contaba entonces ya con cuarenta y cinco años y una figura de vértigo) supo seguir en el candelero hasta bien entrados los años sesenta. De esta obra es la magistral fado-marchiña “Estudiantina portuguesa”, compuesta por el maestro José Padilla, traído expresamente por Celia desde París que, a pesar de haber sido en su principio un número cómico para ser interpretado por Olvido Rodríguez y Pepe Bárcenas, Celia intuyó que podía dar mucho más de sí y lo convirtió en el éxito de la década: “Somos cantores de la tierra lusitana, traémos canciones de los aires y del mar...” Rara era la emisora de radio, las excursiones de chiquillos o el patio de vecinas en donde no se tarareaba mencionada melodía. Pero, junto a La hechicera, Padilla compuso la partitura para otros dos éxitos de la época: Ana María (1954) y La chacha, Rodríguez y su padre (1956), ambas interpretadas por una jovencísima Queta Claver quien, gracias a estos éxitos, conseguiría alzarse con el título de “la otra reina de la revista”.
Ya, en 1956, un autor de operetas como Francis López, a quien Celia conoció durante una larga estancia en París, va a poner la música al último gran “boom” de la década: El águila de fuego, con libreto de Arturo Rigel y Francisco Ramos de Castro.
Largas e interminables colas para acceder al Teatro Maravillas, cientos de días de lleno absoluto, una partitura fácil y alegre conducida formidablemente por el maestro López y un argumento bastante atrayente, fueron los alicientes de la obra, un éxito que elevó a Celia Gámez a diosa del espectáculo; sin embargo, durante esta década, la supervedette estrenó, además, Dólares (1954) y S.E., la Embajadora (1958).
Es además la década en donde Celia repone algunos de sus grandes éxitos como Yola o La Cenicienta del Palace atraída, sin lugar a dudas porque el público, su público, se lo demandaba constantemente.

jueves, 1 de noviembre de 2007

Breve historia de la revista (VI)


En esta época surgen tres de las obras cumbres del teatro frívolo español: Yola, con libreto de José Luis Sáenz de Heredia y Federico Vázquez Ochando con música de los maestros Joaquín Quintero y José Mª Irueste Germán en 1941; ¡Cinco minutos nada menos!, de José Muñoz Román y Jacinto Guerrero en 1944 y, ya en 1947, La blanca doble, obra de Enrique Paradas, Joaquín Jiménez y música nuevamente del maestro Guerrero.
Esta trilogía estaba ya más cercana a la opereta que a la revista en sí, lo que ocurre es que sus autores dedidieron “camuflarlas” como tal para evitar la dura mirada del censor de turno que se cernía sobre los teatros como una guillotina intentando cercenar aquella palabra malsonante, aquellos centímetros de más en el escote o en la falda de una vicetiple o, simplemente el avezado e insinuoso baile del cuerpo de bailarinas de la obra que iba a ponerse en escena. Estas tres obras anteriormente mencionadas, pueden eregirse como paradigma del tremendo éxito que cosecha este género en los escenarios españoles.
Yola, revista nuevamente ideada para el lucimiento de Celia Gámez se convirte en centenaria y todos sus números cantados y repetidos hasta la saciedad a través de la radio o de un eficaz aparato publicitario. Famosos fueron, sin lugar a dudas “Sueños de amor”, “Alas”, la “Marcha de la cacería” y, sobre todos ellos, “Mírame”, un número que llegaría a convertirse junto al “Pichi”, “Los nardos” y la “Estudiantina portuguesa” en himno del género revisteril:
Siento renacer en mí tu amor
al saber que volverás.
Cuando vengas a mi lado al fin,
buscaré en tu mirar
el inmenso consuelo
de sentirme junto a ti.
Parece que todo lo que tocara Celia se convirtiera en oro, y no es de extrañar, puesto que ella misma quería para sus montajes de lo bueno lo mejor; los mejores compositores, figurinistas, directores de escena, actores y bailarines. Así, en esta década pone en escena obras de indudable atractivo como Si Fausto fuera Faustina (1942) con el formidable foxtrot “Un millón”, Rumbo a pique (1943), Fin de semana (1944), Hoy como ayer (1945) a la que pertenece el inmortal pasodoble de la “Luna de España”, Gran Revista (1946) con otro celebérrimo pasodoble “La florista sevillana”, Vacaciones forzosas (1946), La estrella de Egipto (1947) con su inmortal y tantas veces versionado “El beso”. En esta época, el tándem formado por Celia Gámez y Fernando Moraleda, autor de la partitura de gran parte de las obras que ésta representa, otorgan al género melodías de factura inolvidable como las anteriormente nombradas.
Pero en 1944 se produce en Madrid un acontecimiento trascendental para la década: el estreno en el madrileño Teatro Martín de la opereta cómica ¡Cinco minutos nada menos!, una obra ya no sólo centenaria sino milenaria puesto que llegó a sobrepasar con crecer las mil representaciones seguidas a teatro lleno en el Madrid de la época. “Eugenia de Montijo”, “Una mirada de mujer”, “Dígame”, “Si quieres ser feliz con las mujeres”, “California”... números todos ellos publicitados en radio, prensa, programas de mano... y es que esta obra se convirtió en paradigma del género por su argumento, sus intérpretes y su música, compuesta con gracia y donaire por Jacinto Guerrero.
¡Cinco minutos nada menos! fue mucho más allá de lo esperado por sus autores y tanto crítica como público[1] supieron responder con creces entre vítores, carcajadas, aplausos y constantes llenos de sala el coliseo de Santa Brígida.
Maruja Tomás, Maruja Tamayo, Carlos Casaravilla, Cervera, Lepe, Bárcenas y Heredia saborearon las mieles del triunfo con esta singular y siempre recordada opereta. Y es que el Teatro Martín fue, sin un ápice de dudas, el teatro de la revista por excelencia y donde se estrenaron con mayor o menor éxito de público y crítica centenares de obras de los mejores libretistas y compositores. José Muñoz Román, propietario del teatro, pudo ver en escena los divertidos libretos que, bien solo o en colaboración componía con la destreza en la pluma que le caracterizaba y es que José Muñoz Román, don José Muñoz Román fue el artífice de las grandes revistas que se prodigaron en esta época.
Surgen ahora nuevas artistas de la pasarela, vedettes como Conchita Páez, Raquel Rodrigo, Monique Thibout, Mari Begoña, Pilarín Bravo, Mary Campos... acompañadas de cómicos como Alady, Cervera, Bárcenas, Heredia, Lepe, López Somoza, Ozores, Gómez Bur, Antonio Garisa, Luis Barbero... y un sinfín de actores más que, con su tesón y esfuerzo encumbran al género a su edad más fructífera.

En esta dura posguerra que acaba de iniciarse y, para fomentar el regionalismo y el múltiple acervo cultural del pueblo español, proliferan en los escenarios, junto a comedias burguesas y revistas, espectáculos folclóricos que obtienen un gran fervor entre el público. Triunfan ahora Concha Piquer, Lola Flores, Manolo Caracol, Imperio Argentina, Carmen Morell, Pepe Blanco, Juanito Valderrama...
A principios de la década, hacia 1942, aproximadamente y, huyendo de la barbarie nazi, se instaló en Barcelona la Compañía de “Los Vieneses” llevando consigo partituras y libretos de operetas llenos de espectacularidad, brillantez, colorido, lujo y talento. Sus integrantes eran, entre otros, Franz Joham, Arthur Kaps, Herta Frankel, Marika Magiary, Mignon...
“Los Vieneses” combinaban en sus creaciones unos ritmos de corte clásico junto a otros más en boga para la época: sambas, rumbas, vals, beguines, etc y unas llamativas producciones de un vestuario colorista, unas bellísimas chicas de conjunto y unos magistrales decorados con fuentes de luces, pistas de hielo... En España estrenaron diversos espectáculos que siempre fueron muy del agrado del público que asistía a presenciarlos, bien motivado por sus preciosas melodías, por la espectacularidad de sus montajes o por la dificultad, sin lugar a dudas atrayente, que poseía el ver a una serie de actores que tenían cierta dificultad en manejar la lengua española. Entre los montajes que estrenaron destacan Todo por el corazón (1942), Luces de Viena (1943), Sueños de Viena (1943), Viena es así (1944), Melodías del Danubio (1945) o Soñando con música (1946).
Sin embargo, el “fenómeno de masas” acontecerá en 1947 cuando la “humorada cómico-lírica” La blanca doble, se lleve la palma, no sólo por su inusitado y extraordinario éxito sino por las críticas vertidas en su contra desde todos los ámbitos del régimen franquista, especialmente morales y religiosos. Y es que esta pequeña pieza maestra en su género se convirtió junto con La corte de faraón en la bestia negra de los censores teatrales. No bastó con que fuera prohibida, sus números censurados o sus parlamentos recortados, el público seguía asistiendo fiel a su representación. “Tigresas”, “Encaje de bolillos”, “¡Ay,qué tío!”, “Moreno tiene que ser”, “Los texanos”, “Agua de la fuentecilla”, el “Bugui-bugui” o “Las bomboneras” son números todos ellos tarareados por el público de la época una y otra vez.
Su estreno se produjo el 5 de abril de mencionado año y nunca, ningún espectáculo teatral, ni siquiera sesenta años después de su primera pùesta en escena, ha levantado tantos ríos de tinta, éxito y devoción como La blanca doble. Y es que la leyenda que se creó en torno a ella no fue para menos: sus autores, Enrique Paradas y Joaquín Jiménez habían escrito su libreto antes de la guerra, pero varios compositores habían rechazado ponerle la música, por lo que el libreto permaneció guardado en un cajón durante años. Curiosamente, en casa de Paradas cada vez que había un aviso de bombardeo, durante la guerra, éste, junto a sus hijas, corría a refugiarse a la estación de metro más cercana sin apenas tiempo de llevarse consigo nada, excepto una cosa: el libreto de esta obra. Enrique Paradas contaba a sus hijas: “Este texto os salvará de pasar hambre algún día”. La muerte del libretista sumió a su familia en la pobreza más absoluta y, Jacinto Guerrero, hombre de buen corazón y sabidos principios morales, decidió ponerle música para intentar ayudar en la medida de sus posibilidades a la familia del fallecido libretista[2]. A partir de entonces, la leyenda de La blanca doble no hizo sino comenzar. La obra se eternizó en los carteles años y años y dio unos más que buenos dividendos a los familiares de sus autores.
Uno de los problemas con que tuvo además que enfrentarse esta singular obra fue el de la censura. Así, en algunas capitales de provincia como Las Palmas, topó con la intransigencia del obispo de aquella ciudad, monseñor Antonio Pildain, quien intentó por todos los medios posibles prohibir su exhibición en la capital canaria; sin embargo, no pudo hacer nada al respecto, aunque eso no quitara para que las señoras de Acción Católica se apostasen junto a la taquilla del teatro y, de rodillas con el rosario en la mano, pedír la salvación de las almas de todos aquellos que acudían a la representación[3]. Pero, ¿a qué se debió el descomunal éxito de La blanca doble? Pudieran ser a sus pegadizas melodías, populares y simples efectuadas con un regusto castizo muy bien trabajado por el maestro Guerrero, o por los actores que la estrenaron (Tomás Zorí, Fernando Santos, Manolo Codeso, Mary Campos, Isabelita de la Vega, Pilarín Bravo, Encarna Abad) o incluso por su argumento, aunque bien podría ser que todo ello unido provocase la leyenda de esta singular obra. En ella, además, intervenía una jovencita Florinda Chico como vicetiple quien, en el número de “Las bomboneras”, solía repartir bombones a sus familiares, mientras estos se encontraban en el patio de butacas[4]. Sin lugar a dudas, La blanca doble fue y seguirá siendo la obra de más éxito de la revista musical española junto con ¡Cinco minutos nada menos! y Las leandras.
[1] Sirvan como muestra algunas de las opiniones vertidas por reconocidos espectadores que, en uno y otro momento acudieron a presenciar la obra.
Boris Bureba: “A la gracia, color y fantasía de libro, música y presentación, se une el calor y acierto de la interpretación. Conjunto, alegría. Alegría de ¡Cinco minutos nada menos! Mejor de dos horas no más”.
Daniel Montorio: “Si yo fuera libretista, desearía que el músico me hiciera una partitura tan alegre y graciosa como la de Jacinto; pero como soy músico, lo que deseo es que Muñoz Román me dé un libro tan logrado como el de ¡Cinco minutos nada menos!”.
Emilio Carrere: “¡Cinco minutos nada menos! de alegría y fastuosidad, cada melodía un hechizo y cada tiple, una beldad. ¡Cinco minutos nada menos! para sonreir y soñar... ¡Cuánto siento que sólo sean cinco minutos nada más!”.
Manolete: “Si será graciosa esta obra que me ha hecho reir a mí”.
Amparo Rivelles: “¡Cinco minutos nada menos! es una opereta sencillamente deliciosa”.
Lola Flores: “¡Cinco minutos nada menos! me gusta una jartá”.
Ricardo Zamora: “La he visto varias veces, prometiéndome en cada ocasión que no sería la última. La música del maestro Guerrero lleva su selo personalísimo y el libro está escrito con gracia de la fina. Si se añade el ajuste perfecto entre la partitura y el libro, se comprenderán las cien y hasta las mil representaciones”.
[2] Vid. LAGOS, Manuel: "La tristeza sobornada. El otro teatro (y III). El teatro musical en Madrid (1940-1985): la revista", en ADE TEATRO. Teatro de la España del siglo XX (III):1939-1985, nº 84, enero-marzo 2001, págs. 206 y 207.
[3] Vid. FEMENÍA SÁNCHEZ, Ramón : La revista. Apuntes sobra la historia del género frívolo, Madrid, Geyser Guadalajara, págs. 283-290.
[4] Ibídem LAGOS, Manuel, pág. 207.

Breve historia de la revista (V)


Desde 1936 y durante los tres años que dura la cruenta Guerra Civil, ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia van a seguir programando en sus teatros, a pesar de las necesidades del momento, revistas que continúan abarrotando los coliseos proporcionando a su público fiel, un respiro dentro de tanta angustia.
Así pues, los títulos anteriormente citados se repiten promoviendo en su puesta en escena una libre exhibición de desnudos y libretos llenos de procacidades, groserías y chistes picantes y atrevidos. Ello continuará hasta 1939, fecha en que, con la victoria del bando nacional, se imponga una dura y férrea moral promovida por un aparato de reciente creación: la censura, encargada de salvaguardar el alma de los españoles de la época. De esta forma, la revista habrá de amoldarse a las nuevas normas que impone este aparato político y religioso adaptándose a las nuevas necesidades y prohibiciones y acercándose más a las formas de la comedia musical que en la pantalla grande promovían estrellas como Fred Astaire, Deanna Durbin o Ruby Keeler. Durante este largo período, el género vivirá su época más productiva hasta mediados de los sesenta aproximadamente.
Ahora, dos de los compositores más fecundos, Alonso y Guerrero, darán al espectador los títulos más emblemáticos y los de mayor éxito; aunque otros compositores como Daniel Montorio, José Padilla, Manuel Parada o García Morcillo ofrezcan sus mejores obras. Sin embargo, volverá a ser Celia Gámez la que provoque el cambio cualitativo que el género va exigiendo y se adapte a los nuevos tiempos que corren.
Es la época de la hambruna, de la reconstrucción del país, de las cartillas de racionamiento y el estraperlo; de las largas colas en las puertas de los comedores y asilos para pedir un trozo de pan, de la leche en polvo y del pan de centeno..., por lo que la alocada y frenética revista del primer tercio del siglo no parece muy propicia.
Celia Gámez vuelve a España y se incorpora como tiple cómica a la Compañía de Zarzuelas y Operetas que dirige Eladio Cuevas. Un día, en Burgos, la compañía interrumpe su actuación porque en la plaza de la Catedral se estaba representando un auto sacramental de Calderón. Celia entonces comprende que la envergadura del teatro áureo es la que necesita el musical español y así, regresa a Madrid en febrero de 1940 y decide reponer en el escenario del Teatro Eslava El baile del Savoy incorporando al mismo una marchiña que prontamente se haría muy popular: “Mamáe eu quero”. Ese mismo año y en ese mismo escenario, Celia pondría en escena el 1 de marzo la revista que llegaría a convertirse en el primer éxito de la posguerra: La Cenicienta del Palace, con libreto de Carlos Somonte (seudónimo de Luis Escobar) y música de Fernando Moraleda, trompeta de la banda del “Generalísimo”. La obra en sí constituyó un enorme revuelo para la época, ya no sólo por lo blanco de su libreto y una puesta en escena llena de buen gusto, sino por los figurines encargados expresamente para la ocasión a Víctor Mª Cortezo y, además, por su partitura, especialmente en lo referida a dos números: “La marchiña” y el blues “Vivir”:
Vivir, vivir y olvidar,
vivir.
Vivir y olvidar
mañana y ayer,
vivir, soñar.
Desde entonces, no hubo una emisora de radio, patio de vecinas, salón de té o hall de hotel que no tararease esta canción, preludio de lo que se pretendía instaurar con el nuevo régimen, un período de larga y duradera paz haciendo olvidar las penurias tanto de la guerra como del anterior gobierno. Celia da en la diana y, a partir de entonces, su popularidad se acrecienta notablemente con cada uno de sus estrenos erigiéndose como la indiscutible reina del género. La vedette acerca a la mujer de a pie a la revista, un género generalmente frecuentado por varones y otorga al sexo femenino el verdadero lugar que le corresponde muy alejado de la chabacanería y la procacidad a la que solía someterse a la mujer en las primeras revistas de la preguerra. Ahora, Celia convierte al sexo femenino en alma y léit-motiv del género puesto que será gracias a ella donde el buen gusto, la espectacularidad y la brillantez de sus producciones otorguen al género la solemnidad que éste se merece comparándosele con las grandes producciones europeas y de Broadway. Había nacido, pues, la comedia musical española y es que la censura había prohibido la denominación de “revista” a este tipo de espectáculos, por lo que sus autores se las ingenian “apellidando” a sus creaciones con las denominaciones más variadas[1]: humorada cómico-lírica, pasatiempo cómico-lírico, zarzuela cómica-moderna, opereta... son sólo unos ejemplos de la fecunda cantidad de subgéneros teatrales que surgen ahora. Celia incorpora, además, a sus producciones la figura del bailarín masculino, del “boy”, junto a las vicetiples, por lo que sus espectáculos rezuman modernidad y distinción. Figuras como Tony Leblanc, Pedro Osinaga, Manolo Gallardo o José Manuel de Lara son sólo unos ejemplos de los “boys” que salieron de las filas de Celia Gámez; pero es que, además, Celia se fragua una sólida reputación contratando a las vicetiples más guapas y estilizadas para sus revistas sometiéndolas a un duro régimen de trabajo para que todo saliese a la perfección. Así, pues, distinción, modernidad, belleza, buen gusto y sentido del espectáculo, son las bases por las que Celia Gámez boga en estos momentos.
De 1940 son también obras como Vampiresas 1940 o La calle 43, alcanzando ambas notable popularidad. Acaba de comenzar la época dorada del género y los títulos son innumerables: Ladronas de amor (1941), Todo por el corazón (1941), Doña Mariquita de mi corazón (1942), Una rubia peligrosa (1942), Rápido Internacional (1942), Luna de miel en El Cairo (1943), Llévame donde tú quieras (1943), La media de cristal (1943), La canción del Tirol (1943), Una mujer imposible (1944), Dos millones para dos (1944), Déjate querer (1945), Tres días para quererte (1945), El hombre que las enloquece (1946), Entre dos luces (1946), Historia de dos mujeres (1947), ¡Róbame esta noche! (1947), ¡Vales un Perú! (1947), La locura de Alicia (1947), Veinticuatro horas mintiendo (1947), Un pitillo y mi mujer (1948), Te espero el siglo que viene (1948), ¡Taxi... al cómico! (1948), Las viudas de alivio (1948), Los babilonios (1949), Los dos iguales (1949) y un sinfín de títulos más que hacen, de los años cuarenta, la primera década dorada para el género.
[1] Vid. MONTIJANO RUIZ, Juan José: Una aportación al estudio de la historia escénica española: el problema en la denominación de los subgéneros teatrales. Análisis y causas de su diversidad, Granada, Ediciones Método, 2007 y también Teatro frívolo. Historia y análisis de una colección dramática (1935-1936), Peñarroya-Pueblonuevo (Córdoba), Gráficas Peñarroya, 2006.