Granadino de nacimiento, comenzó estudiando Medicina aunque dejó la carrera para dedicarse de lleno a la música bajo el mecenazgo de don Antonio Segura, maestro de capilla. Escribe varias obritas infantiles, obtiene premios en diversos concursos radiofónicos y, ya en Madrid, decide entablar contacto con los grandes maestros de su época. Compone numerosas zarzuelas muy del gusto popular alcanzando prontamente tremendo éxito. Pero será dentro del campo revisteril y de la opereta donde demuestre su faceta más productiva a la par que artística poniendo de manifiesto que tanto calidad como popularidad no están reñidas. Así y, colaborando con algunos de los grandes libretistas de su tiempo, (Muñoz Román, González del Castillo, Enrique Paradas, Joaquín Jiménez, Francisco Lozano, Joaquín y Eduardo Mariño...) compone revistas como Las corsarias (1919), Las castigadoras (1927), Las lloronas (1928), Las cariñosas (1928), El ceñidor de Diana (1929), La alegre juventud (1929), Por si las moscas (1929), Las guapas (1930), Me acuesto a las ocho (1930), Campanas al vuelo (1931), Las leandras (1931), ¿Qué pasa en Cádiz? (1932), Mi costilla es un hueso (1932), Los laureanos (1932), Las de Villadiego (1933), Las mujeres bonitas (1933), Las de los ojos en blanco (1934), Mujeres de fuego (1935), Tu cuerpo en la arena (1935), Las de armas tomar (1935), Las tocas (1936), ¡Que se diga por la radio! (1939), Ladronas de amor (1941), Doña Mariquita de mi corazón (1942), Llévame donde tú quieras (1943), Luna de miel en El Cairo (1944), Tres días para quererte (1945), Luces de Madrid (1947), Veinticuatro horas mintiendo (1947), Róbame esta noche (1947), Gran Clipper (1948), A La Habana me voy (1948), Te espero el siglo que viene (1948), ¡Taxi al cómico! (1948), Las viudas de alivio (1948), Un pitillo y mi mujer (1948), Moreno tiene que ser (1950), Salud y pesetas (1953), Un matraco en Nueva York (1957), Cásate con una ingenua (1959), entre otras. El maestro Alonso llega a rivalizar en popularidad con Jacinto Guerrero gracias a la composición de unas melodías pegadizas, simpáticas, hondamente españolas y con una fuerza de captación que muy pocos compositores han sabido plasmar. Muestra de ello son números como los pasodobles "Carmen, la cigarrera", "Las mañanitas del Retiro", "Palabritas", "Claveles granadinos", "La banderita", "Horchatera valenciana", "Los nardos", "Jueves Santo madrileño", "Los olivaritos" o "Caminito de la fuente" y chotis como "Pichi", "Las taquimecas", "La Lola", "La Colasa del Pavón" y "La Manuela". Francisco Alonso pasará, pues, a la posteridad no solamente por ser uno de los mayores y mejores compositores zarzuelísticos de todos los tiempos sino además porque, dentro del campo de la revista, dio a luz números de un corte tan arraigadamente popular que aún hoy día, sesenta años después de su desaparición, siguen siendo tarareados. Su aportación al género frívolo resulta fundamental, máxime si tenemos en cuenta que colaboró en el desarrollo del mismo con más de sesenta títulos, muchos de ellos centenarios.
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