
Taripania, imaginario país de la Europa Central, antiguo Principado y hoy República Independiente, celebra con júbilo y algarabía la toma de posesión de su nuevo Presidente, Lucilo Perales. Éste, que empezó vendiendo miel, posteriormente cuchillas de afeitar y ahora se ha hecho el amo de la política gracias a su portentosa facilidad para hablar, ha sido elegido por votación popular gracias a la promesa que le hizo a su pueblo: suprimir los impuestos, subir los sueldos y bajar la vida; pero Lucilo es un pobre paleto de pueblo, eso sí, dotado de mucha labia, que necesita la ayuda de su prima, ahora su secretaria, la hermosa Viveca, para enfrentarse a los asuntos burocráticos que su importante puesto exige y que le resultan muy difíciles, tanto o más que mandar en su país.
Taripania espera ansiosa la llegada del Embajador de los Estados Juntitos, quien va a traer consigo leche para los niños y gasolina para los automóviles, materias casi extintas en el país. Pero, para sorpresa de todos, el Embajador tan ansiosamente esperado resulta ser una mujer. Una mujer, elegante, bella y muy inteligente, Ágata Ratimore:
Yo soy
de mi país Embajador
y voy
a ser mejor que el anterior.
Señora Embajadora
se me dirá
que siempre una señora
estará
dispuesta a toda hora
de muy buen humor
a prometer lo mejor.
Mientras tanto, Viveca, quien acude a la pequeña estación de tren que posee Taripania para esperar a la criada que destinan al servicio de la Embajadora, se encuentra con el capitán de la Guardia Presidencial, Sergio, a quien, confidencialmente, le revela que ha de comprar a mencionada criada para que pueda informarle en todo momento de los movimientos que la Embajadora realice dentro del país. Confidencia por confidencia. El valeroso y atractivo capitán le contesta que él espera la llegada de una posible “amiguita” del Presidente. Viveca le reprende y ordena que Lucilo sólo debe ver a esa mujer de lejos; no obstante es ella, en realidad, quien manda el país, pero, una vez llega al tren, sucede un pequeño malentendido: Atilana, supuesta nueva doncella, es confundida con la “entretenida” y Norma, vivaracha francesita, con la nueva criada de la Embajadora, aunque Sergio se da cuenta a tiempo y cada una acompaña al que previamente esperaba.
Se produce entonces la presentación de credenciales de S.E., la Embajadora ante el nuevo Presidente taripanio con gran entusiasmo para todos sus allegados. Allí, Viveca le confiesa a Norma que no puede tolerar su ronroneo con Lucilo porque está enamorada de él.
Lucilo y Ágatha se apartan unos instantes del cóctel que han dado en su honor. El Presidente no cesa de tirarle los tejos a la mujer mientras ella le revela que, a cambio del dinero que ha venido a ofrecer a Taripania, ella necesita el uranio que posee el país para la llamada bomba “Pum”. Ágata intenta ganarse la confianza de Lucilo invitándolo a bailar.
Viveca entonces ve a Popón, servicial ayudante de la Embajadora contratado por ésta para que haga de perro ya que, según ella, en su país escasean, y le paga dinero para que se lleve a Norma lejos del Presidente. En el instante de darle los billetes se da cuenta de que Popón es un antiguo conocido con el que tuvo, tiempo atrás un pequeño flirteo; pero lo que desconocen todos es que tanto Popón como Norma son dos “conspiradores” dispuestos a aprovecharse de cualquier incauto que se cruce en su camino y que les dé algo de comer. Su misión: intentar restaurar el Principado echando al Presidente de su puesto. Para ello, Popón paga una cantidad de dinero a Atilana de tal forma que ésta le dé a Viveca los informes que a su vez Popón le haya previamente dado.
Se va a celebrar la fiesta homenaje que Taripania tiene preparada para Su Excelencia, la Embajadora. Previamente, Tientino, Jefe de Protocolo del Presidente, se cuadra correctamente ante el Capitán Sergio. ¿Por qué? Ágata, a su vez, le llama, cuando están juntos, Arturo. Ella lo ama en secreto, pero no puede reunirse junto a él ni darle esperanzas porque le oculta algo, un oscuro secreto que Sergio se niega a desvelarle. Únicamente le confiesa que ha de dedicarse por entero a su labor. Y su labor no es otra que Taripania.
Por su parte e, intentando restaurar el Principado, Popón no cesa de ponerle artefactos bomba a Lucilo. En uno de sus intentos, el Presidente es rescatado por el propio Sergio. Éste, encarcela al terrorista y, posteriormente ordena ponerlo en libertad. Sergio, en realidad es el Príncipe Arturo V de Taripania, quien, por amor a Ágata, no va a consentir volver al trono que legítimamente le corresponde y prefiere renunciar por amor.
Una noche, mientras todos los personajes se reúnen en torno al Palacio de la Ópera de Taripania para escuchar a la gran diva Gamberrini, Popón prepara su última bomba. Entra sigilosamente en el camerino de la diva y le explica que, cuando ella cante un MI sostenido, el artefacto hará explosión; pero en lo que Popón no ha reparado ha sido en que la cantante era el propio Lucilo disfrazado. Al día siguiente los periódicos de Taripania anuncian que su Presidente ha dimitido
y se ha vuelto a restaurar el Principado. Arturo V volverá a reinar el país mientras que se
desconoce si la Embajadora va a permanecer o no a su lado.
Finalmente y, como en los cuentos de hadas, todo se resolverá favorablemente para sus protagonistas: Lucilo correrá al lado de la única mujer que verdaderamente lo ha amado y ha estado junto a él en los peores momentos, Viveca; por su parte, Popón y Norma conjugarán el verbo amar mientras que Arturo (Sergio) y Ágata prometen volver a verse de nuevo porque ambos se quieren, aunque ahora no sea el momento...
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