¡VIVA LA REVISTA!

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jueves, 19 de enero de 2012

Biblioteca de la revista (XLIX): Teatro Alcázar, Palacio de los Recreos

Autor: Antonio Castro Jiménez.

Año: 2010.

Editorial: S. Media.

Tomado de AMITE, www. amiteatros.es
Donde hoy se levanta el teatro Alcázar, se abrió, entre 1911 y 1920, un salón de variedades denominado Trianón Palace, dedicado también al cine mudo. Los alrededores de la Puerta del Sol estaban tomados por decenas de teatros, salones y cafés, donde se entretenían los ciudadanos.
El Trianón tuvo una vida azarosa y corta, aunque en su escenario actuaron artistas como Raquel Meller y La Goya. Cuando cerró, acuciado por la ruina y las escasas medidas de seguridad, ya se hablaba de un nuevo centro de ocio: El Palacio de los Recreos. Derribado el primitivo edificio comenzó la construcción del nuevo, según el proyecto del arquitecto Eduardo Sánchez Eznarriaga, que no llegaría a verlo finalizado porque murió un año antes de la inauguración. Lo terminó Eduardo Lozano Lardet.
El Palacio de los Recreos iba a ser un monumental centro de ocio con fachadas a la calle Alcalá y a la de Arlabán. Originalmente incluía casino, salones de reuniones, casa de citas y hasta una piscina. Pero la dictadura de Primo de Rivera, con sus prohibiciones, dio al traste con el negocio, que se quedó en cine-teatro, anunciándose como Alkázar. José Juan Cadenas, periodista, dramaturgo y empresario fue la cabeza visible del nuevo teatro y su director. Para la inauguración, el 27 de enero de 1925, montó con gran lujo la opereta Madame Pompadour.
Las primeras temporadas alternó la programación con musicales, comedias y cine. La compañía de Irene Alba y Juan Bonafé fue una de las primeras en actuar con regularidad en los primeros años. Tras la Guerra Civil, durante la cual el teatro estuvo en manos de la CNT y más tarde, incautado como todos por el Estado, se transformó temporalmente en cine. Entre 1937 y 1939 se le cambió el nombre por el de Lope de Vega.
El 20 de junio de 1940, al Alkázar se le sustituyó la ‘k’ por la ‘c’. Todos lo negocios que tuvieran alguna denominación extranjera fueron obligados a cambiar de nombre. El Alcázar recuperó entonces la actividad teatral durante el mes de septiembre con la obra Mujeres. Ya no la ha abandonado.
Durante cuarenta años el Alcázar fue, sobre todo, un teatro de revista. Compañías como las de Ángel de Andrés y Antonio Casal, la de Ramón Clemente, la de Colsada y, sobre todo, la de Celia Gámez estrenaron sus mejores montajes aquí. Celia, la estrella argentina se presentó en 1945 con Hoy como ayer. En los años siguientes estrenaría Gran Revista, La estrella de Egipto, La hechicera en Palacio, S.E. la Embajadora y Colomba. Este género escénico típicamente español, y ya desaparecido, le proporcionó al teatro dos de sus mayores éxitos de taquilla: La señora es el señor (1975) y Por la calle de Alcalá (1983). Pero no podemos olvidar que en los años cincuenta se estrenaron espectáculos musicales como Kiss me, Kate (1963) dirigido por Tamayo y Tres novias para Roberto (1963), de Alfredo Alaria.
No se abandonó durante este tiempo el teatro de verso. En el Alcázar se estrenaron obras como La caraba (1927), de Muñoz Seca, El poder (1965), de Calvo Sotelo, Este Cura (1966), de Alfonso Paso o Madrugada (1953), de Buero Vallejo.
En la última década se han presentado algunos musicales más modernos, como Estamos en el aire, Antología del bolero o producciones de danza española como Enramblao y Tiempo muerto, de Rafael Amargo.
El gran edificio tiene, desde su inauguración, una sala de fiestas en el sótano, que se llamó inicialmente Alkázar Souper y más tarde Lido. En los años 80 funcionaba como discoteca con el nombre de Alcalá 20. La noche del 17 de diciembre de 1983 se produjo uno de los grandes siniestros que ha padecido Madrid. Con el local lleno se declaró un incendio. Los clientes se agolparon hacia las salidas, encontrando la muerte 82 personas. Actualmente esa sala, reconstruida, quiere volver a abrirse con el nombre de Adraba. Existe también otra discoteca en la parte trasera, en Arlabán, que fue un teatro infantil durante la II República y más tarde, como discoteca Stella, uno de los templos de la movida.
Como se ha dicho, José Juan Cadenas fue el primero de los empresarios –que no propietario– del teatro Alcázar. Acabaría su vida como presidente de la Sociedad General de Autores. Pero la mayor parte de su historia ha estado en manos de la empresa que fundó Isaac Fraga, y que controló decenas de cines y teatros en toda España. Ya ocupaba el Alcázar al comienzo de la década de los treinta y no lo abandonaría hasta medio siglo después. Un cierre temporal, entre diciembre de 1981 y septiembre de 1982, hizo temer por el futuro del Alcázar. Pero entonces pasó a estar controlado por otro hombre de teatro, Juan José de Arteche, conocido autor y adaptador. Más de quince años permaneció en el teatro hasta que, en 1999, cedió el arriendo al Grupo SMedia, encabezado por Enrique Salaberría, el actual empresario.
En el escenario del Alcázar se consagraron estrellas como Lina Morgan con Un matraco en Nueva York y debutaron actores como Cayetana Guillén Cuervo, Rafael Castejón, Lolita o Miguel Ángel Muñoz. Otros hicieron su último mutis en el teatro: Alberto Closas, Pedro del Río, Vicente Parra, Maruchi Fresno... Toda la historia de este gran teatro será recogida en un libro monográfico que verá la luz próximamente.
* Texto de Antonio Castro, historiador de los teatros de España y colaborador de AMITE.

martes, 19 de abril de 2011

La verdadera historia de la "Estudiantina portuguesa" ( y III)

La noche en que se estrena en el madrileño Teatro Alcázar La hechicera en palacio, el público asiste entusiasmado al mayor acontecimiento teatral de los últimos meses. Casi 3 años consecutivos a teatro lleno estará La hechicera en cartel, y no sólo gracias a su divertido libreto sino a su prodigiosa batuta, muy especialmente a un número que, prontamente, pasó a popularizarse entre los patios de vecindad, salones de té, discos de pizarra, cancioneros, folletos, publicidad y radio. La "Estudiantina portuguesa" se convirtió junto al "Pichi", "Los nardos", "¡Mírame!" y "El beso" en los cinco números más importantes de la carrera artística de Celia.

Su popularidad es tal que fue versionado en infinidad de ocasiones, apareció en multitud de películas y fue incorporado al repertorio de cientos de bandas y tunas de toda España.

Aparece, además, formando parte de la banda sonora de películas como "La marcha verde", "Mi hijo no es lo que parece", "Dos chicas de revista", "La comunidad"... así como en decenas de programas de televisión: "La comedia musical española", "Música y estrellas", "Pasa la vida", "Encantada de la vida"... Su letra ha variado en algunas ocasiones y allá donde en el original se cantaba "de flores rojas va cubierto el litoral", se ha cambiado por "de flores rojas va cubriendo el litoral".

En definitiva, estamos ante, permítanme amigos lectores el ejercicio de subjetividad, el segundo himno de la revista musical española. El primero, "¡Mírame!"




¡¡VIVA LA REVISTA!!

martes, 27 de julio de 2010

Teatro Alcázar (Palacio de los Recreos)... y templo de la revista

El Cronista de la Villa de Madrid, D. Antonio Castro Jiménez, acaba de publicar un bonito y sencillo volumen dedicado a la historia de tan señero coliseo madrileño, esto es, el Teatro Alcázar de Madrid, años ha, Palacio de los Recreos e indiscutiblemente, uno de los templos de la revista más afamado e importantes de la capital española. Por sus tablas desfilaron Zori, Santos y Codeso, Manolito Díaz, Lina Morgan, Juanito Navarro, Quique Camoiras, Ángel de Andrés, Celia Gámez, Pepe Bárcenas, Esperanza Roy, Antonio y María Casal, Andrés Pajares, Raúl Sénder, Carmen de Lirio, Mary Francia, Amelia Aparicio, Dorita Imperio, Concha Velasco, Olvido Rodríguez... y un sinfín más de estrellas de nuestro amado género frívolo. Títulos como La estrella de Egipto, Vacaciones forzosas, El cosaco y el rajá, Caritas y Carotas, La hechicera en palacio, Las siete llaves, Por la calle de Alcalá, S.E., la Embajador,a Gran Revista, Hoy como ayer, ¡Viva el champán!, Las tres y Díez, El guardia y el taxista, El último de Filipinas, Se necesita marido, El negocio de Salomé, Las teleguapas, Un matraco en Nueva York, Cásate con una ingenua, Los maridos siguen en paro, Las leandras, La señora es el señor, El cuento de la lechera, Las cariñosas, Los sinvergüenzas tienen eso, ¡Bienvenido... Valentín!, Un, dos, tres... cásate otra vez, ¡La espía es... Pía!, Un aprendiz de marido, Adán y Eva, Los tunantes, Trabaja pero seguro, Esto tiene truco... y decenas de títulos más que convirtieron al Alcázar en vehículo obligado de referencia para la revista española.
Si bien el libro posee algunas variantes en cuanto a fechas de estreno de espectáculos arrevistados (nada de extrañar puesto que a veces es tremendamente complicado fijarlos fehacientemente, se los dice alguien que ha hecho una tesis doctoral y ha tardado seis años para fijar muchas fechas), el ejemplar tiene un capítulo dedicado a repasar el género en el Alcázar, además de incluir magníficos despleglables en una edición simple, muy manejable y bonita. Os lo recomendamos encarecidamente. Podéis adquirir el libro en http://www.losduelistas.es/

miércoles, 14 de julio de 2010

Juanito Navarro, el último gran cómico de la revista (III)

En 1960-1961 Juanito Navarro bate record de permanencia y taquilla en Madrid, Teatro Alcázar desde 10 de abril hasta 20 de septiembre de 1960. Cuatro temporadas de éxito con su Compañía de Comedias Cómicas. Estrena el siguiente repertotio junto a la vedette Addy Ventura: ¡Ya tengo papá y mamá! de Loygorri y Fernández Rica, La heroína de Alpedrete de Daniel España y López Monís, Un hombre tranquilo de Adrián Ortega, Don Manuel y la extraña reliquia de José de Juanes, Las novias de Juan García de Aizpuru y Tejedor, Doña Inés del alma mía de José Muñoz Román. La última que hace con el maestro Cabrera fue la que fue centenaria en el Teatro Calderón, ¡Ellas, ellos…y el taxista! de Arena y Valls. Esta es representada en provincias junto al estreno de Los líos del Cordobés de Parada, Valls y Cabrera, en la temporada de 1961-1962.

domingo, 23 de mayo de 2010

Aquellas inolvidables revistas... (XXV): La hechicera en palacio (1950)

El 23 de noviembre de 1950 y en el escenario del madrileño Teatro Alcázar, a donde se había instalada junto a su Gran Compañía de Operetas y Comedias Musicales, Celia Gámez estrena con libreto de Arturo Rigel y Francisco Ramos de Castro con música de los maestros Padilla y Ferri, la grandiosa opereta La hechicera en palacio que incorpora a su partitura una de las melodías más importantes del género, esto es, la célebe “Estudiantina portuguesa”:
Pero la revista en sí constituyó otro resonante boom teatral, siendo acompañada en esta ocasión por Carlos Tajes, Olvido Rodríguez, Pepe Bárcenas, Olvido Rodríguez, Cipriano Redondo, José Santocha, Julián Herrera y Paquito Cano, entre otros:
Taringia, país imaginario, va a celebrar las fiestas conmemorativas del tricentenario de su fundación; pero éstas se van a ver empañadas por la inminente ejecución del pirata Arturo Taolí, arrogante y generoso ídolo del pueblo (al punto que le envidia el mismo rey acusado injustamente de haber dado muerte a Fabio Lupio, quien, en realidad, fue mandado asesinar por orden de la reina Deseada, despreciada en su amor por el valiente pirata.
Cornelio V, rey de Taringia, sufre una extraña enfermedad y, la única persona en Taringia que podría llegar a curarlo sería Patricia, hermana de Fabio, una hermosa y bella hechicera, reina del barrio de la Herrería, con poderes mágicos, enamorada secretamente de Arturo Taolí promete al pueblo que éste no morirá y que llegará hasta palacio para impedir el ajusticiamiento de aquél.
Efectivamente. El juramento de Patricia se cumple. Ésta ha sido nombrada dama de honor de la reina Deseada. Por fin la hechicera está en palacio, aunque lo que ella no sabe es que la propia reina desea tenerla cerca para poder vigilarla aún a sabiendas de los sentimientos que aquélla siente por Taolí.
El pueblo entero se da pues cita en la plaza de armas del castillo regio. Taolí va a ser ejecutado: “Esta es la justicia que Su Majestad Cornelio V de Taringia manda hacer en la persona de Arturo Taolí, pirata y ladrón, conspirador y asesino de Fabio Lupio. La justicia del Rey ordena que sea decapitado en la plaza de armas del castillo prisión de San Nazario a la vista del pueblo y que su cabeza se cuelgue en la picota para escarmiento de malhechores”.
Pero en el preciso instante en que el noble pirata va a ser ajusticiado, el rey le concede la libertad a cambio de que interceda ante Patricia y cure su enfermedad. Aquél entonces se niega. Patricia intenta interceder ante Cornelio pero de nada sirve. Arturo pide entonces un último deseo. Cantarle al pueblo:
No me importa renunciar
a lo que soy, ni a lo que fui
porque su amor
ha de ser para mí.
Por amar a una mujer
voy a morir con ilusión,
pues viviré
para su corazón.
Concluida su petición, el verdugo, hacha en mano se dispone a ejecutar la orden real; pero la llegada del Príncipe Picio, aplaza la sentencia para otro momento. Patricia, a escondidas, visita entonces a Taolí en su lóbrega prisión. Allí, encadenado con grilletes, le pide a la hechicera que reciba en su seno a una mujer que, procedente de España, va a llegar a las costas de Taringia. Esa mujer es muy importante para él. Es su novia de España:
Las majas españolas llevan por dentro,
llevan por dentro
unos cascabelitos
cascabeleros de alegre son;
y su repique suena con alegría, con alegría
prendiéndose risueña en las alitas del corazón.
¡Ay, Manolín, Manolín,
ni que sí ni que no,
ni que no ni que sí!
Patricia, empleando sus poderes, libera a Taolí y promete hacerse cargo de la mujer; pero, aún así, la hechicera no puede dejar de pensar en Arturo:
Pienso en ti
y un rayo de sol
hace arder
mis ansias de amor.
Ese es mi mayor placer.
Mi dulce ilusión
también.
Pero tú me olvidarás.
Mi dulce ilusión
serás.
Pienso en ti
en ti nada más.
La corte mientras tanto se reúne; no sólo a Patricia la hechicera van a imponerle el Collar de la Verdad sino que el Príncipe Picio, joven delgado, pálido, ojeroso, débil y, para más señas, muy muy dormilón, llega a Taringia procedente de Europa acompañado de su aya Sebastiana, Gran Duquesa del Pompín, esposa, a su vez, de Epifanio, Gran Duque del Pompón, amigo personal del rey Cornelio. Picio al parecer era un joven despierto y muy vivaracho cuando se fue a recorrer Europa para aprender a convertirse en hombre y educarse correctamente y ahora ha vuelto hecho un desastre, ¿por qué? La Gran Duquesa del Pompín tiene la respuesta y es que lo ha consentido tanto y en todos los aspectos posibles que Picio se aburre sobremanera, claro que hasta que conoce a Patricia con la que vuelve a su antiguo estado y de la que se enamora locamente:
Yo le suplico a su Alteza
que por favor se retire
porque al mirarle a mi lado...
No me mire, no me mire.
Porque yo soy muy sensible
y si a mi lado le veo,
como me miren sus ojos...
Me mareo, me mareo.
Déjeme que me sostenga.
A mi pregunta responda:
¿Qué le parezco a su Alteza?
¡Qué es la monda, qué es la monda!
Su timidez me enamora ¡ay!
¡Qué señora, ay, que señora, ay!
Pero hay que disimular
que la gente de la Corte
es muy dada a murmurar.
A las costas de Taringia va llegando un navío español. Dentro de él, Patricia, disfrazada de polizón se ha introducido para averiguar el paradero de la mujer que ansiosamente espera Taolí. Allí, la hechicera vivirá una serie de cómicas peripecias motivadas, fundamentalmente, por su disfraz de hombre. Pero la vida en el barco es más dura de lo que Patricia pensaba. No solamente conoce a Cintia, joven y hermosa madrileña que llega desde España para ver al hombre que ama, sino también a Martina, noble y generosa mujer, también de origen español deseosa de encontrarse con el hombre al que
más quiere en toda su vida. Para Patricia surge entonces una diatriba, ¿cuál de las dos mujeres es la que espera Arturo? Junto a ellas, varias delegaciones de diversos países también arriban a las costas taringianas para celebrar su fundación entre ellas unos estudiantes de Coimbra:
Somos cantores de la tierra lusitana,
traemos canciones de los aires y del mar.
Vamos llenando los balcones y ventanas
de melodías de la antigua Portugal.
Oporto riega en vino rojo las laderas,
de flores rojas va cubierto el litoral,
verde es el Tajo, verdes son sus dos riberas,
los dos colores de la enseña nacional.
Mientras tanto, en Taringia, las cosas parecen no ir demasiado bien. El Gran Duque del Pompón ve coquetear a su mujer con el Príncipe Picio, quien se deshace por Patricia y
Deseada, rencorosa, ordena matar a Cornelio cuando en ese instante aparece Taolí
descubriendo la verdad:
Pero la nobleza de Arturo Taolí es tal que le salva la vida al rey Cornelio justo en el instante en que el lacayo contratado por Deseada le dispara una flecha mortal hiriéndole tan sólo su brazo. El rey, en recompensa, le perdona la vida.
Mientras tanto, las delegaciones de los diferentes países que han llegado a Taringia van reuniéndose poco a poco en la Corte:
La fiesta ya va a comenzar
nunca en Taringia se vio nada igual.
Son tres veces cien,
los años que hoy
se cumplen de antigüedad.
No hay un país,
que no esté aquí,
pues todos mandan su Delegación,
para hacer honor
a la Fundación
de la gran nación.
Mandó el francés,
su Embajador.
Este señor, español.
El portugués,
junto al inglés
Y nadie faltó.
¡Qué emoción, singular,
las fiestas del Reino
tendrán majestad!
Su esplendor,
sin igual,
en el mundo entero
se recordará.
Hoy Taringia agradecida,
no olvidará ya en la vida
la fiesta, que quede en la memoria
de toda la nación.
Cintia descubre entonces que era al Príncipe Picio al que venía a ver ya que aquél le prometió, cuando estuvo en España, casarse con ella; por lo tanto, era Martina la mujer que tan ansioso esperaba Taolí: su madre. Por su parte, los restantes miembros de la Corte intentan escapar como pueden llevándose consigo dinero, alhajas y bonos del Estado, entre ellos Cornelio y Deseada y Sebastiana junto a Epifanio. Patricia entonces puede abrazarse a su amado y consumar la felicidad que el aciago destino tanto les había negado cantando al unísono el “Himno de Taringia”, hecho éste muy enraizado con las grandes espectáculos operísticos centroeuropeos:
Cariño, nace en mí con ansia loca,
me miro en tus ojos y en tu boca.
Y siento una dulce sensación
que acerca hacia mí tu corazón.
Taringia, no me importan los dolores,
Taringia, si florecen mis amores.
Por ella, nueva vida se abrirá.
Mi vida a la suya unida va.