¡VIVA LA REVISTA!

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martes, 9 de noviembre de 2010

60 años de... Tres gotas nada más (I)

Tres gotas nada más, fue una divertidísima revista con más de doscientas representaciones seguidas en La Latina, obra de Enrique Paradas, Joaquín Jiménez y música del maestro Guerrero e interpretada por el trío Zorí-Santos-Codeso y las bellezas de la época: Mary Campos,
Marisol Clemens y Carmen Martín en números como el pasodoble de “Las atracadoras”, los cuplés del “Yo lo vi” o el chotis “¡Quiero que me llamen guapa!”, interpretado con un gracejo singular por parte de Mary Campos y sus chicas de conjunto.
Su argumento posee todos los ingredientes del sainete arrevistado que tan buenos resultados tanto de crítica como de público va a obtener en esta década: en una perfumería selecta de la Gran Vía de Madrid se dan cita Tristán Lapena y Domingo Risueño, amigos y socios de mencionado establecimiento que tuvieron la fortuna de herdarlo tras fallecer su antiguo propietario. Junto a ellos también trabajan Celestino y una encantadora dependienta, Purita, por la que aquél bebe los vientos.
Domingo ha inventado un perfume, el mismo que da título a la obra, que posee la capacidad de que, aquel que se ponga tres gotas del mismo, conquiste a la persona amada.
El enredo comienza cuando una bella cantante de Pasapoga, Palmira Miraquebien, enviuda de su marido y le deja, en herencia, la mitad de su pesquería de perlas en un rincón de Ceilán, al otro lado prácticamente del mundo. Tanto Domingo como Tristán la consuelan, cada uno a su manera e independientemente; lo que ninguno de ellos conoce es que la mujer sale con los dos a escondidas y les hace idéntica proposición: acompañarla a Ceylán para cobrar la herencia de su difunto. Una herencia que vale... millones, aunque, eso sí, necesitan diez mil duros para el pasaje, algo que ella no les puede costear. Precisamente y, para poder obtener mencionado dinero sin que, cada uno por su parte, se entere, tanto Domingo como Tristán idean un plan por separado; si bien este último decide atracar, vestido de ladrón, la caja de la perfumería y llevarse mencionado dinero. Por su parte, Domingo hace lo propio de tal forma que, cuando llega Tristán afirme que ha sido el ladrón quien se ha llevado nada más y nada menos que veinte mil duros. Cuando ambos descubren el plan del otro, se juran venganza y apoderarse del cariño de Palmira. El destino hace que el trasatlántico en el que todos viajan naufraguen y lleguen a hospedarse a un hotel de Génova. Allí, un multimillonario cingalés, Rajawais, se ha fijado en Palmira y quiere
secuestrarla a toda costa; pero es que, además, Rajawais fue socio del difunto marido de Palmira y desconoce que aquélla va a reclamar la parte de herencia que le corresponde. Así pues, en una fiesta celebrada en el hotel, Rajawais rapta a Palmira.

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