Efectivamente, La Blanca doble tenía una
extraordinaria partitura cuyos números comenzaron a hacerse tremendamente
populares a través de la radio. Geniales estaban este trío de cómicos en el
vals de “Los texanos” o las bulerías del “¡Ay, qué tío!” con su tarareado
estribillo: “¡Ay, qué tío, ay, qué tío, qué puyazo le ha metío!”.
El
argumento de esta revista era bien sencillo: el primer acto de la humorada nos
sitúa en una lencería madrileña, “Gusto”, donde Perico Lozoya, esposo de
Blanca, a su vez dueña de la tienda, reprende a su sobrino Melitón, que vieve
con la pareja tras su orfandad, por coquetear con Socorro y las oficialas de la
tienda. Blanca, con quien Lozoya se ha casado por tinterés, maneja el dinero
del negocio; por ello, ha ido al banco a buscar cincuenta mil duros para pagar
a las oficialas del taller y, a la vez, ha comprado a su marido unos gemelos de
oro y una sortija de rubí, para celebrar su aniversario de bodas. La pareja no
tiene hijos y por ello Blanca desea dejar la tienda en manos de su sobrino
Melitón y dedicar algunos años a viajar y gastar juntos el dinero ahorrado.
Cuando Blanca va, llega a la tienda Cristeta, sirvienta de Blanquita, una joven
del barrio que se dedica a la farándula y que tiene mucho éxito:
Soy una fiera queriendo
cuando en un hombre hago presa
cuando en un hombre hago presa
por algo yo soy felina,
por algo yo soy tigresa.
Los hombres me tienden lazos
pero el varón que se acerca
siente pronto mis zarpazos.
Voy a la caza del hombre
como una fiera,
soy cosa mala queriendo
¡ay del hombre que me quiera!
Tigresa felina
de piel muy vistosa
de cara divina.
Mis ojos despiden
miradas de fuego,
mis brazos son garras
que al hombre dan miedo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario