En el segundo acto, Lozoya
espera en una terraza de la calle de Serrano a que aparezca la luz verde en la
ventana de Blanquita, pero él sólo ve la roja. Llega Cristeta a decirle que
Velilla, que es muy celoso, se ha ido dos veces pero ha regresado sospechando
algo.
De repente, aparece la luz verde y Lozoya se dispone a subir. Llegan
Melitón, Blanca y Peláez. Ella quiere que Melitón le pida ayuda a Cristeta para
subir a la casa y sorpender a su marido. La sirvienta teme el despido de su ama,
pero ante la oferta de conseguir un buen empleo en la tienda de lencería de
Blanca, cede a su propuesta. Mientras, Lozoya, trata de enamorar con arrumacos
a Blanquita. Cristeta irrumpe en la habitación de su señora afirmando que
Velilla, personaje ficticio, les ha abandonado llevándose todos los bienes; con
esta treta consiguen sacarle todo el dinero al ingenuo Lozoya, al que Blanquita
envía a la habitación contigua para que se vaya desnudando y le espere en la
cama.
Cristeta informa a Blanquita de que la mujer de Lozoya está en la calle,
intentando darle un buen escarmiento a su marido, y si le dejan el campo libre,
lo agradecerá con una buena suma de dinero; ante esta posibilidad, Blanquita se
va y quien entra en la habitación es Blanca. Al cabo de un rato, Lozoya,
extenuado, consigue salir de la habitación y se encuentra a Peláez, que ha
venido a avisarle de que su mujer está enterada de todo y tiene la intención de
descubrirlo. Viendo su cansancio debido al apasionamiento de Blanquita, Peláez
le propone sustituirle, aceptando Lozoya. Al momento sale Peláez de la
habitación, habiendo recibido un buen bofetón, acompañado de Blanca, que lo ha
reconocido. Tras la sorpresa de Lozoya, la obra concluye con un final feliz.
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