¡VIVA LA REVISTA!

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sábado, 12 de noviembre de 2011

Los artífices de LAS LEANDRAS: Emilio González del Castillo (y II)

Además de la música escénica, Alonso y González del Castillo compusieron la popular canción Maitechu mía, versionada en múltiples ocasiones. Alfredo Kraus, Plácido Domingo y "Mocedades"han sido sus más famosos intérpretes.
Otros compositores que pusieron música a sus libretos fueron Rafael Calleja (Fenisa la Comedianta y La reina del Albaicín); Tomás López Torregrosa (Las Bandoleras, Sol y Alegría); Vicente Lleó (La maja de los claveles); Jacinto Guerrero (Cómo se hace un hombre, Teodoro y Compañía, Los Bullangueros) y Pablo Luna (Sangre y arena, Sybill, Jack, Los calabreses, La joven Turquía, ¡Dios salve al Rey, El caballero del guante rojo). La lista de sus piezas líricas registra más de ochenta títulos.
Sin embargo, su obra más aclamada fue Katiuska, la mujer rusa, escrita en colaboración con Martí Alonso, con música de Pablo Sorozábal y estrenada en el Teatro Victoria de Barcelona el 27 de enero de 1931. La noche del estreno, según relata Sorozábal en sus memorias, fue más que accidentada, pues, tras un clamoroso éxito en el primer acto, el público acogió el segundo con suma frialdad, hasta el punto de que se temió que retirasen la pieza del cartel; para evitar el desastre, Sorozábal y González del Castillo tuvieron que rehacer el acto en una sola noche.
El maestro Sorozábal, al relatar la noche maratoniana, describe al veterano libretista con unas líneas llenas de admiración y gratitud: "Era un hombre de gran sensibilidad y un gran poeta. Todos los cantables y versos de la obra eran suyos. No sabía música, pero tenía una noción del ritmo asombrosa. En pocos libretistas he encontrado yo unas cualidades tan magistrales. (...)". Describe su respiración dificultosa y asmática, su infinita paciencia con las exigencias del músico, su artística caligrafía. Cuenta cómo, a eso de las cuatro de la mañana, encerrados ambos en la habitación de trabajo y tras haber agotado el termo de café, los versos empezaron a salirle "a borbotones", y escribió de un tirón el bellísimo diálogo final, en romance. Luego, se lo leyó al compositor, que lo abrazó emocionado.
La obra, tras su revisión, obtuvo un triunfo resonante, confirmado al año siguiente en Madrid, con Marcos Redondo y Conchita Panadés en los papeles protagónicos.
Emilio González del Castillo falleció prematuramente en Madrid, en 1940, dejando una abundante producción inédita y un gran número de bosquejos de comedias y revistas.
En la actualidad, sus obras siguen reponiéndose con frecuencia y, aunque su nombre sea escasamente recordado por el gran público, algunas de sus piezas ("El Pichi", "Los Nardos", "El Pasacalles de los Chisperos", "el Canto a Segovia"...)han adquirido tal celebridad que trascienden, con mucho, el círculo de los aficionados al género lírico, y son conocidas por gran parte de la comunidad hispanohablante.

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