¡VIVA LA REVISTA!

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viernes, 3 de septiembre de 2010

El Teatro Fontalba de Madrid, un paraíso de la revista (I)

Vamos a dedicar las próximas entradas a homenajear y establecer una pequeña historia de uno de los locales teatrales con más solera de la capital española que hace ya algunos años dejó de existir por culpa de la tan terrible especulación. Nos referimos al célebre Teatro Fontalba, por cuya pasarela desfilaron las más grandes estrellas de la revista que vio nuestra escena nacional: Ángel de Andrés, Antonio Casal, Tony Leblanc, Maruja Boldoba...
Nació en el centro del segundo tramo de la Gran Vía, conocido en aquel momento como Pi y Margall. El proyecto para el Marques de Cubas y Fontalba fue llevado a cabo en un principio por el decano de los Arquitectos Municipales Don José Salaberry, uno de los artífices de la Gran Vía, y finalizado por su hijo político el profesor de la Escuela de Arquitectura Don Teodoro Anasagasti, a pesar de esto, el inmueble no profesaba las tendencias artísticas a las que Anasagasti nos tenía acostumbrados. El edificio se construyó en un solar con forma irregular que conformaba una de las nuevas manzanas de la Gran Vía, donde se levantaron dos bloques de viviendas que arroparían al teatro dejando tan solo visible su fachadas principal y posterior. El local fue inaugurado el día 20 de Octubre de 1924 con el estreno de la obra de D. Jacinto Benavente “La verdad sospechosa”, con anterioridad a la finalización de las obras de las ya mencionadas viviendas colindantes. Costó once millones de pesetas de la época, siendo este, el primer local dedicado a espectáculos que se inauguraba en la nueva avenida. El edificio que se realizó con estructura de hormigón armado por la Constructora Aragonesa, se alzaba en cinco alturas y su fachada estaba decorada con rica ornamentación, de igual forma que las viviendas vecinas. Sobre su puerta una gran marquesina de hierro y cristal nos anunciaba la existencia de un local de espectáculos; tenía grandes huecos de vidrieras que inundaban las estancias, coronando el inmueble se hallaba un grupo escultórico bajo el que se leía claramente Fontalba, apellido del propietario del local.

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