¡VIVA LA REVISTA!

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lunes, 24 de mayo de 2010

Aquellas inolvidables revistas... (XXXIII): Las mujeres de Lacuesta (1926)

Las mujeres de Lacuesta (1926), “humorada en un acto dividido en cuatro cuadros y un tarjetón de boda” con libreto de Antonio Paso (hijo) y Francisco G. Loygorri con música del maestro Jacinto Guerrero que dio lugar a uno de los primeros anuncios cantados (años más tarde se pondría de moda en radio y televisión, principalmente) y que aparecía en los cuplés de otra revista del maestro Guerrero titulada El país de los tontos (1930) mientras ésta se representaba con éxito en otro teatro:
Dos mujeres muy hermosas
vi en la cuesta de La Vega,
y aunque he vuelto aquí a buscarlas
no he podido nunca verlas.
Preguntando ayer por ellas
me decía Serafín:
Las mujeres de Lacuesta
las he visto yo en Martín.
Las mujeres de Lacuesta fue estrenada en el Teatro Martín de Madrid la noche del 21 de noviembre obteniendo con ello un grandioso éxito de público. Su argumento giraba en torno a Teobaldo Lacuesta y Lamuela, un vago e incorregible conquistador de mujeres que celebra su despedida de soltero ya que, dentro de poco, va a contraer matrimonio con una joven adinerada, Leona, para poner fin a todos sus problemas económicos a pesar de la oposición del padre y del novio de aquélla, Elvino y Currito, respectivamente. Sin embargo y, ante la amenaza de los enamorados de casarse lo quiera Elvino o no, éste accede con la condición de que, en un plazo determinado de tiempo, han de traerle un nieto. Así, pues, tanto Teobaldo como Leona se casan y pasan su luna de miel en un hotelito de Venecia, pero las cosas no son como aparentan. Teobaldo, harto de su mujer, no consuma su matrimonio y se dedica a flirtear con Lucinda, la camarera del hotelito en el que se encuentran y con la que ha quedado la noche que se celebran los Carnavales. Generoso, amigo de Teobaldo al que éste le debe una cuantiosa suma de dinero, le hace ver que, o tiene un hijo con Leona o todas sus deudas no podrán ser saldadas; por lo que Teobaldo le propone a Generoso un plan: encontrar a alguien con el que su mujercita pueda tener un hijo y así verse libre, ya no sólo de sus problemas económicos sino, además, de hacerse con la fortuna de aquélla y contentar a su suegro, y esa persona no es otra que Spingarda, el maitre del hotel. Pero para complicar aún más las cosas, llegan a Venecia Elvino (con Martirio, su joven esposa quien, a su vez, está enamorada de Teobaldo) y Currito, el que fuera novio de Leona, para intentar, por todos los medios separar el matrimonio. Una vez allí, Elvino coquetea con Lucinda y se entera de que esa noche va a acudir al baile de disfraces su yerno con ella, por lo que el airado padre le promete una cuatiosa cantidad de dinero si consigue que Teobaldo baile con Lucinda.
Por fin llega la gran noche del baile de disfraces donde Lucinda ha sido nombrada Reina del Carnaval. Una vez allí, tanto Generoso como Elvino aparecen disfrazados con un traje Luis XV, mientras que por su parte, Curirrito, Teobaldo y Spingarda aparecen disfrazados de mosqueteros dando lugar a cómicas situaciones de cambios de identidad. Así, Leona se cita con Teobaldo, quien cree, a su vez, que se trata de Lucinda. Martirio hace lo propio con Spingarda creyéndolo Teobaldo y aquél la toma por Leona; por su parte, Currito es objeto de una tremenda persecución por parte de don Elvino, quien lo ha confundido con su yerno al enterarse de que va a engañar a su hija con otra mujer y aquél, a su vez, es tomado por Generoso y, consecuentemente, perseguido por un grupo de camareros disfrazados de mosqueteros a quienes había abofeteado creyéndolos, cada uno independientemente, Teobaldo. Finalmente, todo se aclarará para los personajes de la obra: Teobaldo y Lucinda, consumado su matrimonio, recibirán el dinero de la cláusula que Elvino puso como condición; éste volverá a Madrid con Martirio dispuesto a darle un escarmiento a su mujercita; Spingarda cobrará el dinero prometido, mientras que Currito y Generoso disfrutarán del fin de la fiesta de carnaval, momento aprovechado por los autores para incluir la ya clásica apoteosis de la revista

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