¡VIVA LA REVISTA!

¡VIVA LA REVISTA!

lunes, 24 de mayo de 2010

Aquellas inolvidables revistas... (XXXII): El adiós a la vida (1925)

El adiós a la vida (1925), “pasatiempo cómico-lírico en un acto, cuatro cuadros y un entrecuadro” con libreto original de Arroyo, Lozano y Bertrán con música de los maestros Lloret y Muñoa fue estrenado el 2 de septiembre de mencionado año en el Teatro Rey Alfonso de Madrid: Lolita Quiroga, una bella tanquista que trabaja en un cabaret, va a dar dentro de pocos días su particular adiós a la vida cambiando de estado y contrayendo matrimonio con un rico industrial de Calahorra que posee una fábrica de conservas. Junto a ella vive su doncella, Pepita, una chica muy mona y alegre que tiene un novio, Polito, chulo, castizo, bien parecido y amante del fútbol. Como Lolita desconoce la existencia del novio de su doncella, ésta, para evitar que lo vea mientras le da de comer, decide esconderlo en un armario ropero. Lolita lo descubre y Polito, para, a su vez no delatar a su novia y que ésta pierda su empleo, no se le ocurre otra cosa que decirle a la chica que se ha colado en la casa porque está enamorado de ella. Adulada, Lolita le invita a cenar para así tener una última aventura antes de su cercana boda. Cuando Pepita los ve salir juntos, creyendo que su señora conoce la verdad, decide vengarse de ambos, para lo cual toma el mejor traje de la Quiroga y se marcha dispuesta a tomarse la justicia por su mano.
La casualidad o el destino hace que Pepita conozca a un caballero, Carloto Morroncillo, quien no cesa de cortejar a la mujer. Ella, conocedora de que un hombre así puede servirla para su particular venganza, accede a los ruegos de su pretendiente y la invita a un restaurante que, como habrán adivinado, resulta el mismo al que han ido a parar Polito y Lolita. Cada pareja, en su correspondiente reservado charla animadamente disfrutando de la velada hasta que Polito ve a Carloto y, ¡para enredar más el asunto! resulta ser su tío carnal. Polito y Pepita se descubren mutuamente en el restaurante, enterándose aquélla de que su acompañante no es otro que el prometido de su señorita, quien, al igual que ésta, pretendía dar su particular adiós a su vida de soltero. Polito, tras haber pedido perdón a su novia, decide que lo mejor para los dos es huir en tren.
Una vez en el andén, tanto las jefas, como las mozas de la estación entonan el siguiente número donde se compara a la mujer con las distintas clases de coches:
Por honesta y recatada
una niña casadera,
si de amor no sabe nada
es un coche de primera.
Mas si ya triunfó en amores
su pasión ciega y profunda
para sus adoradores,
es un coche de segunda.
[...] Las viuditas y casadas
que hacen caso de cualquiera
esas ya están tan pasadas
que son coches de tercera.
Y la que ninguno quiere
aunque vaya y venga sola,
si soltera al fin se muere,
ésa es el furgón de cola.
[...] Las cocots y las tanguistas,
que triunfan de tantos modos
y al amar se llaman listas,
son “slipin” para todos.
Y la suegra gordinflona,
que tiene genio de fiera,
por molesta y por gruñona,
ésa es siempre la “perrera”.
Una vez subidos al vagón, Lolita los descubre. Estos le suplican perdón y marchan a la Costa Azul francesa ante la mirada impertérrita y asombrada de Carloto que vé cómo todos se van mientras él pierde el tren. Finalmente, todo se resolverá a favor de Polito y Pepita a la par que Lolita dará el merecido escarmiento a su prometido por intentar mantener una aventura con su doncella.

No hay comentarios: