¡VIVA LA REVISTA!

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lunes, 24 de mayo de 2010

Aquellas inolvidables revistas... (XXVIII): Música, luz y alegría (1916)

En 1916, Francisco Alonso dará en la diana al poner una juguetona y alocada música a la obra que, en su título, condensa lo que el género viene a converger a partir de ahora: Música, luz y alegría, con libreto de Francisco de Torres y Aurelio Varela obtiene su primer éxito apoteósico en el Teatro Novedades añadiendo un toque de modernidad a los escenarios madrileños. Así, esta “revista en un acto dividido en cuatro cuadros y apoteosis” pudo contemplarla el público la noche del 20 de mayo de mencionado año.
El primer cuadro se titulaba “El neurasténico” y nos contaba cómo un joven aquejado por la fatalidad no podía poner remedio a sus penurias ni tan siquiera con la ayuda de la medicina, por lo que el doctor le receta, como cura definitiva contra su mal, vivir la vida, disfrutarla y olvidarse de todos sus problemas; esto es, música, luz y alegría. A continuación entran en escena tres bellas mujeres que encarnan de forma alegórica a las respectivas hadas del título de la obra quienes prometen al enfermo curarle de todas sus dolencias si le siguen.
El cuadro segundo lleva por título “Palacio de la Música” en donde, nuevamente de forma alegórica, aparecen la Música Italiana, la Francesa, la Americana y la Oriental para transmitir las ganas de vivir que el joven neurasténico precisa. Así, pues, todos le espetan:
Es el arte de la música
el que al alma llega más,
el que acaba con las penas
cuando más hondas están.
Donde estén nuestras personas
reina siempre el buen humor
y se aumentan con nosotras
las delicias del amor.
Poseemos para todos
el halago a su ideal,
pues hablamos un lenguaje
que es lenguaje universal.
Una a una las músicas van cantando sus números que transmiten al joven enfermo las ganas de seguir viviendo que precisa.
En el cuadro tercero, “Palacio de la Luz”, el hada conducirá al neurasténico a conocer los diferentes encantos que posee aquélla de tal forma que le presentará al Velón, al Candil y al filósofo Quinqué quienes cantarán todas sus excelencias para dar después paso al Instalador Eléctrico quien le explicará al muchacho lo que algunos de los personajes más destacados de la época representan dentro del mundo de la electricidad:
INSTALADOR.- Pues verá usted... Rodríguez San Pedro... es un aislador. Pablo Iglesias y Soriano... un enchufe. Dato... un flexible. Blasco Ibáñez... ¡una lámpara fundida! Sánchez Toca... una tulipa modernista. Weyler... un portalámparas. La Cierva... ¡un poste! Galdós... ya lo está usted viendo... un portátil. Romanones... un aparato de tres brazos sobre un pie. Vázquez Mella... un enganche. García Prieto... una arañita. Francos Rodríguez... una lámpara que empezó a lucir a dos bujías y que hoy tié más luz que un arco voltaico. Fenómenos científicos. Barroso... un contrapeso. Arias de Miranda... ¡un plomo! Besada... ¡dos plomos! Lerroux... ¡un acumulador!
Finalmente y antes de salir del Palacio de la Luz, el neurasténico podrá comprobar a través de hermosas mujeres, que encarnan a los reflectores del amor, las maravillas que este sentimiento posee en aquellas personas que lo sienten.
Cuando éste número fue representado, el teatro quedaba completamente a oscuras con excepción de un foco que, convenientemente colocado, se reflejaba en unos espejitos que poseían las tiples. Éstas, entonces, buscaban y enfocaban a varios espectadores cuyos rostros quedaban iluminados por la luz mientras cantaban el siguiente estrillo:
Desde quí no es nada fácil
buen marido el escoger,
y saber si es pobre o rico
es difícil de saber.
Pero no soy ambiciosa:
si alguien se quiere casar,
me conformo con que tenga
una cosa regular.
Mire hacia aquí, fíjese en mí
y al par que enfoco
la luz del reflector
busque galante
el secreto del amor.
En el último cuadro de la obra titulado “Palacio de la Alegría”, el neurasténico podrá ver diversas versiones acerca de la misma; sobre una decoración de una enorme pandereta a través de la cual se deja entrever la madrileña Plaza de Las Ventas, el hada de la Alegría presentará a su invitado a un Cantaor y Cantaora que les hablará de las ventajas del cante flamenco para alegrar el corazón; a varias mujeres de vida fácil, a una Casadera, una pareja de recién casados que cantarán las excelencias del matrimonio, a la alegoría de la Alegría de Verse Buenos y la Alegría de los Toros, adonde acuden mujeres bonitas que son la sal y el sol de la tierra española. Finalmente y, tras comprobar que merece la pena vivir, el joven cantará en un fantástico apoteosis donde todas las vicetiples, rodeándole, le ofrecen vino, tabaco, flores...
Música, luz y alegría
el doctor me recetó,
y un gran ingrato sería
si no confesase yo
que es grande mi mejoría.

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