¡VIVA LA REVISTA!

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sábado, 9 de enero de 2010

1910-2010: Cien años de... La corte de Faraón (XXI)


Víctor M. Peláez:

"B/ Causas socioculturales: el éxito de una pieza dramática como La Corte de Faraón presupone también la existencia de un público con unos determinados conocimientos culturales que les posibiliten interpretar la obra como sus autores pretenden. Desde la perspectiva actual puede resultar, quizás, un poco difícil asumir que los espectadores que asistieron primero al Eslava y, más tarde, al resto de locales donde se montó la obra tenían la capacidad óptima de interpretar aquella opereta según las intenciones de los autores, máxime cuando conocemos que el nivel cultural medio en España a principios del siglo XX continuaba siendo deplorable. No obstante, debemos tener presentes dos puntos fundamentales: la enorme participación social durante esa época en el fenómeno teatral y los principios de educación religiosa, tan arraigados entre todas las capas sociales. Ambos puntos justifican la correcta interpretación de los subtextos con los que Perrín y Palacios juegan paródicamente en La Corte de Faraón. Por un lado, los autores se benefician del éxito de la ópera de Verdi Aida y, también, es posible que tengan en mente la opereta Madame Putiphar, escrita por los franceses Ernest Dupré y Léon Fourneau, más conocido por su pseudónimo Xanrof, con música de Edmond Marie Diet, y representada por primera vez en París el 27 de febrero de 1897; en esta misma línea, la obra se plantea como parodia de las convenciones de todo un género, el operístico, del que sacan a la luz algunos de los tópicos más manidos, como veremos al analizar la obra. Esta práctica paródica es fácilmente reconocida por los espectadores gracias a sus hábitos teatrales, que les han generado una competencia teatral vasta con la cual están en disposición de identificar las referencias a Madame Putiphar (si es que realmente la manejaron los autores y la estrenaron en España) y a los tópicos y motivos operísticos. El público español de principios del XX tenía una cultura teatral viva, a pesar de los elevados índices de analfabetismo. Una cultura basada en los hábitos de asistencia a los teatros. La actividad teatral no era ajena a un importante sector social, capaz de captar las referencias a los subtextos que planteaban los autores porque formaban parte de su cultura teatral. Además, la prensa se hacía eco de la actividad teatral, a la que le daba una importancia notable, y contribuía de ese modo a su difusión.
Por otro lado, hemos señalado la relevancia de la cultura religiosa para la mejor comprensión paródica de la obra. La sociedad española se ha caracterizado históricamente por su condición católica, aunque se tratase de una religión de apariencias en un elevado porcentaje. Esa condición tan arraigada entre el pueblo español es motivo suficiente para que los espectadores teatrales, sea cual sea su estatus, estén al menos familiarizados con la historia bíblica original del hebreo José, hijo de Jacob, relatada en el libro del Génesis. Probablemente no la conociesen por haberla leído en los textos bíblicos, que apenas tuvieron difusión en España (además, el elevado índice de analfabetismo aún existente a principios de siglo sería un impedimento para muchos), pero no les resultaría extraña gracias a la iconografía, los sermones eclesiásticos o la cultura religiosa oral que aún pervivía, según comenta Terenci Moix. Perrín y Palacios se aprovechan de esta circunstancia para jugar paródicamente con esa historia legendaria; recordemos que el subtítulo reza «opereta bíblica». La parodia de textos bíblicos no es, por supuesto, nada novedoso, aunque el género literario más empleado para vehicular tales deformaciones ha sido el narrativo. Los autores de esta opereta se atreven con un género dramático de carácter lírico con el fin de aportar continuidad al mito bíblico y, a la vez, profanar tal historia sagrada. ¿Por qué una pieza lírica? Obviamente, por las causas arriba señaladas y, también, porque si pretenden parodiar un género como la ópera, el efecto es más eficaz si se emplean técnicas similares que permitan al espectador reírse, en este caso, de unas situaciones que en el contexto original están rodeadas de seriedad y dramatismo. Los autores han sabido, en consecuencia, articular unos subtextos de fácil reconocimiento por los espectadores, ya que éstos disponen de una cultura teatral viva y de una cultura religiosa extendida. El público se hallará, por tanto, en plena disposición de captar los guiños paródicos planteados por los autores, quienes por otra parte desean hacerse entender y hacer partícipes a los asistentes de este juego con la cultura que constituye la parodia dramática".

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