¡VIVA LA REVISTA!

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viernes, 29 de enero de 2010

1910-2010: Cien años de... La corte de Faraón (XXXVIII)

Reproducimos a continuación un artículo aparecido en el diario valenciano "Las Provincias" el 23 de enero de 2010 y firmado por F.P. Puche acerca del centenario de la celebérrima opereta del maestro Lleó:
"Ahora hace un siglo, un compositor valenciano, Vicente Lleó Balbastre, inundó Madrid de una música pegadiza y sensual. En muy pocos días, los funcionarios cesantes y las criadas de delantal blanco, los burgueses acomodados y los cocheros de las tartanas conocían al dedillo unas partituras que se cantaban en el teatro Eslava; y que era preciso repetir entre aplausos, a requerimiento del público. «Yo soy el Casto José» era una de ellas, que rivalizaba con la triunfal 'Victoria, Victoria!'; pero la más insinuante y picante, la música que definitivamente sabían cantar todas las mozas y lechuguinos, era el cuplé titulado 'Ay-ba, ay-ba.!', el emblema musical de una nueva zarzuela de éxito: La Corte de Faraón.
La obra, en un acto y cinco cuadros, la habían escrito Miguel de Palacios y Guillermo Perrín, dos de los más prolíficos y divertidos libretistas del momento. Pero la música que hilvanaba los cuadros musicales era del inteligente compositor valenciano Vicente Lleó, empresario por aquellas fechas del teatro Eslava de Madrid. Denominada por los autores 'opereta bíblica', 'La Corte de Faraón' tenía tanto de zarzuela como de sucesión de cuadros arrevistados; pero partía de una inspiración y ambientación en el Egipto clásico que le hacía beber en las fuentes de una opereta francesa titulada 'Madame Puthifar' y ser a la postre un remedo divertido y mordaz de esa gloriosa 'Aida', de Verdi, que llenaba de resonancias clásicas las noches de ópera seria.
'La Corte de Faraón' se estrenó en la noche del 21 de enero de 1910 y muy pronto cobró justa fama de divertida, atrevida, pícara y provocativa. Era indiscreta, valiente hasta el desafío. Por muchas razones, no solo de carácter erótico. Porque para empezar, se abría con la entrada victoriosa en Tebas, rodeado de sus soldados, de un general, Putifar, que venía del frente de batalla de Mesopotamia herido en los genitales de tal manera que su matrimonio con la gentil Lana se hacía inviable.
La peripecia del personaje no era muy ejemplar para el recio honor castrense de 1910. Pero el caso es que la obra se vino a estrenar en un momento de euforia popular, cuando las tropas españolas regresaban triunfales de Melilla y las brigadas de Cazadores desfilaban por la puerta del Sol, y ante el Palacio Real, comandadas por el héroe del pueblo, el general Tovar. Habían pasado, recordémoslo, los terribles episodios del Monte Gurugú y las secuelas de la Semana Trágica barcelonesa, en el verano de 1909; y tras redoblar esfuerzos, los soldados coloniales habían conseguido que el otoño fuera favorable a las armas españolas.
Con todo, los genitales de Putifar no eran sino una gota en un pequeño océano de insinuaciones, cuernos, castidades, tentaciones y engaños que andando el tiempo harían que la obra fuera incompatible con la estricta censura del franquismo, como bien quedó reflejado en la película del mismo título de José Luis García Sánchez (1985). Vicente Lleó había estrenado ya otros títulos en esa misma línea, de connotaciones sexuales y alusiones verdes, tan propia del cuplé y el vodevil. El compositor era un reconocido maestro de ese «género sicalíptico» que se movía en circuitos de teatros de segundo nivel, con piezas que recibían la etiqueta de «género ínfimo», en contraposición con el «género chico» o con ese indiscutible género grande en el que tomaba asiento la ópera.
Vicente Lleó, nacido en noviembre de 1870 en Torrent, era un músico tan creativo como ambicioso, valiente a la hora de emprender proyectos teatrales, que a los cinco años ingresó como niño cantor en la escolanía del Colegio del Corpus Christi de Valencia, una oportunidad que dio pie a su carrera artística. Pronto sintió la llamada del Conservatorio, donde conoció al que sería entrañable amigo, José Serrano. Como le ocurrió al autor de «La Dolorosa», la llamada de Madrid, el atractivo de los teatros de la Corte, le hizo dejar Valencia. Para meterse en la aventura de la empresa del teatro Eslava, que daba más disgustos que rentabilidad. Pero esa era la vida artística soñada largamente por sus satisfacciones. Una de ellas fue la primera audición del 'Himno de la Exposición', el futuro Himno Regional Valenciano, que Serrano y Thous le hicieron escuchar en primicia un día de la primavera de 1909, poco antes de presentárselo a su promotor, Tomás Trenor.
Adaptaciones, creaciones, estrenos. La vida de Lleó tuvo de todo menos serenidad. Porque incluso se atrevió a meter cabeza en el espinoso campo de la empresa periodística y fundó el diario 'La Noche', especializado en la noticia teatral. Son los típicos altibajos del negocio de la escena, que en el caso de la 'La Corte de Faraón' dio a sus autores no pocas satisfacciones. Entre otras, la de potenciar la figura de Julia Fons, que interpretaba el papel de Lota; aunque muy pronto destacó en el elenco una Carmen Andrés de caderas rotundas y carnes prietas, una mujer muy al gusto de la época que encandilaba a los hombres desde el coro de las viudas, hasta encaramarse en la escalera de los éxitos con los famosos «cuplés babilónicos» que la gente cantaba de memoria.
Pronto inventó el pueblo letras especiales para esos cuplés. Y eso generó la respuesta inmediata de Perrín y Palacios, que compusieron letras basadas en la noticia política nacional para que el público se desternillara cada noche y quisiera repetir función una semana tras otra. Así, la insinuante egipcia cantaba coplas de estricta actualidad en las que salía Maura, el defenestrado, y se aludía al cometa Halley:
«En Babilonia, los ministerios
entran y salen tan de repente
que quien preside por la mañana
ya por la tarde no es presidente.
De estos trastornos ministeriales
dicen que tiene la culpa sola
un astro errante llamado Maura
que es un cometa de mucha cola.»

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