¡VIVA LA REVISTA!

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viernes, 8 de mayo de 2009

En el fallecimiento de Virginia de Matos... HOMENAJE (V)


El 25 de enero de 1951, se alzó al telón del madrileño Teatro Martín para estrenar la revista en dos actos ¡Aquí, Leganés!:


"El 25 de enero es una fecha que nunca olvidaré, porque fue el segundo pateo que conocí en mi carrera. Y eso que con muy buen criterio José Muñoz Román, que era el dueño del teatro, me advirtió: "Fernando, sería mejor que el dúo entre Virginia de Matos y Antonio Garisa se convirtiera en un intermedio musical solamente; con ello evitaríamos la posibilidad de un pateo la noche del estreno".
Me lo sugirió con mucho tacto. Además, de esa manera se ganaba tiempo para los cambios de atrezzo y de vestuario. Pero el verdadero problema estaba en la poquita voz de Virginia, porque Garisa no cantaba mal y además bordaba el papel.
Total, que se convenció a la supervedette para que no interpretara el dúo con la excusa de que estaba cargada de números. A pesar de todo, el pateo no se pudo evitar. Creo que fue más bien por la claque organizada por los familiares de la vedette que, con su madre al frente, no pararon de jalear a la hija: "¡Qué bien lo canta la niña! ¡Qué guapa está! ¡Olé mi niña!"
El público tenía otra opinión y eso provocó un enfrentamiento con el consiguiente pateo. Yo estaba colocado entre las primeras filas, con el público a izquierda y derecha. Ya he dicho que en el Martín no había una pasarela de separación y a mí no me convenía dirigir en esas condiciones, pero al final el dueño del teatro me prometió que los primeros asientos estarían ocupados por él y unos amigos suyos. Con el vocerío que se estaba montando yo miraba a uno y otro lado pero allí no estaba este hombre ni vi caras conocidas, ni amigos ni nada.
"Finalizado el primer acto se montó el escándalo. Yo me senté y la silla se movía como un flan, no sólo por mis nervios, sino porque el público pateaba con fuerza el suelo y aquello retumbaba muchísimo. Nunca había vivido una cosa así, y jamás se volvió a repetir. Yo sudando la gota gorda, con la excitación a flor de piel y rogando que terminara todo cuanto antes.
[...] Así empecé los compases del intermedio musical, con aquel cantable que debía interpretar Virginia. Cuando se levantó el telón para iniciar el segundo acto, los ánimos estaban calmados gracias al tema melódico, que los espectadores ovacionaron con entusiasmo. Entonces, ya pude respirar aliviado mientras los que ocupaban las primeras filas, que me habían visto pálido unos minutos antes, me decían en voz baja: "Muy bien, maestro, muy bien, estupendo; siga así, maestro, muy bien". La obra fue un éxito personal de Antonio Garisa".

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