¡VIVA LA REVISTA!

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viernes, 8 de mayo de 2009

En el fallecimiento de Virginia de Matos... HOMENAJE (VI)


Tras ¡Aquí, Leganés!, Virginia de Matos interviene en otras revistas como Pitusa (1952) de Fernández de Sevilla y Moreno Torroba en el Calderón de Madrid o Amor a tanto por ciento (1953), en el madrileño Teatro Álvarez Quintero junto a Roberto Rey y Rafael Cervera en una divertidísima revista con libreto de Blanca Flores y Ángel Soler y partitura del maestro Moraleda, aunque, siempre será recordada por la "comedia musical en dos actos" Dos Virginias (1955), un bombazo revisteril para la época y para su principal intérprete.
Con libro de Leandro Navarro y música del maestro Fernando Moraleda, la revista supuso uno de esos éxitos difíciles de olvidar en la carrera de cualquier artista. La vedette, de escultural figura y, con enorme gancho entre el público masculino, hizo las delicias de los espectadores que asistieron noche tras noche al Teatro Maravillas de Madrid a presenciar las dos historias que nos contaba el argumento de la obra, acompañada por Manolo Gómez Bur y Julita Blanco y el fabuloso ballet que la cortejaba que contaba entre sus integrantes con una jovencísima Concha Velasco.
En Dos Virginias (1955), la protagonista cantaba un precioso beguine titulado "¡Míreme señor" que, apoyada con un bastón en la mano y ataviada con un simple traje de baño azul marino de pronunciado escote en la espalda y con el simple adorno de una enorme hebilla en la cintura, enfervorizaba a la masculina concurrencia...

¡Míreme, señor!
Pero contemple fijo sin temor
no soy la misma que antes admiró
yo sé que duda usted, lo sé, lo sé.
Sé que lo piensa usted, señor;
pues al mirarle yo también dudé
si es usted el mismo que anteayer me requebró
cuando esperando a su mujer estaba usted
en el Hotel Emperador.
Los parecidos a veces son mentira
si a un enemigo le dices "vida mía".
Esto es lo mismo, son dos Virginias, niño,
las que hoy has visto
yo te lo digo puedes comprobar mirando.
Sí, mirando.

Concha Velasco cuenta al respecto que, en cierta ocasión, cuando Virginia concluyó el anterior número, un militar, con pistola en la mano y, enardecido, levantó su arma al cielo del teatro y pidió a la joven repetirlo. Viendo que la vedette no lo repetía, el susodicho miembro disparó dos tiros al techo para que Virginia volviera a cantarlo y, efectivamente, así tuvo que hacerlo.
Pero, junto al anterior beguine, en la citada revista también destacaron números como el pasodoble "Mis bandoleros" o la marchiña "¡Pobrecita yo...!":


¡Pobrecita yo,
qué pena me doy!
¡Ah..., ah..., ah..., ah..., ah..., ah...!
¡Pobrecita yo,
qué solita estoy!
¡Ah..., ah..., ah..., ah..., ah..., ah...!
Consuéleme usted,
tenga la bondad.
¡Ah..., ah..., ah..., ah..., ah..., ah...!
Pues soy tan jovencita
y tan desgraciadita
que necesito
que me quieran de verdad,
con un cariño intenso,
con un amor inmenso
que me consuele en medio
de mi soledad.
Dale que dale,
dale fuerte
que no cese de llorar.
Dale que dale que esta pena
sólo tú me quitarás.
Las ovejitas hacen
¡¡Beeeh!!
Y las vaquitas dicen
¡¡Muuuh!!!
Como no saben expresarse,
en el mugido tal vez
pondrán su corazón.

Los espectadores recibían una foto de la artista invitándoles a cantar junto a ella el estribillo de mencionada marchiña, lo que provocaba los delirios de los espectadores masculinos; lo mismo que sucedía cuando Virginia entonaba el baiao "El tropezón":


Un tropezón sentimental se puede dar
y que padezca por el susto el corazón,
un meneíto por aquí,
un meneíto por allá,
otro pasito por aquí
pero cuidao con tropezar;
pues si tropiezas una vez
le coges gusto al tropezar.
Báilalo así, báilao así,
báilalo ya.

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