En 1990 Fernando recibió uno de los encargos
que más ilusión le han hecho a lo largo de toda su vida: que hiciera el Pregón
de las Ferias de su querida Salamanca. El 7 de Septiembre, a las 10 de la
noche y desde el balcón del Ayuntamiento se dirigió a todos sus paisanos en uno
de los más bellos y sentidos pregones que se recuerdan escrito por él. Mientras
hablaba, y embargado por la emoción, se le escapaba la mirada con el rabillo
del ojo hacia el número 12 de la Plaza Mayor donde nació y que tantos y tan
bonitos recuerdos le traían.
Era tal la satisfacción que le produjo ser
pregonero de su ciudad natal, que cuando por la mañana llegando a
Salamanca por la carretera de Ávila, se
dio de frente con la silueta de las torres de la Catedral, le dijo a su mujer: ”¡Qué
alegría, Antoñita! ¡Otra vez en casa! Eso era lo que él sentía cada vez
que volvía a Salamanca, que volvía a su casa.
El 13 de Septiembre de 1991 otorgaron a
Fernando el título de “Salmantino del Año” en el transcurso de
una cena celebrada en el Restaurante Paladíni. Este galardón significó para él
una de las mayores alegrías de su vida. En palabras suyas ”para mí esto
es más importante que si me hubieran dado el mismísimo Premio
Nobel”. Tras la entrega del Premio, Fernando comentó: “nací en un
sitio en el que si no hubiese nacido, me hubiese gustado siempre nacer”.
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