En el colegio había un Cuadro Artístico que
representaba obras de teatro de la
Galería Salesiana divinamente arregladas para que sólo hubiera papeles masculinos.
Había obras de Arniches, de Muñoz Seca, de los hermanos Alvarez Quintero, de
Benavente, pero tan sumamente bien adaptadas, que jamás se echaba de menos la
falta de las actrices. Fernando nunca consiguió pertenecer a él pues tenía un defecto físico, que era un poco tartamudo, por lo que nunca
le dejaron entrar, dado que tardaba mucho en recitar su parte. Este defecto le
complicaba un poco el sacar adelante los estudios como él quería ya que cuando
le preguntaban la lección se atascaba y se ponía muy nervioso. Decidió hablar
con el maestro y le dijo que si no le importaba le daría la lección cantando y
así no se atrancaría. De esta manera,
cada vez que le preguntaban la lección, él la decía cantando y toda seguida, consiguiendo también salir airoso de los
exámenes. Con el tiempo consiguió auto corregirse dicho defecto.
A los 13 años y coincidiendo con el inicio de la Guerra Civil, entró a
trabajar como Botones en la Sede Central de la Caja de Ahorros y Monte de
Piedad de Salamanca, que estaba en el
Pasaje de la Plaza Mayor, en la calle de Espoz y Mina, en lo que hoy es el
Hogar del Pensionista, para ayudar a su madre doña Dolores ya que su padre, don
Eusebio, estaba de viaje por motivos laborales y le pilló el comienzo de la
contienda en la zona republicana, no
pudiendo regresar a Salamanca hasta el
final de la misma. De esta etapa de su vida, Fernando guardaba imborrables
recuerdos: su primer sueldo ganado por él y que pudo entregar íntegramente a su
madre, su primer pantalón largo, las
vueltas por a Plaza Mayor esperando poder cruzar una pícara pero inocente
mirada con la chica que le gustaba y tantos otros.
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