La obra en sí fue un auténtico escándalo que dio lugar a ecos y comentarios, anécdotas y habladurías durante décadas, incluso prohibiciones totales o parciales de su texto; así, por ejemplo, después de la Guerra Civil española, no se podía cantar: “Son las mujeres de Babilonia, las más ardientes que el amor crea...” Sino que debía cantarse: “Son las mujeres de Babilonia lo más ardiente que hay en amores...” Junto a ello, su enorme popularidad dio lugar a una serie de cuplés que, en cierta medida, recogían lo más granado del espíritu de la obra:
Un matrimonio vino ayer noche
a ver La corte de Faraón
y de regreso para su casa
originóse gran discusión.
Ella decía muy exaltada:
“Mira, Pepito, déjate estar
no te envanezcas, pues casi siempre
quedas lo mismo que Putifar”.
a ver La corte de Faraón
y de regreso para su casa
originóse gran discusión.
Ella decía muy exaltada:
“Mira, Pepito, déjate estar
no te envanezcas, pues casi siempre
quedas lo mismo que Putifar”.
O bien este otro:
Todas las chicas que tienen novio
desde que han visto bien esta “corte”
van escamadas y están nerviosas
y sueñan alto todas las noches.
Y es que a casarse no se deciden
pues se estremecen sólo al pensar
que su marido tenga lo mismo
o mucho menos que Putifar.
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