¡VIVA LA REVISTA!

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jueves, 14 de enero de 2010

1910-2010: Cien años de... La corte de Faraón (XXIII)


Víctor M. Peláez:


D/ Causas políticas: no es éste un factor implicado directamente en el éxito de una determinada pieza dramática, pero ayuda a crear un marco contextual que posibilite unos resultados positivos. La parodia dramática es un género que necesita una situación de calma política, de cierta laxitud. Sobre todo cuando emplea la sátira o la burla, o cuando se excede en la presentación de una moral o conducta algo «libertinas», esto es, con regodeo en el erotismo y los placeres materiales. La Corte de Faraón contiene una notable variedad de referencias sexuales, unas más veladas que otras, y presenta además una serie de temas como el de la impotencia sexual, la infidelidad, la concupiscencia, la calumnia... que convierten a la obra en un ejemplo de defectos morales. Los números musicales son las partes más «peligrosas», porque detrás de esas apariencias de frivolidad, intranscendencia, halago a los sentidos o contenido popular, materializados en los diversos cuplés de la composición, pueden esconderse determinados fines ideológicos; de hecho, existe una modalidad de cuplé, el «cuplé político», de ideología liberal y contenido satírico-político, que supone una crítica a los conservadores. En La Corte de Faraón se agregó al número de los cantores babilónicos un cuplé de esta modalidad, que, por supuesto, nada tiene que ver con la historia del hebreo José que se presenta en escena. El cuplé es el siguiente:
En Babilonia los Ministerios
entran y salen tan de repente,
que quien preside por la mañana
ya por la tarde no es presidente.
De estos trastornos ministeriales
dicen que tiene la culpa sola
un astro errante llamado Maura,
que es un cometa de mucha cola.
A pesar de que estemos hablando de un período de ciertas libertades, tenemos que indicar que cuando se estrenó la obra, con Alfonso XIII reinando, la situación política sufría constantes vaivenes y la censura solía actuar con frecuencia, como apunta el propio Salaün. Será necesario esperar a la década de los veinte, en concreto a la llegada de Primo de Rivera, para que el género experimentase su apogeo, a causa de los gustos personales del dictador, aficionado a este tipo de representaciones; es precisamente durante esa década el momento de máxima gloria de La Corte de Faraón, con una excelente Julia Fons interpretando el número de los cuplés babilónicos. Fue la llegada del período franquista el momento de truncamiento del éxito, pues pasó al registro de la censura debido a sus supuestos atrevimientos políticos, eróticos y religiosos. En la posguerra se buscó la manera de evitar el veto impuesto por el régimen y para ello se realizaron algunos cambios y se impuso un nuevo nombre; así, por ejemplo, Nati Mistral la reestrenó con el nombre de La bella de Texas. En estos avatares para evitar la censura se centraron Rafael Azcona y José Luis García Sánchez a la hora de escribir el guión de la película homónima (1985), en la que la opereta de Perrín y Palacios se constituye en el pretexto para reflejar los problemas que devienen en el seno de una compañía teatral de escasa relevancia durante los años cuarenta. La película, aunque presenta un tono cómico, nos introduce en el campo de la censura eclesiástica y política (como ejemplo, valga la discusión sobre el permiso del nihil obstat) y refleja ese marco de falta de libertad que impide el éxito de una pieza como La Corte de Faraón. Por ello, creemos que se justifica el apartado de las causas políticas como factor que debemos tener en cuenta para ponderar el éxito de una obra dramática, máxime cuando hay parodia y sátira.

1 comentario:

olgamariaramos dijo...

¡Muy bueno el comentario y la referencia al centenario de La Corte de Faraón, por cierto Juan José Lleó estará encantado de conocerte cuando vengas a Madrid. Sólo avisa con tiempo. Me ha comentado que de momento no sabe nada referente a actos relacionados con el centenario de esta obra singular.
Bsss