La llamada musa de la opereta durante los años veinte reunía en su persona gracia, belleza y distinción. Se dedicó al género de las variedades convencida por el empresario José Campúa y así interpretó papeles en El as (1919) o El príncipe Carnaval (1920), entre otras. Se retiró de los escenarios tras contraer matrimonio convirtiéndose, desde entonces, en una “mujer respetable”.
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