¡VIVA LA REVISTA!

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domingo, 23 de septiembre de 2007

Y antes de Yola... La Cencienta del Palace (1940)


"Y el 20 de enero de 1940 estrenamos La Cenicienta del Palace, de la que mis enemigos esperaban la ocasión para caer sobre mí”[1].
La obra en sí constituyó un enorme revuelo para la época[2], ya no sólo por lo blanco de su libreto y una puesta en escena llena de buen gusto, sino por los figurines encargados expresamente para la ocasión a Víctor Mª Cortezo y, además, por su partitura, especialmente en lo referido a dos números, “La marchiña” y el blues “Vivir”, que, según los entendidos, es la más bella canción que Celia entonó jamás; de hecho se nota cierto halo de romanticismo en su melodía y letra que la artista ya no abandonará en su producción posterior. Aquí ese romanticismo es cálido, apasionado, vehemente, sincero y triste a la vez...
Desde entonces, no hubo una emisora de radio, patio de vecinas, salón de té o hall de hotel que no tararease esta canción, preludio de lo que se pretendía instaurar con el nuevo régimen, un período de larga y duradera paz haciendo olvidar las penurias tanto de la guerra como del anterior Gobierno.

El argumento de la obra nos sitúa en un paradisíaco Hotel del Mar, en algún lugar de la costa española:


Hotel del Mar,
clima ideal, pistas de tenis, campos de golf.
Hotel del Mar,
piscina, baño, duchas, olas y un mismo sol.
Hotel del Mar,
Costa del Sol, con mar, mujeres y mucho amor.
Hotel del Mar,
la dirección reservará su habitación.


Allí se hospedan una serie de personajes entre los que se encuentran la Baronesa de Palo y Palo y su hijo Robertito, venidos a menos y dispuestos a dar el sablazo a quien se tercie o Irene Bendén y Carlos Aley, quienes apuran sus últimos fondos mientras piensan en una solución que pueda remediar sus problemas económicos. La llegada al hotel de dos mellizas millonarias crea expectativas en ambas parejas pues creen que, gracias a ellas, sus apuros financieros se verán paliados. Así pues, el enredo está servido cuando aparecen Celia y Delia, las dos mellizas procedentes de Alabama; sin embargo, lo que los huéspedes del hotel desconocen es que ambas son una misma persona y su desdoblamiento se debe, simplemente, a un juego para comprobar cómo reacciona la gente que tienen a su alrededor y, para darle más jugo al asunto, una de ellas se hace pasar por rica y la otra por pobre:

CARLOS.- Dos hermanas iguales... y diferentes... Una cargada de millones y usted...
CELIA.- Las dos nacimos pobres; pero mi hermana tuvo la suerte de heredar la fortuna de su padrino, el rey del cobre. Por eso no somos las mellizas millonarias... La millonaria es ella... y la Cenicienta...yo...
Mi vida es así,
no hay nada que hacer,
soy la Cenicienta del Palace Hotel.
Su vida es así,
no hay nada que hacer.
es la Cenicienta del Palace Hotel.
Ésa es la realidad.
Resulta que nada tengo
y todos mis amores
acaban por querer
lo que no tengo,
lo que no tengo...
Flores al despertar,
paseos de enamorados;
pero siempre al final
de mi hermana
suelen pedir la mano.

La aparición de Celia, ataviada elegantemente, viene marcada por una marcha, número puesto muy en boga en la época:

Viajar, viajar,
es un placer de dioses.
Cambiar, cambiar,
ver nuevos horizontes.
Descubrir los secretos que en las noches románticas
los fiel enamorados,
a un lucero que ellos llaman su lucero
castamente,
castamente le han contado.
Jugar con los astros un mágico billar
y por los mares de la vida
sin rumbo navegar.
Quiero cantar mi alegría en el amanecer.
Un nuevo amor cada hora encontrar
y sentirme mujer.

La recepción por parte de los huéspedes del hotel a Celia no puede ser más deslumbrante: besos, promesas, abrazos, buenas intenciones... pero un nuevo cliente acaba de llegar: se trata de don Trino, un timador sin dinero que se hace pasar por tío de las mellizas para poder hospedarse en el hotel aunque, cuando aquéllas se enteran, deciden seguirle el juego por diversión. Así, pues, el enredo de la obra está marcado por los continuos sucesos que siguen al desdoblamiento de ambas hermanas y las argucias que planean el resto de huéspedes para poder remediar sus apuros económicos: desde llegar al chantaje que Irene le hace a Celia tras haberla fotografiado “in fraganti” con su prometido Carlos, quien a su vez se enamora de aquélla, o los constantes flirteos amorosos de Robertito con Delia, a quien cree la hermana millonaria. Finalmente y, en una espectacular fiesta nocturna celebrada en la terraza del hotel, todo se resolverá favorablemente para sus huéspedes, especialmente en lo referido a Celia y Carlos quienes, por fin, podrán declararse su amor libremente. La velada está, indudablemente marcada, por uno de los números musicales más célebres de su época, “La marchiña”, de estilo vivo y pegadizo a imitación de los ritmos tropicales que comenzaban a hacer furor en la época.
Resulta interesante destacar una escena suprimida del segundo acto en donde, a través de una mutación, se dejaban ver a dos espectadoras en su palco, Pájaralarga y Pájarapinta haciendo una serie de comentarios sobre la función en particular y el teatro que se cultivaba en aquella época en general[3]:

PINTA.- A mí me gustan que me hagan llorar, todo lo que detesto es que me hagan pensar.
LARGA.- ¡Ah! ¿Pero alguna vez te han hecho eso en el teatro?
PINTA.- ¡Mujer! Pensar, pensar... no. Ahora, que ya me entiendes.
LARGA.- Perfectamente. Al teatro viene una para que le dejen en paz.
PINTA.- Claro está. Y, como al cabo del día, le pasan a una tantas cosas, viene una al teatro de cuando en cuando para convencerse de que no pasa nada.

Celia pondrá a todos los que perturbaron su amor con Carlos en el sitio que les corresponde y podrán, por fin, consumar su amor casándose ambos a bordo de su yach:

CARLOS.- Fui un tonto esta tarde hablándote de vivir y olvidar.
CELIA.- También dijiste que se trataba del momento... el momento que pasa... Ese momento acabó.
CARLOS.- Tienes razón, pero caí en la trampa de esos cómplices a los que tú tanto temías: el mar, el sol ocultándose... y tú.
CELIA.- Fue... el momento que pasa.
CARLOS.- Sí, pero un momento que sentí deseos de prolongar eternamente y
perderme contigo en la inmensidad del mar. Los dos solos en cualquiera de esos barcos allí amarrados.
Mar, bañado en luz.
Mar azul,
y mi estrella eres tú.
Mar, espuma azul.
Alta mar,
y mi estrella, cerca está.
Tú, por el mar me llevarás.
Tú, con tu amor me guiarás.
Mar, espuma azul.
Alta mar,
y mi estrella eres tú.

Para acabar la función, Celia entona a ritmo de pasodoble, “Paloma marinera”, una de las canciones menos conocidas de esta célebre opereta ataviada de almirante junto a su nutrido grupo de boys y vicetiples vestidos de marineros con un fondo de barco velero como único decorado y una deliciosa melodía de Moraleda:


El barco se va a la mar.
A la mar se va el velero.
Atrás se queda la tierra
y detrás se queda el puerto.
Blanca de cal y palomas
queda la ciudad riendo,
ya todo se vuelve azul,
azul de mar y de viento.
Alegre barco velero,
blanca paloma marina,
surca los mares en calma,
que contigo va mi vida.
Vuelve a este puerto seguro
que mi corazón te espera
y no hay tempestad en mi alma,
paloma marinera.

La Cenicienta del Palace, fue un vano intento de remontar a unos espectadores que acababan de padecer tres años de duros enfrentamientos entre hermanos y comenzaban una dura y larga posguerra, de hecho, uno de los personajes que intervinen en esta obra, así lo deja entrever:

CARLOS.- El del momento que pasa. Es muy difícil y hay poca gente que lo juegue bien. Las reglas son olvidar que hay ayer y que hay mañana y vivir con toda intensidad el momento que pasa".


[1] ESCOBAR, Luis: En cuerpo y alma. Memorias, Madrid, Temas de Hoy, 2000, págs. 133-134. El autor prosigue: “Tuve confirmación con alguna de las críticas. Por ejemplo, Ramón Escotado decía en la de ARRIBA: “Parece que no hemos de lograr nunca la salvación de nuestro teatro. Nos dolemos de ello y hacemos constancia de esta condolencia de modo absolutamente consciente. Porque anoche en Eslava, un titulado Carlos Somonte, tras el que según se dice oculta la personalidad de un realizador teatral, a quien suponíamos en verdad llamado a empresas de mayor empaque, y un músico de apariencia infantil, Fernando Moraleda, del que anticipamos que se ha consagrado casi en el género de la opereta, han cosechado el más rotundo éxito de la temporada”. Y después de reseñar “la belleza de los conjuntos”, “la gracia de los decorados”, “lo buena que era la compañía”, “los aplausos más cerrados del año, “las palabras de agradecimiento de la gentilísima Celia Gámez” que “la obra gustó excepcionalmente” y que el músico, sobre todo, “cosecharía fama y dinero”, terminaba: “Pero nadie nos quitará una tristeza insobornable”. Vid. op.cit. págs. 134-135.

[2] La obra tuvo tanto éxito que éste trascendió hasta Lisboa donde varios empresarios mostraron su interés por traducirla. Además, Jack O´Hanna, amigo personal de Luis Escobar, quiso hacer lo mismo con vistas a Francia, eso sí, para una vedette francesa que por entonces lo acompañaba. Vid. op. cit. pág. 136.

[3] Vid. RUBIO JIMÉNEZ, Jesús: “Luis Escobar, autor teatral”, en VV.AA.: Luis Escobar y la vanguardia, Madrid, Comunidad de Madrid, 2001, págs. 171-175.


Tomado del libro YOLA, historia del primer "boom" teatral de la posguerra que, bajo la autoría del profesor Juan José Montijano Ruiz, verá la luz próximamente.


NOTA: Queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de texto e imágenes salvo con la debida autorización del autor; de lo contrario se incurrirá en un grave atentado contra los derechos de la propiedad intelectual.

Imagen: Paloma San Basilio en una escena de La Cenicienta del Palace realizada para TVE en 1985 dentro del programa "La comedia musical española" realizado por Fernando García de la Vega.

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