"El palacio Ducal de Claritonia arde en fiestas, y la cosa no es para menos, pues se trata de encontrar consorte al Gran Duque Calixto, que recientemente acaba de enviudar por cuarta vez, y antes de que transcurra un mes habrá de contraer matrimonio, pues las leyes del país así lo ordenan.
Acuden a la recepción la Duquesa de Jaujaría, otoñal, de fabulosa riqueza, y la Duquesa de Melburgo. Esta última acaba de heredar su Ducado, y es una joven bellísima de la que queda prendado Calixto, ante la desesperación de la Duquesa de Jaujaría, que marcha del Palacio indignada.
La Corte celebra que el Duque haya encontrado al fin la horma de su zapato, pero en plena fiesta se cruza el Amor, encarnado en el Príncipe Julio, sobrino de Calixto, despreocupado y simpático, que despierta en la joven Yola de Melburgo un interés proporcionado a la repulsión que por el viejo siente.
El Secretario Mayor se da cuenta de ello y se urde en contra de la pareja toda una red de intrigas para evitar que le birlen al Gran Duque su compañera. De acuerdo con la Condesa Mariana, se hace público que el Príncipe Julio se ha fugado con Carlotita, hija de aquélla, y esta noticia termina por decidir a Yola a consumar el sacrificio de entregarse por esposa al viejo Calixto.
Entretanto, Pelonchi, Secretario sin cartera, enterado de la inmensa fortuna de la Duquesa de Jaujaría, mariposea tras ella y la entera de cuanto ocurre respecto a su mal.
Se fija el día de la boda de Yolanda con el Gran Duque Calixto, y en una montería ocurren incidentes que determinan la reconciliación de Yola con la Duquesa de Jaujaría, que le informa de toda la verdad.
Mas incidencias en el castillo donde Julio y Carlota están secuestrados, y al fin, cuando Yola se está vistiendo de novia para la ceremonia, todo se arregla con la llegada del Príncipe Julio, que da al traste con los planes de toda la panda de intrigantes.
Y en medio de la derrota de éstos surge la feliz pareja... y otra: Pelonchi y la Duquesa de Jaujaría, que terminan conjugando el verbo amar a toda voz".
Acuden a la recepción la Duquesa de Jaujaría, otoñal, de fabulosa riqueza, y la Duquesa de Melburgo. Esta última acaba de heredar su Ducado, y es una joven bellísima de la que queda prendado Calixto, ante la desesperación de la Duquesa de Jaujaría, que marcha del Palacio indignada.
La Corte celebra que el Duque haya encontrado al fin la horma de su zapato, pero en plena fiesta se cruza el Amor, encarnado en el Príncipe Julio, sobrino de Calixto, despreocupado y simpático, que despierta en la joven Yola de Melburgo un interés proporcionado a la repulsión que por el viejo siente.
El Secretario Mayor se da cuenta de ello y se urde en contra de la pareja toda una red de intrigas para evitar que le birlen al Gran Duque su compañera. De acuerdo con la Condesa Mariana, se hace público que el Príncipe Julio se ha fugado con Carlotita, hija de aquélla, y esta noticia termina por decidir a Yola a consumar el sacrificio de entregarse por esposa al viejo Calixto.
Entretanto, Pelonchi, Secretario sin cartera, enterado de la inmensa fortuna de la Duquesa de Jaujaría, mariposea tras ella y la entera de cuanto ocurre respecto a su mal.
Se fija el día de la boda de Yolanda con el Gran Duque Calixto, y en una montería ocurren incidentes que determinan la reconciliación de Yola con la Duquesa de Jaujaría, que le informa de toda la verdad.
Mas incidencias en el castillo donde Julio y Carlota están secuestrados, y al fin, cuando Yola se está vistiendo de novia para la ceremonia, todo se arregla con la llegada del Príncipe Julio, que da al traste con los planes de toda la panda de intrigantes.
Y en medio de la derrota de éstos surge la feliz pareja... y otra: Pelonchi y la Duquesa de Jaujaría, que terminan conjugando el verbo amar a toda voz".
Argumento tomado del programa de mano original que se entregó en el Teatro Eslava de Madrid. Más información en el libro YOLA, historia del primer "boom" teatral de la posguerra, de Juan José Montijano Ruiz de próxima aparición. Reserve aquí su ejemplar.
NOTA: Queda totalmente prohibido reproducir sin la autorización expresa del autor la fotografía que aparece en esta entrada. Forma parte de la colección privada del autor.
Imagen: Celia Gámez con los autores de la popular opereta. De izquierda a derecha, Federico Vázquez Ochando, Juan Quintero Muñoz, Celia Gámez, José Luis Sáenz de Heredia y José Mª Irueste Germán.
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