Olga María, de profesión azafata de vuelo, afirmaba en cierta ocasión para un diario:
"Mi profesión me encantaba, pero cuando yo era jovencita, mis padres no me dejaban ser artista. Así que cuando tuve a mis mellizos pedí una excedencia y cuando tuve que elegir entre volver o quedarme con mis niños, los elegí a ellos".
Olga María, como buena conocedora del arte, respeta y admira a las grandes cupletistas que elevaron el género a altas cotas de popularidad y lo hicieron cercano al público de a pie: Raquel Meller, La Goya, La Fornarina...
Nuestra protagonista es, en el más amplio sentido del término, una cupletista completa ya que no sólo canta e interpreta sino siente y transmite al público todo aquello que es capaz de hacer sobre el escenario haciéndole partícipe de su propio espectáculo.
"Mi profesión me encantaba, pero cuando yo era jovencita, mis padres no me dejaban ser artista. Así que cuando tuve a mis mellizos pedí una excedencia y cuando tuve que elegir entre volver o quedarme con mis niños, los elegí a ellos".
Olga María, como buena conocedora del arte, respeta y admira a las grandes cupletistas que elevaron el género a altas cotas de popularidad y lo hicieron cercano al público de a pie: Raquel Meller, La Goya, La Fornarina...
Nuestra protagonista es, en el más amplio sentido del término, una cupletista completa ya que no sólo canta e interpreta sino siente y transmite al público todo aquello que es capaz de hacer sobre el escenario haciéndole partícipe de su propio espectáculo.
Pero como recordar es volver a vivir, volvamos al pasado para conocer, en las palabras de nuestra protagonista, cómo comenzó todo:
“Yo soy hija única, y la profesión de mis padres me obligaba a quedar al cuidado de las criadas. [...] No siempre me quedaba en casa; frecuentemente, sobre todo en vacaciones, acudía al café y me sentaba ante el escenario. ¡No me cansaba de escucharles!” (Se refiere a sus padres).
“Así que, unas veces mientras hacía los deberes en el camerino del Café Universal de Madrid y otras en aquella terraza del Universal de Vigo, me iba empapando de música, llegando a memorizar todas las zarzuelas habidas y por haber. De todas me conozco al dedillo la música, las contestaciones, los arreglos de mi padre; eso sí, no podría cantar sus textos, ya que únicamente las escuchaba interpretadas de forma instrumental.
Quizás por eso, en cierta ocasión y teniendo 15 años, suplí al batería que repentinamente se indispuso. Recuerdo que incluso interpreté de memoria la difícil partitura de “El sitio de Zaragoza”.
“Yo soy hija única, y la profesión de mis padres me obligaba a quedar al cuidado de las criadas. [...] No siempre me quedaba en casa; frecuentemente, sobre todo en vacaciones, acudía al café y me sentaba ante el escenario. ¡No me cansaba de escucharles!” (Se refiere a sus padres).
“Así que, unas veces mientras hacía los deberes en el camerino del Café Universal de Madrid y otras en aquella terraza del Universal de Vigo, me iba empapando de música, llegando a memorizar todas las zarzuelas habidas y por haber. De todas me conozco al dedillo la música, las contestaciones, los arreglos de mi padre; eso sí, no podría cantar sus textos, ya que únicamente las escuchaba interpretadas de forma instrumental.
Quizás por eso, en cierta ocasión y teniendo 15 años, suplí al batería que repentinamente se indispuso. Recuerdo que incluso interpreté de memoria la difícil partitura de “El sitio de Zaragoza”.
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