Celia Gámez Carrasco (Buenos Aires, 1905-1992) fue más que actriz, cantante, tonadillera, cupletista, bailarina, vedette o artista, un icono, un símbolo, un mito, un auténtico “demonio escénico”. Fue, además, testimonio vivo de multitud de acontecimientos. Pasó de la dictadura a la monarquía, República, Guerra Civil y democracia. Vivió las dos Guerras Mundiales, la invención de la penicilina, las medias de cristal, la minifalda, los Beatles, la guerra de Vietnam, las protestas estudiantiles, la muerte de Franco... De ella nos quedan melodías y títulos inolvidables que han pasado a engrosar parte del castizo patrimonio del pueblo español: “Pichi” y “Los nardos”, de Las leandras (1931); “¡Mírame!”, de Yola (1941); “Luna de España”, de Hoy como ayer (1945), “El beso”, de La estrella de Egipto (1947), “Estudiantina portuguesa”, de La hechicera en palacio (1950)...
Incorporó modas y cambió por completo el rumbo del teatro musical español en la España del siglo XX; es por ello, por lo que el profesor Montijano Ruiz, vuelve a homenajearla a través de una de sus obras más populares: Si Fausto fuera Faustina coincidiendo con el 65 aniversario de su estreno y el “supuesto” falso centenario de la actriz el 25 de agosto de 1908.
Incorporó modas y cambió por completo el rumbo del teatro musical español en la España del siglo XX; es por ello, por lo que el profesor Montijano Ruiz, vuelve a homenajearla a través de una de sus obras más populares: Si Fausto fuera Faustina coincidiendo con el 65 aniversario de su estreno y el “supuesto” falso centenario de la actriz el 25 de agosto de 1908.
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