Triunfó en los años treinta como segunda vedette dentro de la compañía del Teatro Romea de Madrid bajo los auspicios de José Campúa. Distinguíase por su elegancia y su porte aristocrático interviniendo en algunas comedias musicales de Celia Gámez. Posteriormente dejó el mundo de la frivolidad y se dedicó al “teatro serio” cosechando también notables éxitos. Participó en revistas como Las faldas (1932), Doña Mariquita de mi corazón (1942) o Luna de miel en El Cairo (1943).
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