Nacido en Alhama de Aragón, fue éste uno de los directores y compositores más destacados del último período de la zarzuela en el siglo XX. Como suele ser habitual, demostró un gran interés por la música desde su infancia, cualidad que le sirvió para cursar estudios superiores. Aunque su producción dentro del campo de la zarzuela es muy amplia, no obstante, a él le debemos títulos como Molinos de viento (1910), Los cadetes de la reina (1913) o El niño judío (1918), el maestro Luna también cultivó el género frívolo. Su estilo es brillante a la par que elegante. Títulos como El asombro de Damasco que, si bien se trata de una zarzuela, posee momentos de verdadero regocijo frívolo (1916), El antojo (1929), La sal por arrobas (1931), ¡Cómo están las mujeres! (1932), Las peponas (1934) o El baile del Savoy (1934) demuestran que la calidad es perfectamente compatible con la popularidad.
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