¡VIVA LA REVISTA!

¡VIVA LA REVISTA!

sábado, 22 de diciembre de 2007

Celia Gámez, la reina de la revista (XVI)


Un nuevo estreno tiene lugar el 13 de noviembre de 1942. Se trata de la trasposición del mito de Fausto con libreto de los mismos autores de Yola y música de Quintero y Moraleda: Si Fausto fuera Faustina, gracias a la cual el crítico Miguel Ródenas califica a Celia como un auténtico “demonio” escénico. La obra permanecerá en cartel hasta febrero de 1943 y en ella Celia cantaba un formidable fox lento con Alfonso Goda: “Contigo iré” y otro de tintes más dinámicos, “Un millón”.
Nuestra estrella, siempre deseosa de innovar, incorpora nuevos músicos a sus estrenos como en la opereta Rumbo a pique (1943), musicada por Salvador Ruiz Luna, cuya acción nos trasladaba a una exótica isla antillana mostrándonos a una Celia que fingía ser princesa china.
El 10 de junio de 1943 fallece su madre y se disuelve la compañía, reanudando su labor en septiembre, volviendo a llenar teatros y reponiendo sus éxitos. El 6 de enero del 44 moriría su padre, lo que provocaría un nuevo paréntesis en su actividad teatral. El 17 de abril de ese mismo año un nuevo estreno, Fin de semana de Ramos de Castro y Halpern donde Celia canta el exitoso bolero “Nacida para amar”.
El 1 de julio, la carrera de San Jerónimo en Madrid se colapsa. Miles de curiosos y enfervorizados entusiastas de la vedette acuden a la iglesia de Los Jerónimos. Celia Gámez se estaba casando con el odontólogo donostiarra José Manuel Goenaga teniendo como padrino de la ceremonia al general Millán Astray, o, al menos, a lo que quedaba de él. Toda la supuesta “buenísima sociedad” madrileña comentó aquel singular suceso, de cómo una mujer que enseñaba las piernas podía haber llenado un recinto sagrado.
La unión entre ambos no duraría mucho ya que Celia descubriría más tarde que su marido la engañaba con una de las chicas de su conjunto. Paradójicamente y frente al tremendo éxito en su trabajo, no fue muy afortunada en el terreno amoroso. Su fama de devoradora de hombres se vio granjeada por sus continuos fracasos sentimentales. Su primer novio, Vicentito Rey, hijo de un empresario teatral, se pegó un tiro. Darío López, veinte años mayor que ella, estuvo a su lado quince años y le compró el Eslava: “Nos quisimos toda la vida pero nunca me poseyó”, revelaría más tarde Celia, y es que, Darío López era impotente. Se enamoró del torero, Juanito Belmonte Campoy, pero no se casó con él por la temprana edad del joven. También cayó en los brazos de Fernando de Amboage, que murió en el frente, aunque ella no lo supo hasta que terminó la Guerra Civil. Más tarde y, tras su fracaso matrimonial, mantuvo un tórrido romance con el periodista Francisco Lucientes con quien acabó casándose en una boda civil celebrada en París. Pero ambos tenían caracteres muy fuertes y la relación terminó disolviéndose. Ella volviendo al teatro y él a Estados Unidos. Lo único que siempre lamentó Celia de su vida amorosa fue no haber tenido hijos.

No hay comentarios: