¡VIVA LA REVISTA!

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domingo, 9 de diciembre de 2007

Celia Gámez, la reina de la revista (VI)


12 de noviembre. En el Congreso de los Diputados, Romanones sale en defensa del ya exiliado rey Alfonso XIII, ante las recién constituidas Cortes republicanas. Se respira demasiada tensión en el ambiente, por lo que el debate parlamentario queda aplazado hasta el siguiente día. Aquella misma noche, un público espectante anhela ansioso que se alce el telón del coliseo situado en la castiza calle de Embajadores. Entre los asistentes al madrileño Teatro Pavón, don Manuel Azaña, que de seguro no olvidará jamás la velada. Todo está a punto para que la sonrisa de la platea muestre nuevamente sus encantos y escriba así un nuevo e inolvidable capítulo en la historia del arte escénico español.
Meses antes, Celia Gámez ensaya una y otra vez, totalmente entusiasmada, la que espera que se convierta en un completo éxito y ello motivada, fundamentalmente por una excepcional partitura, creada expresamente para la ocasión por el maestro Alonso y un divertidísimo libreto repleto de enredos con abundancia de juegos de palabras y salpicado de chistes procaces y picantes obra de José Muñoz Román y Emilio González del Castillo. Sin embargo, aquello parece no cuajar bien. Los ensayos de la obra se suceden con cierta regularidad, aunque a Celia parece no gustarle mucho el rumbo que estos están tomando, de ahí que exija a los empresarios del teatro, los hermanos Agustín y Enrique Pavón así como a Barbás, nuevos decorados y mejor vestuario bajo la amenaza de no estrenar. La empresa se opone, pero ella, consciente del seguro éxito que va a obtener, insiste en ello. Se invierten cincuenta mil pesetas en el vestuario diseñado con todo lujo por Corn Apuntadores, Francisco Baeza y Alfredo Vega; se encargan los figurines a Álvaro Retana y se llevan a cabo unos espectaculares decorados realizados por obra y gracia de Balbuena, Morales y Asensi, Colmenero y Amorós, es decir, de lo bueno, lo mejor, de ahí que los empresarios no tengan más remedio que subir el precio de las localidades a cinco pesetas, una cantidad desorbitada para la época. Cuando todo está a su gusto, estrena el pasatiempo cómico-lírico Las Leandras ante una enfervorizada concurrencia[1]. La obra se puso en escena con un reparto encabezado por la propia Celia en el papel de Concha, la chica que se escapaba del Instituto Católico de la Mujer para dedicarse al teatro; Amparito Sara, Cora Gámez, Conchita Ballesta, Pepita Arroyo, Mercedes Rodríguez, Pepe Alba como el tío Francisco de las Canarias que llega a Madrid para comprobar si verdaderamente su sobrina está en el colegio; Leandro, encarnado por Enrique Parra, el pretendiente de Concha y propietario del antiguo local donde se encontraba una extinta casa de citas; el inolvidable Pepe Bárcenas como el conserje-apuntador Porras (un actor cómico inigualable y que acompañaría a Celia en múltiples revistas haciendo de sus interpretaciones todo un arte para hacer reír que aún hoy día nadie ha podido igualar), Andrés Gago, Manuel Rubio... y otros tantos actores secundarios.


[1] Vid. MONTIJANO RUIZ, Juan José: “Lo teatral y el metateatro en la comedia cinematográfica española. Una aportación al estudio del género frívolo: el pasatiempo cómico lírico de José Muñoz Román y Emilio González del Castillo, Las leandras”, en Actas del II Congreso sobre cine español: “Los subgéneros”, Granada, Universidad de Granada, 2001, págs. 135-158 donde el lector interesado podrá encontrar más datos del estreno de la obra así como abundantes anécdotas de su puesta en escena.

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