El próximo 30 de septiembre se cumplirán sesenta años del estreno de una de las más divertidas comedias musicales de toda la historia del género en nuestro país. Su título Veinticuatro horas mintiendo y, sus autores, Francisco Ramos de Castro y Joaquín Gasa en las tareas de libretistas y Francisco Alonso en las musicales, quienes compusieron una obra digna de pasar a engrosar los anales del teatro frívolo español gracias a unas deliciosas melodías que supieron calar hondo entre su auditorio.
Estrenada oficialmente el 30 de septiembre de 1947 en el madrileño Teatro Albéniz, esta divertida obra tuvo un primer estreno en ese mismo año aunque el 12 de junio en el Teatro Bretón de los Herreros de Logroño. Protagonizada por Maruja Boldoba en los papeles de Charito, Vendedora y Vedette; Alfonso Goda como Ricardo y Aldeano, Angelita Navalón en el papel de Doña Casta, Carlos Garriga como Don Casto, Luis Barbero como Don Fernando y Aurorita Martínez en Totó, la obra tenía un argumento tan divertido y enrevesado como el que a continuación pasamos a desglosar:
Don Casto Luján de Lujón de la Lujanera y Sánchez del Pulgar, casado en segundas nupcias con doña Casta Lacosta de la Cuesta y Gómez de la Palma, es una víctima del delirio de grandezas de la mencionada joven y bella señora, así como de las hijas de aquél y, por consiguiente, hijastras de ella, Charito y Totó. La cursi presunción de ellas llega a tan desorbitados extremos como el de pretender engañar a sus vecinos y a sus amistades fingiendo que salen a veranear por las mejores playas de Europa, cuando, en realidad, no se mueven de su casa, la cual cierran a piedra y lodo durante el mes que dura su fingida ausencia.
La llegada de don Fernando Póo y de su esposa Laura, también casada en segundas nupcias con este afamado caballero argentino –ella igualmente lo es- padre del novio de Totó, hija menor de los señores de Luján de Lujón, coloca en apurada situación a estos, puesto que, sorprendidos por los argentinos con vestimenta inadecuada para su presuntuosa y falsa posición, se hacen pasar por sus propios criados manteniendo la ficción de que los señores están ausentes. Los argentinos deciden esperar en la casa el regreso de los dueños de ésta y ello da lugar a numerosos y cómicos incidentes así como a pintorescas situaciones y escenas de gran comicidad, ya que, don Fernando Póo, hombre audaz y mujeriego, asedia tenazmente a Casta tratando de ganar la complicidad del propio don Casto a quien supone criado y compañero de su propia mujer.
Aún complica más el enredo la intervención de don Fileto Minglanilla, dueño de un gran almacén de comestibles próximo a la casa, padre de Ricardo, novio éste de Charito Luján y enemego, así como su esposa doña Ramona, del estúpido afán de presunción de sus futuros consuegros, quienes se oponen, por razones de diferencia social, según ellos mismos alegan, a las relaciones de su hija con el muchacho.
Por una serie de circunstancias, llega un momento en el que se encuentran todos estos personajes dentro de la casa sin posible solución para el conflicto creado por los Lujanes, ya que los argentinos no abandonarán la mansión hasta el regreso de los señores y los señores no pueden regresar porque no han salido nunca de casa.
Por otra parte y, en su deseo de cobrar lo que los Lujanes le adeudan aumentado por lo que ha tenido que fiarles para la manutención de los argentinos, Fileto y Ramona deciden presentarse como si fuesen aquéllos para que don Fernando Póo y su esposa emprendan el regreso a su país. Pero el mismo día que se presentan suplantando la personalidad de sus futuros consuegros, el capitán carabinieri Carlo Lombardini, vecino de los Luján a quienes prometió vigilar la casa durante su ausencia, atraído por el ruido y las luces que percibe desde su casa, se presenta en la de aquéllos y contribuye a aumentar hasta la locura el ya de por sí complicado embrollo que finalmente se aclara por la intervención de Ricardo, novio de Charito y de Fernando Póo hijo, novio de Totó, quienes restablecen la verdadera situación de todos e imponen una feliz solución al barullo provocado por unos y otros.
Todo ello da lugar a diversas situaciones cómicas y a diferentes números musicales en los que, como siempre, culminan los aciertos de la personal y frondosa inspiración del gran compositor que fue el maestro Alonso. Destacan, así, pues, de entre toda su bella partitura, el foxtrot de “Las cocteleras”, el chotis “Arrímate-mate-mate”, la célebre marchiña “Tú dices siempre que sí”, el fado “Saudades de meu cariño”, la divertida ranchera “Anoche te vi en el rancho” o el pasodoble “Claveles granadinos”, homenaje del compositor a la tierra andaluza que lo vio nacer.
Para quienes deseen acercarse a esta divertida comedia pueden adquirirla gracias a la grabación que Blue Moon en su Serie Lírica o Sonifolk lanzaron ambas al mercado discográfico en 1998. El CD puede encontrarse disponible en tiendas especializadas o en www.fnac.es y www.elcorteingles.es
Estrenada oficialmente el 30 de septiembre de 1947 en el madrileño Teatro Albéniz, esta divertida obra tuvo un primer estreno en ese mismo año aunque el 12 de junio en el Teatro Bretón de los Herreros de Logroño. Protagonizada por Maruja Boldoba en los papeles de Charito, Vendedora y Vedette; Alfonso Goda como Ricardo y Aldeano, Angelita Navalón en el papel de Doña Casta, Carlos Garriga como Don Casto, Luis Barbero como Don Fernando y Aurorita Martínez en Totó, la obra tenía un argumento tan divertido y enrevesado como el que a continuación pasamos a desglosar:
Don Casto Luján de Lujón de la Lujanera y Sánchez del Pulgar, casado en segundas nupcias con doña Casta Lacosta de la Cuesta y Gómez de la Palma, es una víctima del delirio de grandezas de la mencionada joven y bella señora, así como de las hijas de aquél y, por consiguiente, hijastras de ella, Charito y Totó. La cursi presunción de ellas llega a tan desorbitados extremos como el de pretender engañar a sus vecinos y a sus amistades fingiendo que salen a veranear por las mejores playas de Europa, cuando, en realidad, no se mueven de su casa, la cual cierran a piedra y lodo durante el mes que dura su fingida ausencia.
La llegada de don Fernando Póo y de su esposa Laura, también casada en segundas nupcias con este afamado caballero argentino –ella igualmente lo es- padre del novio de Totó, hija menor de los señores de Luján de Lujón, coloca en apurada situación a estos, puesto que, sorprendidos por los argentinos con vestimenta inadecuada para su presuntuosa y falsa posición, se hacen pasar por sus propios criados manteniendo la ficción de que los señores están ausentes. Los argentinos deciden esperar en la casa el regreso de los dueños de ésta y ello da lugar a numerosos y cómicos incidentes así como a pintorescas situaciones y escenas de gran comicidad, ya que, don Fernando Póo, hombre audaz y mujeriego, asedia tenazmente a Casta tratando de ganar la complicidad del propio don Casto a quien supone criado y compañero de su propia mujer.
Aún complica más el enredo la intervención de don Fileto Minglanilla, dueño de un gran almacén de comestibles próximo a la casa, padre de Ricardo, novio éste de Charito Luján y enemego, así como su esposa doña Ramona, del estúpido afán de presunción de sus futuros consuegros, quienes se oponen, por razones de diferencia social, según ellos mismos alegan, a las relaciones de su hija con el muchacho.
Por una serie de circunstancias, llega un momento en el que se encuentran todos estos personajes dentro de la casa sin posible solución para el conflicto creado por los Lujanes, ya que los argentinos no abandonarán la mansión hasta el regreso de los señores y los señores no pueden regresar porque no han salido nunca de casa.
Por otra parte y, en su deseo de cobrar lo que los Lujanes le adeudan aumentado por lo que ha tenido que fiarles para la manutención de los argentinos, Fileto y Ramona deciden presentarse como si fuesen aquéllos para que don Fernando Póo y su esposa emprendan el regreso a su país. Pero el mismo día que se presentan suplantando la personalidad de sus futuros consuegros, el capitán carabinieri Carlo Lombardini, vecino de los Luján a quienes prometió vigilar la casa durante su ausencia, atraído por el ruido y las luces que percibe desde su casa, se presenta en la de aquéllos y contribuye a aumentar hasta la locura el ya de por sí complicado embrollo que finalmente se aclara por la intervención de Ricardo, novio de Charito y de Fernando Póo hijo, novio de Totó, quienes restablecen la verdadera situación de todos e imponen una feliz solución al barullo provocado por unos y otros.
Todo ello da lugar a diversas situaciones cómicas y a diferentes números musicales en los que, como siempre, culminan los aciertos de la personal y frondosa inspiración del gran compositor que fue el maestro Alonso. Destacan, así, pues, de entre toda su bella partitura, el foxtrot de “Las cocteleras”, el chotis “Arrímate-mate-mate”, la célebre marchiña “Tú dices siempre que sí”, el fado “Saudades de meu cariño”, la divertida ranchera “Anoche te vi en el rancho” o el pasodoble “Claveles granadinos”, homenaje del compositor a la tierra andaluza que lo vio nacer.
Para quienes deseen acercarse a esta divertida comedia pueden adquirirla gracias a la grabación que Blue Moon en su Serie Lírica o Sonifolk lanzaron ambas al mercado discográfico en 1998. El CD puede encontrarse disponible en tiendas especializadas o en www.fnac.es y www.elcorteingles.es
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